Por José manuel Fajardo, escritor (EL PERIÓDICO, 01/03/06):
Como si no estuviera el panorama político suficientemente enrarecido por la crisis de nervios permanente del PP y los titubeos del PSOE, las puertas del Averno informativo se han abierto para devolver al mundo el siniestro fantasma de José Amedo, el expolicía y secuestrador cuyas fechorías dieron pie al proceso de los GAL y a uno de los episodios políticos más vergonzosos de la democracia española. Amedo, que parece tener vocación de vedete mediática, aunque sea en el papel de malo cutre, asegura ahora que si dijo lo que dijo fue porque una oscura conspiración, que implicaba al PP, al juez Baltasar Garzón y al diario El Mundo, le forzó a hacerlo con el objetivo de derrocar al Gobierno de Felipe González.
Lo interesante es que la resurrección a esta segunda vida mediática del muerto viviente Amedo ha tenido lugar precisamente en el periódico que más implacablemente le desacreditó durante todo el proceso de los GAL: El País. Amedo goza de repente de un espacio enorme en la casa de papel de sus adversarios, quienes parecen ver en su nueva versión de los hechos la confirmación de la tesis de la conjura que El País defendió con tanto ahínco mientras la justicia se dedicaba a investigar, juzgar y condenar delitos de secuestro o asesinato, como fueron el caso Marey y el caso Lasa y Zabala, organizados y ejecutados desde el Estado que gobernaba González. Curiosos vaivenes de criterio, que encuentra creíble el testimonio de alguien tan sólo cuando coincide con la opinión formada de antemano.
EL PSOE, por boca de su secretario de política institucional, Alfonso Perales, ha corrido a exigir explicaciones al PP por lo que declara hoy el secuestrador, haciéndose eco del despliegue informativo. La nueva versión del caso Marey ofrecida por Amedo parece tener como objetivo restañar las heridas sufridas por el PSOE en el proceso de los GAL, acusar al PP de partido conspirador, al juez Garzón, de prevaricador, y al diario El Mundo, de manipulador. En otras palabras, un auténtico ajuste de cuentas. Pero ¿es ése realmente el efecto que puede producir el regreso de Amedo al escenario público? La respuesta difícilmente puede ser afirmativa. Volver a poner sobre la mesa el caso GAL, juzgado y condenado ya por la justicia en base no a un solo testimonio de parte interesada, sino a un conjunto de pruebas y declaraciones contrastadas, es en realidad un flaco favor que se le hace a la dirección del PSOE y, en particular, al presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Un verdadero abrazo de oso que, además de reabrir la herida del terrorismo de Estado bajo Gobierno socialista puede dar excusas al PP para eludir su responsabilidad en el terrorismo de Estado internacional que ha supuesto la guerra de Irak.
Porque si la nueva dirección del PSOE ha dado muestras desde su llegada al poder de haber aprendido la lección del caso GAL --contra el terrorismo no se pueden ni deben emplear medios ilegales, porque éstos no hacen sino fortalecerle a la vez que debilitan al Estado de derecho--, la dirección del PP, con Mariano Rajoy a la cabeza y José María Aznar en la retaguardia, ha demostrado que su oposición a la guerra sucia contra ETA no tuvo más objeto que servirle de instrumento para llegar al Gobierno, pues no ha dudado después en emprender una versión aumentada de la misma atrocidad al embarcarse en la guerra sucia contra el terrorismo en Irak. De nuevo, esta vez a escala mundial, se han empleado medios ilegales para combatir el terrorismo que sólo han conseguido fortalecer a los terroristas y desacreditar la democracia en nombre de la cual se dice combatir.
Resulta interesante comparar la respuesta de quienes han sostenido la acción de gobierno en ambos casos de lucha ilegal contra el terrorismo (caso GAL y guerra de Irak), porque desde ideologías contrapuestas, progresistas y conservadores coinciden en una misma actitud: desacreditar a quienes han denunciado el perverso uso del poder. Como en el dicho popular, se han fijado en el dedo que acusaba más que en el horror que éste señalaba. Una estudiada e interesada estrategia de confusión.
ESTÁ POR ver lo que da de sí este regreso de Amedo. El tono agresivo e irresponsable del debate político español de los últimos meses hace pensar lo peor: un nuevo espectáculo de acusaciones cruzadas, de insultos, chulerías y amenazas. Más tinta con la que el calamar de la clase política española trata de ocultar su carencia manifiesta de altura moral e intelectual. Pero, en todo caso, mal haría Rodríguez Zapatero en alentar o permitir que su partido, después de haber acertado a pasar una página negra de su historia, pretendiera reescribir el pasado a la medida de sus rencores y frustraciones (como el PP se empeña todavía en hacer con las elecciones del 14-M). Menos aún si en tal reescritura se emplea la tinta envenenada de un delincuente.