El frente africano de China

El texto sagrado de China no es un libro sagrado como la Torá, la Biblia o el Corán. Más bien, es El arte de la guerra de Sun-Tzu. La idea central de Sun es que la “máxima excelencia no reside en ganar cada batalla sino en derrotar al enemigo sin siquiera pelear”.

De modo que no sorprende que la astucia y el engaño formen una parte esencial de la cultura diplomática y corporativa china. De hecho, a lo largo de los siglos sirvieron como el principio para la supervivencia y el éxito de los líderes chinos.

Hoy en día, somos testigos de la aplicación de las ideas de Sun en África, donde los principales objetivos de China son asegurar los suministros de energía y minerales para alimentar su precipitada expansión económica, abrir nuevos mercados, recortar la influencia de Taiwán en el continente, consolidar su floreciente autoridad global y hacerse de las cuotas de exportación asignadas por África. (Las compras de industrias textiles sudafricanas y nigerianas por parte d China son buenos ejemplos de esta estrategia. Los textiles exportados a todo el mundo por estas industrias se consideran exportaciones africanas cuando, en realidad, hoy son exportaciones chinas).

Con astucia, China buscó ubicar sus inversiones y diplomacia en África dentro del contexto del antiguo movimiento no alineado y el “espíritu Bandung”, una época en la que muchos africanos veían a China como una nación hermana oprimida y, en consecuencia, respaldaban los esfuerzos de la República Popular por ganar una banca permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en reemplazo de Taiwán. Y, por supuesto, China ofreció un firme respaldo a las luchas y esfuerzos anticoloniales de África para poner fin al apartheid.

Al intentar describir sus acuerdos actuales con África como una cooperación “donde todos ganan”, China deliberadamente pretende retratar las relaciones actuales de África con Occidente como de explotación. A diferencia de China, sostienen sus líderes, Occidente sigue teniendo de rehenes a los países africanos a través de una combinación de acuerdos comerciales desiguales, falta de acceso a los mercados de capital, dependencia de la ayuda, desregulación financiera y liberalización económica, austeridad presupuestaria, una deuda agobiante, intromisión política e intervención militar.

Lo que los chinos callan es que el creciente compromiso de su país en África creó tanto oportunidades como riesgos para el desarrollo africano. Si bien el comercio, la inversión extranjera directa (IED) y la ayuda de China pueden ampliar las opciones de crecimiento de África, también promueven lo que sólo puede llamarse una situación donde uno gana y el oro pierde. Ya que, dejando de lado el petróleo, África tiene una balanza comercial negativa con China.

Para empeorar las cosas, las exportaciones africanas a China demandan incluso menos tecnología que sus exportaciones al mundo. El porcentaje correspondiente a China de los productos primarios no procesados provenientes de África fue más del 80% de sus importaciones totales desde África. De la misma manera, las importaciones consisten en productos chinos baratos de una calidad notoriamente mala.

El nivel de IED china que ingresa a África hoy en día es sorprendente. Pero esta IED china está atada a créditos concesionales y existe mucha contabilización doble, ya que las mismas inversiones se registran como flujos de ayuda y a la vez como ingresos de IED. Dado el alto volumen de créditos concesionales ofrecidos por China, la preocupación por la carga de deuda futura de los países africanos es cada vez mayor. Y no importa cuánto publicite China su accionar en África, el mayor contribuyente de ayuda financiera al continente es la diáspora africana. De hecho, Sudáfrica, no China, es el país con mayores inversiones en el resto de África.

No sorprende que el credo de China de “no interferencia en los asuntos internos” y “separación de los negocios y la política” sea música para los oídos de los líderes africanos, que se pelean por cantar loas a la cooperación china con sus países. Las actitudes de estos líderes recuerdan el peor comportamiento de sus antecesores, muchos de los cuales se comprometieron hace siglos con las crecientes potencias imperiales de Occidente para frenar el crecimiento de la industria indígena. Por el contrario, estos señores feudales del pasado eligieron importar productos manufacturados de Europa a cambio de sus propios súbditos, a quienes exportaban como esclavos.

Cuando se abolió la esclavitud, los términos de asociación con los colonizadores occidentales cambiaron de comercio de esclavos a comercio de materias primas. Después de la independencia a comienzos de los años 1960, durante la Guerra Fría, enfrentaron a Occidente con el bloque soviético por el mismo propósito.

Hoy, muchos líderes africanos persiguen políticas similares con China, que llegó a acuerdos en toda África para asegurar petróleo crudo, minerales y metales a cambio de infraestructura construida por empresas chinas. De ahí la importación de mano de obra china a un continente que no carece de trabajadores capacitados. De hecho, en el lapso de apenas una década, más chinos fueron a vivir a África que europeos hay en el continente, incluso después de muchos siglos de régimen colonial y neocolonial europeo. Con prácticas al estilo apartheid –que incluyen el homicidio de trabajadores locales por parte de un ejecutivo chino en Zambia-, los gerentes chinos imponen condiciones de trabajo atroces a sus empleados africanos.

Hoy, China tomó control de una enorme franja de industrias africanas locales, en el proceso de acaparar sus cuotas de exportación asignadas. A medida que crezca el papel económico global de China, sus costos de mano de obra aumentarán y su moneda se apreciará, erosionando su competitividad. ¿Podrán los fabricantes chinos luego mirar a África como una base de producción, utilizando las instalaciones que construyeron y las hordas de trabajadores que han venido exportando sostenidamente allí?

Los líderes chinos se enorgullecen de un profundo sentido de la historia y de tener una visión a largo plazo del desarrollo de China Aún así, al perpetuar una asociación con la misma casta de líderes corruptos que operaron en secreto con los anteriores invasores y explotadores de África, los chinos se olvidaron de que los africanos, aunque muchas veces fueron sus propios enemigos (y los peores), al final terminaron sacando ventaja de sus adversarios.

Los descendientes de los comerciantes de esclavos y dueños de esclavos en Estados Unidos hoy tienen un hombre negro como presidente; todos los colonizadores de África fueron derrotados y expulsados; y los defensores del apartheid hoy están gobernados por aquellos a quienes despreciaban y de quienes se abusaron por generaciones. A menos que los chinos cambien sus maneras, les depara el mismo destino en África. Sun-Tzu lo entendería.

Por Sanou Mbaye, ex miembro del equipo de gestión senior del Banco de Desarrollo de África, banquero de inversión senegalés y autor de L’Afrique au secours de l’Afrique.

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