Tres de cada cuatro rechazan la violencia contra el dictador (EL MUNDO, 27/07/06):
Una mayoría del 73,7% (equivalente a tres de cada cuatro entrevistados) considera que no habría sido legítimo el uso de la resistencia armada y del terrorismo para luchar contra la dictadura de Franco.
Esta sólida mayoría se mantiene con sólo ligeras variantes en los diferentes grupos de edad: es más alta entre los mayores de 65 años y más baja entre los menores de 30, aunque en éstos alcanza el 71,4% y se aproxima, por consiguiente, a la media.
Los votantes del Partido Socialista se muestran algo más tibios (la mayoría rechaza la violencia contra Franco, aunque su peso proporcional es cuatro puntos porcentuales más bajo que la media). Los votantes de Izquierda Unida son los menos entusiastas en la condena, pues rehúsa la violencia sólo un 59,3%.
Los votantes del Partido Popular, en cambio, se muestran de modo abrumador contra el uso de la violencia: el 84,6% la rechaza, frente a sólo un 12,2% que la considera correcta.
La legitimidad de la violencia contra la dictadura de Franco es algo que aceptaría algo menos de la quinta parte de los encuestados, el 18,7%, y ello gracias a los altos valores registrados entre los votantes de IU, coalición que acoge al Partido Comunista, (32,3%) y entre los agnósticos/ateos (33%).
Vuelve a llamar la atención el punto de radicalismo que se encuentra en los entrevistados más jóvenes, entre quienes la resistencia armada para combatir el régimen de Franco encuentra el apoyo del 22,2%, mientras que entre los mayores esta opinión es sostenida por el 15,1% (es decir, por uno de casi siete). Los mayores de 65 años son aún menos amigos de esa violencia contra Franco: la entendería legítima únicamente el 13,4% (uno de cada siete y medio).
Como es lógico, los católicos rechazan de forma contundente esa violencia. Sólo entre los católicos no practicantes tal violencia es admitida por el 17,3 %.
Actividad guerrillera
Tras la II Guerra Mundial, el PCE, con participación de anarquistas y el apoyo de algunos socialistas a título individual, organizó una actividad guerrillera para derribar a Franco. Estimaba que el dictador se encontraba debilitado tras la derrota de nazis y fascistas.
Según algunas fuentes, el PCE disponía de 12.000 hombres, muchos de los cuales habían luchado en el maquis francés contra los nazis. Otras fuentes cifraban ese ejército en 9.000. Lo que acaso no sabía el PCE es que el Estado Mayor español conocía desde septiembre de 1944 sus propósitos (según Luis Suárez en Francisco Franco y su tiempo, III).
Entre el 3 y el 7 de octubre de ese año, 650 hombres entraron por el Roncal y Roncesvalles, aunque sólo unos pocos lograron pasar el Ebro. Otro grupo intentó entrar por la zona fronteriza entre Hendaya y San Juan sin conseguirlo. Y el día 12, grupos de guerrilleros cruzaron los Pirineos por el Valle de Arán, en lo que llamaba el PCE el inicio de la «reconquista de España».
La invasión fue un fracaso. La gente de los pueblos no aceptó a los invasores en una reacción contraria a la que habían previsto. Pasados unos días, siendo evidente el fracaso de la operación, Santiago Carrillo dio orden de retirada.
La actividad guerrillera se extendió hasta 1951 e incluso un poco más allá. Los españoles no tuvieron conocimiento de su existencia, salvo los que sufrieron o contemplaron directamente su actividad, pues la censura prohibió a los periódicos hacer la más mínima referencia a estos acontecimientos.
En cuanto a las personas que participaron en estas acciones, las distintas fuentes discrepan. Pons Prados (en Guerrillas españolas) calcula que 15.754 personas fueron detenidas o resultaron muertas, mientras que la Dirección General de Seguridad, la Guardia Civil y el Ejército elevaron la cifra a 25.004.
Fuentes franquistas establecieron en 307 los muertos sufridos entre Guardia Civil (concretamente 257), militares y policías, y en 446 los heridos.
En cuanto a los atentados contra Franco, de los que muchas veces se habló, no hay ninguno confirmado. Los historiadores no han dado importancia a las distintas versiones sobre supuestas tentativas.
En realidad, Franco gozaba de una protección excepcional. Vivía en un palacio a las afueras de Madrid -El Pardo- fuertemente custodiado por el Ejército, se desplazaba en horarios no conocidos previamente, a gran velocidad, con una fortísima protección -generalmente en medio de una caravana formada por varios coches y numerosos motoristas de su guardia-, y los lugares a que acudía eran protegidos como auténticas fortalezas.
Posiblemente se proyectaron muchos atentados contra Franco -los anarquistas se atribuyeron varios planes- pero no hay constancia de de uno solo que se llevara a cabo realmente.