El fin de la neutralidad nórdica

Durante la Guerra Fría, el principio de «no alineación en la paz, neutralidad en la guerra» fue no sólo un componente de la doctrina de seguridad de Suecia, sino también factor de identidad nacional y autopercepción de los suecos. Pero esta tradicional postura sueca de no alineación puede estar a punto de cambiar, ya que es probable que la invasión rusa de Ucrania motive a ambos países a solicitar el ingreso a la OTAN.

El 8 de marzo, dos semanas después de que el presidente ruso Vladímir Putin iniciara su guerra en Ucrania, la primera ministra sueca Magdalena Andersson (del Partido Socialdemócrata) señaló que pedir el ingreso a la OTAN «en la situación actual (…) desestabilizaría todavía más esta región de Europa y aumentaría las tensiones». Muchos comentaristas de centroderecha la acusaron de inmediato de aceptar la visión de Putin según la cual que un estado soberano decida unirse a la OTAN puede considerarse una provocación a Rusia.

Pero fuertes señales surgidas del interior del Partido Socialdemócrata indican que es posible que Suecia pida ingresar a la OTAN en la próxima reunión de la Alianza que tendrá lugar en Madrid en junio. La postura del país en materia de seguridad ya ha tenido un cambio radical. El gobierno envió armas a Ucrania, y la población sueca está buscando en Google información sobre refugios antibomba y píldoras de yodo.

El debate de seguridad en Suecia también se ve influido por cambios favorables a la OTAN en la vecina Finlandia. La vulnerabilidad de este país frente a la Unión Soviética y luego frente a Rusia era una razón importante de la política sueca de no alineación, ya que los funcionarios daban por sentado que si Suecia se unía a la OTAN, Finlandia caería bajo control del Kremlin. En los últimos años Suecia hizo grandes inversiones en cooperación para la seguridad con Finlandia.

Cuando en abril Andersson se reunió con la primera ministra finlandesa Sanna Marin en Estocolmo, ambas recalcaron el hecho de que aunque la decisión de cada país respecto de la pertenencia a la OTAN es independiente, surgirá en un contexto de estrecho diálogo. Marin prometió que Finlandia tomará una decisión en las próximas semanas; por su parte, el parlamento sueco publicará a mediados de mayo un informe con su posición. No sería extraño que los dos estados nórdicos actúen en tándem.

Para Suecia, la no alineación y la neutralidad son algo más que virtudes establecidas; también existe la percepción de que estas políticas beneficiaron al país durante las guerras del siglo XX y principios del siglo XXI. Por supuesto que la realidad no siempre coincide con la retórica. Durante la Segunda Guerra Mundial, Suecia no fue realmente neutral, al hacer importantes concesiones a la Alemania nazi. Y poco después de la guerra accedió a las demandas del Kremlin con diversas acciones de apaciguamiento vergonzosas, entre ellas la extradición de soldados de los estados bálticos a la Unión Soviética.

Pero durante la Guerra Fría, Suecia mantuvo una «alianza oculta» con la OTAN basada en la cooperación encubierta a gran escala. Esta política se daba en marcado contraste con la retórica oficial, según la cual el país asumía una posición equidistante entre dos potencias igualmente reprochables: la Unión Soviética y Estados Unidos. Bajo Olof Palme, que lideró a los socialdemócratas desde 1969 hasta su asesinato en 1986 y fue dos veces primer ministro, a la OTAN se la acusaba de ser una «alianza nuclear» amenazante. Pero aunque en público se mostrara contrario a los Estados Unidos, en privado Palme recalcaba la necesidad de continuar la cooperación con la OTAN.

Tras la muerte de Palme, su doctrina de seguridad oficial se convirtió en una especie de dogma sagrado en Suecia, y el espíritu del ex primer ministro influyó por mucho tiempo en la política exterior sueca. En la campaña para la elección de 2010, los socialdemócratas (jugando con la vieja amenaza de la «alianza nuclear»), exigieron que «Estados Unidos desmantele su arsenal nuclear y sus bases militares en el extranjero».

Pero en la práctica, Suecia abandonó la neutralidad y se alejó cada vez más de la no alineación. Como miembro de la Unión Europea desde 1995, el país mantiene estrechos lazos políticos y económicos con los otros estados miembros. Desde 2009 está supeditado a la cláusula de solidaridad de la UE, que obliga a los estados miembros a darse asistencia mutua (no necesariamente por la vía militar) en el supuesto de un ataque armado.

Suecia también ha ido profundizando su cooperación con la OTAN, de la que (lo mismo que Finlandia) ahora es socio privilegiado. Forma parte de la Alianza para la Paz, aportó tropas a operaciones internacionales bajo bandera de la OTAN, y participa en los ejercicios militares de la Alianza. Y lo más importante, los planes suecos de defensa ante el supuesto de una guerra dependen en gran medida de ayuda exterior.

La política sueca de neutralidad durante la Guerra Fría, que exigía contar con importantes fuerzas de defensa, supuso un gasto militar de hasta el 4% del PIB. El país mantenía la cuarta fuerza aérea más grande del mundo, y tenía capacidad para movilizar en cuestión de días a casi toda su población masculina en edad de combatir. Terminada la Guerra Fría, Suecia mantuvo una posición ventajosa en tecnología militar, pero la abolición de facto del servicio militar y la reorientación de las fuerzas armadas hacia la participación en misiones internacionales debilitaron sus capacidades de defensa. Hace poco se reactivó el servicio militar, y después de la invasión rusa, la Guardia Nacional recibió una avalancha de solicitudes de ingreso.

Pero el gasto sueco en defensa hoy equivale a apenas el 1,3% del PIB. En 2013, el entonces jefe del comando militar, Sverker Göranson, admitió que Suecia podía resistir un ataque «durante alrededor de una semana; luego necesitaremos ayuda de otros países». Sólo después del inicio de la guerra en Ucrania, Andersson anunció un aumento del gasto en defensa al 2% del PIB.

Aunque los planes de defensa suecos dependen en gran medida de la asistencia exterior, el país no goza de la garantía de seguridad colectiva consagrada en el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte. Y la agresión rusa, al parecer, sólo se detiene en las fronteras de los miembros plenos de la OTAN, no en las de socios de la Alianza como Ucrania y Georgia.

La población sueca considera que la asociación con la OTAN ya no es suficiente. En una encuesta realizada el 1 de enero de 2022, el 34% de los suecos se mostró de acuerdo con que Suecia pidiera entrar a la OTAN y el 37% en desacuerdo. A mediados de abril, el 47% estaba a favor y sólo el 28% en contra. Y el 59% consideró que Suecia debe unirse a la OTAN si Finlandia lo hace, mientras que sólo el 17% se opuso. A principios de mayo, una encuesta mostró por primera vez una mayoría (51%) favorable a ingresar a la OTAN. En vista de este cambio de la actitud pública, se puede prever que Suecia terminará el engaño de la neutralidad y la no alineación de una vez por todas.

Paulina Neuding is an editorial writer for the Swedish newspaper Svenska Dagbladet and a columnist for the Danish newspaper Berlingske. Traducción: Esteban Flamini.

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