El fin del petróleo barato y sus implicaciones

Por Roberto Centeno, catedrático de Economía de la Universidad Politécnica de Madrid (EL MUNDO, 02/09/05):

La situación actual del mercado petrolero está, desgraciadamente, muy clara: la era del petróleo fácil y barato ha terminado. Existe un serio problema estructural debido a la falta de capacidad de producción y, sobre todo, de capacidad de refino, para atender un crecimiento de una demanda en máximos históricos, consecuencia de la mejora del nivel de vida de cientos de millones de personas, un proceso que tiende a acelerarse, y no se están realizando inversiones a nivel suficiente para resolver ninguno de los dos problemas. Por otro lado, parece evidente, que todos los grandes yacimientos fuera de tres o cuatro países, ya han sido descubiertos, de hecho por cada dos toneladas de petróleo consumidas en los últimos 20 años sólo se ha descubierto una, tanto que las 10 primeras sociedades petroleras apenas si han recuperado la mitad de lo invertido en exploración, con el valor actualizado de sus hallazgos en los últimos cinco años.La pasada semana, Goldman Sachs, uno de los primeros bancos de inversión mundiales y el primero en el mercado de opciones y futuros de materias primas, afirmaba que el crudo se mantendría por encima de los 60 dólares por barril durante el resto de la década, que promediará 67 dólares de aquí a final de año, y 68 dólares en 2006, y que si se producen problemas con algún gran país productor -Irán, Venezuela, Nigeria- el precio del crudo podría superar los 100 dólares. A efectos comparativos, debe recordarse que en dólares de hoy los precios llegaron a 53 dólares en 1974 durante la primera crisis del petróleo y a 82 dólares en 1979, durante la segunda crisis. Sin embargo, estas referencias sirven hoy de poco, ya que unos tipos de interés anormalmente bajos posibilitados por el efecto desocialonista de las exportaciones asiáticas, han evitado hasta ahora una recesión, aunque esto puede cambiar al disminuir la renta disponible. Por ello es evidente que cualquier política económica y no digamos energética que ignore esta realidad, dañará seriamente al crecimiento en forma permanente, como ocurrió con España durante los años 70, cuya renta per cápita relativa a la media europea se hundió de tal forma que se tardarían 25 años en recuperar el nivel de convergencia real alcanzado en 1975.

A más corto plazo, un nivel de precios del crudo como el pronosticado por Goldman Sachs, invertirá en primer lugar la tendencia alcista de las bolsas de valores, y ello a pesar de la enorme cantidad de liquidez existente, fruto de unas políticas monetarias tremendamente permisivas que, como recordaba recientemente el semanario The Economist, recuerdan cada vez más a las practicadas en los años 20, justo antes de la Gran Depresión, en un contexto de crecimiento de la productividad similar. En segundo lugar, y como señalaba hace unos días el presidente de Wal-Mart, la mayor cadena mundial de grandes almacenes, los precios del crudo se están empezando a notar tanto en los costes operativos, como en el poder de compra de las familias, y una mayoría de empresas tendrá que revisar sus resultados a la baja de aquí a final de año.

¿Y qué ocurre con España?, ¿qué hace el Ejecutivo ante una amenaza tan clara e inminente al crecimiento y al empleo? Pues legislar justo en sentido contrario como si la crisis fuera coyuntural o no tuviera nada que ver con nosotros. Algunas de las características más sobresalientes de la nulidad de un Gobierno, que por la inicua manipulación de una masacre se ha instalado en nuestro país, son la de ocuparse de cuestiones que sólo interesan a una minoría o a colectivos marginales e ignorar casi por completo los grandes temas que de verdad afectan a la sociedad española. Y es justo en estas coordenadas en las que se inscribe la total ausencia de decisiones efectivas y coherentes en materia económica y energética.En la primera no podemos seguir instalados en el dolce far niente del todo va bien, sin acometer ni una sola reforma estructural, laboral o fiscal, o contrarreformas en el sector educativo, literalmente hundido por la legislación socialista, cuando se perfila una clara amenaza que podría hacer estallar antes de lo previsto la gigantesca burbuja que es hoy nuestra economía.

