¿El fin de las donaciones a los partidos?

En estas dos últimas semanas hemos escuchado declaraciones de importantes líderes de los partidos mayoritarios (José Antonio Monago y Alberto Núñez Feijóo, barones del PP, y Susana Díaz, la fulgurante estrella del PSOE) solicitando la supresión de las donaciones como vía de financiación de los partidos políticos. La coincidencia de los dos partidos más afectados por la corrupción (Bárcenas y los ERES) en un tema tan espinoso debería, cuando menos, prevenirnos acerca de la bondad de esta propuesta. Si nos paramos un momento a analizarla, comprobaremos que la proposición esconde una serie de efectos colaterales mucho más dañinos que el supuesto beneficio perseguido.

Ya durante la tramitación de la reforma de la Ley Orgánica de Financiación de Partidos Políticos se suscitó una discusión sobre la conveniencia de suprimir las donaciones como fuente de ingreso para los partidos, defendiéndose la subvención como única vía de financiación por ser más transparente y generar menos conflictos de intereses. Así, por ejemplo, el representante del BNG Jorquera Caselas argumentaba que: «La financiación pública asegura una mayor transparencia a la hora de conocer las fuentes de ingresos de los distintos partidos políticos, y asegura también la independencia de los partidos políticos con respecto a los grandes lobbies y grupos de presión económica, algo fundamental si no queremos que se devalúe la democracia». En realidad, el argumento apunta en la dirección equivocada y pone de manifiesto algunas de las contradicciones en las que viven los partidos desde hace tiempo. El problema no reside en el origen de fuentes de ingresos sino en su opacidad. Nada hay que objetar a los donativos privados de personas e instituciones si se conoce su origen y se establecen límites y condiciones para su aceptación con el fin de evitar posibles conflictos de intereses. Es verdad que es más difícil controlar el origen de los donativos que el de las subvenciones, pero también es cierto que el número de donativos que recibe una organización es la mejor prueba para comprobar la base social de apoyo con la que cuentan los partidos y, también, su sostenibilidad económica a largo plazo.

En la actualidad, aproximadamente el 80% de la financiación que reciben los partidos políticos procede de subvenciones públicas (subvenciones por actividad ordinaria y seguridad, parlamentos autonómicos, entes locales y representatividad de los partidos), según el último informe del Tribunal de Cuentas de marzo de 2012 que fiscalizó las cuentas de los partidos del ejercicio 2007. De acuerdo con ese informe, los partidos políticos recaudaron 281.162.319 euros de subvenciones públicas y 67.900.831 de financiación privada (Informe de Fiscalización de los estados contables de los partidos políticos y de las donaciones percibidas por las fundaciones vinculadas orgánicamente, ejercicio 2007, Tribunal de Cuentas nº 933, páginas19-26), de los cuales 40.308.450 corresponden a las cuotas y aportaciones de afiliados, adheridos y simpatizantes; es decir, solo un 14% de los ingresos totales de los 37 partidos nacionales y autonómicos proceden de las cuotas de sus socios. Esa estructura de ingresos no solo pone de manifiesto la poca base social de apoyo con la que cuentan los partidos, sino que implica un riesgo muy grande a la sostenibilidad económica, al hacer depender la financiación de unos recursos (las subvenciones públicas) muy inestables y variables, como se ha podido comprobar con esta crisis económica. Para poder hacerse una idea de la base social de socios que tienen los partidos políticos en España, basta comparar la cifra de ingresos de los 37 partidos con la de los ingresos por cuotas de socios de las cuatro principales ONG de desarrollo en España: Médicos sin Fronteras (43 millones de euros), Intermón-Oxfam (40 millones de euros), Unicef (32 millones de euros) y Ayuda en Acción (30,7 millones de euros). La comparación se ha hecho con las cifras de ingresos de esas ONG en el 2012, un año en la que todas han experimentado un sensible descenso con motivo de la crisis. Cualquiera de las ONG mencionadas superaba ella sola los ingresos por socios de los 37 partidos en el 2007. Si los partidos políticos quieren captar socios que aporten económicamente a sus fines, harán bien en aprender de estas organizaciones sociales que, además de contar con un mensaje atractivo, han apostado desde sus orígenes por ser transparentes con sus donantes.

