El fondo de la cuestión

Por Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB (29/01/04):

El grave episodio de la entrevista entre Carod-Rovira y los dirigentes de ETA no es un error político casual, sino la consecuencia de la manera de hacer política de ERC y de sus contradicciones objetivas con el PSC e IC, sus socios de Gobierno. Era difícil imaginar que el conflicto estallara tan pronto y alcanzara las dimensiones a las que está llegando, pero también era ingenuo pensar que el Gobierno tripartito se fundamentaba en unas sólidas bases programáticas, ideológicas y sociales.

La actual Esquerra Republicana procede de tradiciones diversas y de corrientes políticas distintas, no todas ellas anteriores a la Guerra Civil. Pero el espíritu hoy dominante en ERC lo ilustra bien la lamentable experiencia de la sublevación del 6 de octubre de 1934 contra el legítimo gobierno de la República. Las consecuencias de aquel triste episodio fueron, como es sabido, gravísimas. El motivo, sin embargo, era insignificante: estar en desacuerdo con la entrada de ministros de la CEDA, entonces el principal partido de la derecha, en el gobierno de Madrid.

Se cuenta que el presidente Companys encabezó la sublevación, muy poco convencido de su oportunidad, simplemente para demostrar a algunos compañeros de su partido que era un buen catalanista. "Ara no podreu dir que no sóc catalanista", dijo para acallar a sus críticos. Así, con absoluta frivolidad, echó por la borda muchas esperanzas. Comparar este gravísimo suceso con la entrevista de Carod con ETA sería totalmente desmesurado pero, en el fondo, la actitud de Carod al acudir a la cita se corresponde tanto con aquellos que presionaron a Companys como al mismo Companys cayendo en tan burda trampa. Como ahora, la nula inteligencia política de ambas partes sólo sirvió, en definitiva, para reforzar a sus principales adversarios.

Este espíritu ligero y simplón se ha visto confirmado por las explicaciones públicas que ha dado Carod tras su fracasada hazaña. Sorprende su desconocimiento de las responsabilidades a las que se debe un dirigente político y la sensación de que ignora tanto lo que supone dirigir la Generalitat como las ideas de solidaridad, lealtad y disciplina que son exigibles a quienes forman parte de un gobierno. Carod utiliza un lenguaje a primera vista brillante para ocultar razonamientos simples que pretenden resolver cuestiones complejas. Todas las cualidades propias de un político populista.

En el mes escaso de Gobierno tripartito, las muestras de todo ello han sido abundantes. Dos ejemplos: por un lado, hacer públicos los cinco nombres de los candidatos a consellers antes de que los escogiera el presidente de la Generalitat; por otro, revelar Ernest Benach, presidente del Parlament, ciertos aspectos de su conversación privada con el Rey para así enfrentarlo con el Gobierno de Aznar. En estos mismos días, Carod ha seguido empeñándose en justificar su actuación al mantener que en su entrevista con la cúpula etarra había actuado como secretario general de ERC, no como miembro de un gobierno. Por último, tampoco parece haber comprendido que su contacto con ETA no es equiparable a las conversaciones oficiales del Gobierno español en Argel o al breve encuentro en Zurich. Todo ello revela que Carod y la dirección de Esquerra Republicana tienen una cultura de gobierno insuficiente y un escaso sentido de cómo funciona un Estado.

Sin embargo, todo ello no es lo decisivo para explicar la difícil situación actual. Lo decisivo es un problema más de fondo y afecta a las bases mismas sobre las que se asienta el nuevo Gobierno de la Generalitat. Se trata de saber si es factible resolver las contradicciones entre un partido de ámbito exclusivamente catalán que tiene como aspecto central de su programa el nacionalismo independentista y los otros dos partidos con dimensión estatal que se declaran –en grados distintos– socialistas y federales. ¿Es posible que los tres desarrollen una acción de Gobierno coherente?

Las dificultades son obvias, y la entrevista de Carod con ETA las ha puesto inmediatamente de manifiesto, especialmente en el caso del PSC. A partir de ahora ya sabemos que toda actuación del tripartito que incida en la política española es susceptible de ocasionar fricciones y roces con el PSOE. Los socialistas catalanes tienen capacidad autónoma de decisión en la política interior de Catalunya pero no, como es natural, en la política española, donde deben contar con la opinión del resto del PSOE. En cambio, ERC está totalmente libre de ataduras externas. Uno, por tanto, debe decidir en función de los intereses de España y otro sólo de los intereses de Catalunya. Las contradicciones sólo han comenzado a mostrarse.

Además, varias declaraciones de dirigentes de Esquerra han revelado que una de las intenciones de su partido es enfrentar al PSC y a IC con los partidos estatales de los que forman parte. El diputado de ERC Uriel Bertran lo expresó claramente hace un par de semanas: "El tripartito también nos beneficia en tanto que, tarde o temprano, obligará a las izquierdas catalanas a entrar en contradicción con sus referentes españoles. Habrá que ver como éstos gestionan esta contradicción y si sabrán romper algunos cordones umbilicales ideológicos aún existentes". La deslealtad no sólo está en el Gobierno. Culturas políticas distintas, ámbitos territoriales diversos, finalidades dispares, traiciones solapadas. Frágil Gobierno nacido con fórceps. En todo ello está el fondo de la cuestión.

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