Y en el ámbito energético, lo que España necesita urgentemente no es un demagógico plan de energías renovables fuertemente subvencionadas, que apenas aporta nada, ni un Libro Blanco que se ocupa de aspectos regulatorios que no son el problema, sino un Plan Energético con mayúsculas que modifique el rumbo del sector y lo aleje de la dependencia exterior y de un nivel de precios absolutamente inasumibles, que lastrarán cualquier posibilidad de crecimiento futuro. Para ello lo primero es abordar los problemas centrales en lugar de irse por las ramas, algo tan sencillo que hasta una mayoría de miembros del Gobierno de Zapatero podría llegar a entender. Problemas que, por orden de importancia, son los siguientes:

a) Nuestro grado de dependencia energética es hoy del 79%, frente al 38% para la media de la UE-25, donde se encuentran nuestros mayores competidores.

b) Nuestra intensidad energética, es decir, nuestro consumo de energía por unidad de PIB es un 21% superior a la media de la UE-15 y un 12% superior a la media de la UE-25.

c) Nuestros costes de generación eléctrica son casi un 50% superiores a la media de la UE-15 y casi el doble de los de los nuevos socios, debido al empleo masivo del carbón y la energía nuclear. Este es el verdadero problema del sector eléctrico y no el marco regulatorio.

d) Nuestras emisiones de CO2 per capita son un 14% inferiores a la media de la UE-15, o un 30% inferiores a países como Alemania, a quien vamos a tener que comprar derechos, cuyo precio ha pasado de 8 euros por tonelada de CO2 en enero a 30 euros a día de hoy, de forma que los derechos a pagar por una central de carbón superan ya al costo del propio carbón, y van a acabar costándonos entre 5 y 6.000 millones euros/ año, y en lugar de renegociar todo como ha pedido Reino Unido, al Libro Blanco le preocupan los CTC.

e)El sector energético, petróleo, gas y electricidad, no sólo es que no se haya liberalizado, es que además los oligopolistas han aniquilado -ahora les toca el turno a las comercializadoras eléctricas- a toda la competencia independiente, con lo que el grado de concentración de poder es hoy superior al de hace 5 o 6 años.

f) Tenemos el sistema de refino más obsoleto de la UE-15 y también el más insuficiente. Tenemos que importar un 30% de los gasóleos, lo que encarece este producto esencial en más de un 15%.

Y en estas circunstancias todo lo que se le ocurre al Gobierno es apostar por energías supuestamente verdes -la generación eléctrica con gas licuado crea un 20% más efecto invernadero que el carbón- que incrementan nuestra vulnerabilidad y dependencia, y elevan los costes a niveles inasumibles; por ejemplo, los ciclos combinados de gas generan la electricidad a un coste entre 6 y 7 veces superior a la nuclear en funcionamiento, o tres veces la de nueva construcción o el carbón. Y para acabar de inflar la burbuja económica, como si de una república bananera se tratase, no se están trasladando al público los incrementos de costes, de forma que el sector eléctrico acumuló en el primer semestre un déficit de tarifa de 1.200 millones de euros que serán 4.000 a fin de año, ya que este déficit está creciendo exponencialmente, lo que requiere una subida de tarifas entre el 10 y el 12% y que el gobierno irresponsablemente está retrasando a la vez que pide a los consumidores que ahorren, ¿pero dónde han aprendido economía estos señores?

Y frente a un problema tan serio, con la inflación y el déficit exterior fuera de control, sólo tenemos demagogia e incompetencia elevada al cubo, con una situación económica absolutamente insostenible, donde lo que consumimos más lo que invertimos supera ya en un 8% a lo que producimos; y donde unos tipos de interés reales, no ya en mínimos históricos, sino los más fuertemente negativos de toda la eurozona, están llevando a una asignación completamente errónea de recursos y de capitales, y a un nivel de consumo muy por encima de nuestras posibilidades, a través del endeudamiento masivo de las familias, ampliamente fomentado además por un sistema financiero insensato, que no sólo no está midiendo los riesgos, sino que además miente a sus clientes sobre las consecuencias de las futuras subidas de tipos de interés, sin que el Gobierno mueva ni un solo dedo para evitar algo que sólo puede acabar en una catástrofe para las familias y para las entidades. Porque ¿cuánto piensa el Gobierno que puede durar esta situación? ¿O es que piensan que el consumo basado no en la riqueza real, sino en el endeudamiento por encima de todo lo razonable nunca tendrá fin? El tiempo demostrará lo errados que están, y el desastre económico que va a ocasionar su triunfalismo y su incompetencia porque lo peor en el mercado petrolero está por llegar.