No nos engañemos. El problema de las donaciones a los partidos políticos no reside en que esta vía de financiación sea perversa. El problema es, simplemente, que los partidos políticos no tienen donantes. Lo que los partidos políticos denominan donaciones son simples pagos de favores futuros o pasados por parte de las empresas constructoras o personas afines. La mayoría de las donaciones de las ONG anteriormente mencionadas procede de donantes periódicos o socios, es decir, de personas individuales que han decidido domiciliar anualmente su contribución a la organización. ¿Cuántos donantes particulares tienen los partidos políticos? No lo sabemos porque ninguno hace pública esa información como ponen de manifiesto los informes de transparencia en la web de partidos y fundaciones políticos que viene publicando anualmente la Fundación Compromiso y Transparencia. ¿Dónde se esconden los afiliados?

A nadie puede sorprender que ningún partido proporcione información sobre sus afiliados. La desafección política crece cada año y con ella la sangría de sus afiliados. El barómetro del CIS de octubre de 2012, que fue el último que publicó datos sobre la participación en partidos políticos, muestra unas cifras muy bajas de participación: solo un 2,8% de los encuestados manifiesta pertenecer a un partido y participar activamente, un 1,6% dice pertenecer pero no participar activamente, un 91% declara que nunca ha pertenecido y un 4,4% que perteneció y ya no. Para ocultar el descenso fulgurante de afiliados –uno de los secretos mejor guardados– los partidos han inventado una nueva figura: los simpatizantes. Para entenderlo, los afiliados pueden ser militantes o simpatizantes. Los primeros pagan cuota, los segundos no. Para ser simpatizante la mayoría de los partidos solo exigen rellenar una ficha y ser avalado por uno o dos afiliados. Ningún partido en España ofrece cifras de sus afiliados. Algunas fuentes (El País) sugieren que el PSOE ha podido perder en los últimos años cerca de 26.000 afiliados, situándose ahora en torno a los 200.000. El PP afirma con orgullo poseer cerca de 800.000, pero son cifras difíciles de creer, incluso aplicando el generoso sistema para calcularlos que utiliza el partido de Génova, uno de los primeros que acudió a la nueva figura de simpatizante para incrementar su base social.

Resulta poco verosímil que si el barómetro del CIS habla de un 2,8%de encuestados que manifiestan pertenecer a un partido y el PP obtuvo en las elecciones de noviembre de 2011 un total de 10.866.566 votos, su mejor resultado en toda la historia, presuma de 800.000 afiliados. Lo más probable es que esa cifra se sitúe aproximadamente en la mitad, unos 350.000 afiliados (militantes y simpatizantes), según el escenario más optimista. La huida de los afiliados no es un fenómeno exclusivo de España. La militancia ha caído un 20% en Alemania, un 27% en Suiza y un 36% en Gran Bretaña. De acuerdo con Aceprensa: «En el Reino Unido, el total de afiliados al Partido Conservador, al Laborista o al Liberal demócrata se ha reducido en tres cuartas partes desde finales de los años 80. Los afiliados al Partido Laborista son ahora 187.000, aproximadamente la mitad de los que eran en tiempos del liderazgo de Toni Blair. La sangría es aún mayor en el caso del Partido Conservador, que contaba un millón de miembros hasta 1990 y ahora tiene entre 130.000y 170.000». Si bien las razones para explicar la desbandada de los afiliados son variadas, al final todas se reducen a un único motivo: pérdida de confianza social. Ya lo advirtió Robert Putman hace dos décadas: la asociación voluntaria es un signo inequívoco de confianza social, sin confianza no puede haber un verdadero proyecto de sociedad y sin proyecto la participación en política desciende. Y es sabido que nada contribuye a fortalecer más la confianza como la transparencia y la rendición de cuentas. Si los partidos quieren recuperar a sus afiliados ya saben por dónde comenzar.

Javier Martín Cavanna es director de la Fundación Compromiso y Transparencia.

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