El frenesí de las bolsas

En estos acusados descensos bursátiles de principios de año ha habido ventas forzadas, es decir ventas que han efectuado inversores que necesitaban hacerlo sí o sí. Es el caso de los fondos soberanos de países productores de petróleo o el caso de fondos VAR (Value at Risk) que tienen límites de riesgo, siempre acentuados, por su puesto, por los seguidores de tendencia que operan en los mercados. ¿Cómo afecta esto al inversor de largo plazo que no tiene ninguna necesidad de vender, que constituye por supuesto la gran mayoría?

Cuando un inversor adquiere acciones de una empresa cotizada en bolsa está asumiendo dos riesgos, el propio de la actividad de la empresa, y el derivado de las variaciones de las cotización que se produzca por cualquier otro motivo no relacionado con la evolución de la empresa en sí, como pueda ser por ejemplo el estado de ánimo colectivo de los inversores. Las cotizaciones pueden pues divergir significativamente del correcto valor de las empresas, denominado valor fundamental, que depende básicamente de los resultados que estas obtengan. Cuando el valor de las empresas supera a las cotizaciones, existe lo que se denomina un descuento fundamental. En consecuencia, cuando un inversor adquiere acciones de una empresa cotizada en bolsa se puede beneficiar de dos fuentes de rentabilidad, el propio aumento del valor que la empresa tenga fruto de su actividad habitual, y el descuento fundamental con el que pueda haber adquirido las acciones en el momento de su compra. Las empresas cotizadas en bolsa, muy a menudo sorprendidas por la evolución dispar de sus cotizaciones en relación con la evolución de sus negocios, suelen aprovechar esta coyuntura. Principalmente lo hacen comprando sus propias acciones en el mercado cuando creen que la cotización está demasiado baja, lo que se denomina autocartera. Es esencial que los inversores aprovechen esta circunstancia en su favor, adquiriendo acciones con descuento cuando ello sea posible.

Entre tres y seis veces por año en el mercado se instalan temores que provocan descensos temporales pero intensos de las cotizaciones, los conocidos dientes de sierra. En la gran mayoría de ocasiones se trata de temores infundados que en pocas semanas o meses pasan al olvido y las cotizaciones se recuperan. Recuerden episodios recientes como el ébola o Grecia, por ejemplo. En los últimos 20 años solo dos de los incontables temores que han afectado al mercado han sido fundados, la burbuja tecnológica del 2000 y la crisis de Lehman Brothers del 2007. Los demás, la inmensa mayoría, han sido un mero ruido pasajero. ¿De qué se trata esta vez?

Los teóricos argumentos tras los descensos son China y el petróleo. Ambos son extremadamente débiles. En lo referente a China, las previsiones de crecimiento económico que efectúa el FMI han permanecido invariables desde enero del 2015 hasta la actualidad. Decía el FMI hace un año que China crecería en el 2015 el 6,8%, y al final el crecimiento ha sido superior, del 6,9%. Las previsiones del FMI hasta el año 2020 están hoy igual que hace un año, y reflej an crecimientos superiores al 6% anual. En este contexto macroeconómico sin cambios, las acciones A chinas, las de las bolsas de Shanghái y Shenzen, donde las familias chinas representan el 90% del volumen negociado, tuvieron una fortísima subida en la primera mitad de año y un fortísimo descenso en la segunda mitad. Ni uno ni otro se explican por causas económicas. Las acciones H chinas, las que cotizan en Hong Kong, donde mayoritariamente operan los grandes inversores institucionales extranjeros, tienen un comportamiento mucho más estable. Las acciones A dependen pues más de los agentes que en ella intervienen que de las noticias económicas. La solución sería fusionar las bolsas, de forma que todos los inversores, profesionales o particulares, adquirieran las mismas acciones. Las cotizaciones serían menos volátiles.

En lo referente al precio del petróleo la situación es más esperpéntica si cabe. En primer lugar, los descensos del precio del petróleo son buenos tanto para el conjunto de beneficios de las empresas, petroleras aparte, como para el conjunto del PIB mundial, países productores aparte. En segundo lugar, el consumo del petróleo está en máximos históricos. Hoy se consumen cada día en el mundo 95 millones de barriles diarios, muchos más que los 87 del año 2007. El descenso del precio del petróleo es pues un tema de exceso de oferta no de demanda. El fracking norteamericano, la guerra comercial Arabia Saudí-Iran, los nuevos pozos descubierto s por las petroleras,... No puede tratarse en ningún caso una mala noticia para las bolsas, luego la actual correlación positiva entre bolsas y petróleo se romperá en algún momento. En definitiva, ruido, mucho ruido.

Jaume Puig, Director general de GVC Gaesco.

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