El final de ETA es la justicia con las víctimas

Se acrecienta el debate sobre un posible final de ETA. Las constantes detenciones de miembros de la banda, la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sobre la ilegalización de Batasuna, el decreciente cobijo de sus postulados en la sociedad vasca y la unidad contra ETA está provocando que se evidencie la decadencia de la organización terrorista.

ETA ahora esta midiendo sus fuerzas, analizando las posibilidades de alcanzar sus pretensiones políticas e intentando poner en marcha nuevas tácticas. Necesita aunar intereses, establecer contactos, apoyarse en mediadores internacionales, y también demostrar su capacidad de extorsión para poder adoptar una estrategia que le sitúe en una posición más favorable para lograr sus metas.

La banda terrorista está ahora intentando tomar la iniciativa, recuperar oxígeno y salir del cerco de la ilegalización, el descrédito y la deslegitimación de sus postulados. Para ello utiliza a una formación como Eusko Alkartasuna, que se ha dejado fagocitar por ETA a cambio de intentar pintar algo en la política vasca; se apoya en los mercenarios de la mediación como Brian Currim, que cobran jugosas sumas de euros de fundaciones que dejó bien surtidas Ibarretxe por mercadear con las libertades de la ciudadanía, y saca su cara más amable intentando hacer parecer que se aleja de la violencia, presentando a Otegi, Usabiaga o Etxebarria como personas que discrepan con otra parte de la banda, en una representación basada en el reparto de papeles.

Los siguientes pasos que ETA necesita dar son dos. Primero, su relegalización para recuperar financiación, protagonismo y prestigio público; y segundo, intentar seducir a «representantes del Estado» para alcanzar a corto lo primero y para pretender una nueva negociación que evite su final sin premio político (autodeterminación, territorialidad, etc.). No tengo duda que la banda hoy tiene un gran interés en hacerse valer ante el Partido Socialista, y sobre todo ante su secretario general y presidente del Gobierno, e incluso intuyo que podría intentar trasladar algún mensaje al Partido Popular nacional, porque estos asesinos siempre han querido tratos con quienes gobiernan y con quienes pueden gobernar.

Por nuestra parte tienen todas las puertas cerradas a cal y canto. Tienen que elegir entre Constitución y Estatuto o cárcel e ilegalidad. El PP vasco está aquí para alcanzar la libertad plena y prestigiar los marcos de convivencia. No hay término intermedio entre democracia y totalitarismo. Por parte del Gobierno de Rodríguez Zapatero y su partido son ellos los que tienen que explicar su posición, y también dar garantías. Porque en este asunto han defendido lo mismo y lo contrario en demasiadas ocasiones, e incluso aún defienden de todo, como hemos podido comprobar en las erróneas y contraproducentes declaraciones del presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, o el consiguiente desmarque de Rubalcaba o Patxi Lopez poniendo una vela a Dios y otra al diablo.

En estas cosas está ETA y eso necesita ETA, recuperar espacio, tomar aliento, volver a los ayuntamientos, liar a incautos que se dejen seducir por una supuesta paz, y poner la ficha en el casillero del proceso Loyola que lideró Zapatero con Eguiguren como avanzadilla y Rubalcaba haciendo la cobertura.

Pero lo importante debe ser qué hacemos los demócratas y no dónde está y qué pretende ETA. No puede ser que 50 años después y tres decenios de democracia la banda terrorista, con cualquiera de sus tentáculos, tome la iniciativa y pretenda colarnos su proyecto fanático e independentista.

Lo que se debe hacer ahora es liderar las políticas necesarias para derrotar todas y cada una de las pretensiones de esos terroristas y por las cuales han causado tanto dolor y tantos estragos.

Es fundamental continuar por el camino que ha dado buenos resultados. Firmeza, legalidad, prestigio de la Constitución y Estatuto, unidad de populares y socialistas, deslegitimación de los medios y también de los fines de ETA, etc. No sólo se trata de no cambiar lo que se ha demostrado eficaz. Es también momento de potenciarlo y mejorarlo, como con la Ley de Partidos y su voluntad de aplicación para evitar las rendijas por las cuales podría querer colarse ETA.

Es más importante que nunca tener claro que ETA es batible, que se le puede vencer, que el final está hoy más cerca que hace unos años. Se ha avanzado mucho, y hay que preparase para ganarles de manera definitiva. Debemos ser conscientes de las pretensiones terroristas y de cuál ha sido el sentido de sus atentados para combatirles eficazmente y para que el final sea el único que puede y debe ser, el de derrotar sus pretensiones de borrar la Transición, negar la Constitución, devaluar el Estatuto de Guernica y, en definitiva, destruir España.

El final del terrorismo es justicia para las victimas, es justicia penal y ética, pagando los asesinos por lo que han hecho, y justicia moral y política evitando que ETA obtenga todo o parte de lo que aspira por haber asesinado a 857 personas. El final de ETA sólo lo pueden escribir los demócratas, fortaleciendo el Estado de Derecho y enviando el mensaje a la sociedad española y también fuera de nuestras fronteras de que en España el terrorismo no da premios ni ventajas.

El pacto del País Vasco por el que hemos respaldado como lehendakari a Patxi Lopez se ha hecho por y para eso. Para que ganen unas víctimas que nunca podrán recuperar a sus seres queridos, arrebatados de manera injusta, y para resarcirlas moral y políticamente; para escribir el final del terrorismo de la única manera posible, con la derrota de sus pretensiones fanáticas; para que de una vez por todas puedan vivir tranquilas las personas amenazadas; para que en el País Vasco se viva una verdadera normalidad; para que las diferencias democráticas se expresen dentro de la convivencia; para que se deje de desestabilizar España; para que venzamos de una vez por todas a ETA y alcancemos la libertad.

Las víctimas y la ciudadanía no sólo lo necesitan sino que se lo merecen.

Antonio Basagoiti, presidente del PP vasco.