El frente de la mentira

A lo largo de estos últimos años y meses, cuando -tanto en ámbito privado como público- me he referido al proceso que vive España y, sobre todo, cuando he afirmado la existencia de un «frente popular», la reacción de quien lo ha escuchado oscilaba entre la infinita distancia y el rechazo. No se quería aceptar la realidad del proceso que iniciaron ETA y Rodríguez Zapatero en los arranques de los dos mil ni la culminación del mismo en el «frente popular».

Lamentablemente, día tras día, acta tras acta de los encuentros entre los enviados de Rodríguez Zapatero y ETA, derivada tras derivada de aquel proceso, confirman tanto la existencia del mismo como del «frente» resultante.

Resulta una obviedad señalar que esta culminación, el «frente de 2019» es diferente, no es idéntico al que emergió en España en el gobierno de 1936. La sociedad española era radicalmente diferente a la de hoy, pero la fórmula política decidida finalmente no es distinta; la suma de los peores componentes para gobernar España en ambos momentos de nuestra historia.

El frente de la mentiraEl «frente» de hoy tiene más componente nacionalista y secesionista que aquel, porque en su origen hace más de una década y media estaba ETA, porque arrancó con una negociación desde el Gobierno de España con un proyecto de ruptura, porque llegó el «procés» catalán como la primera derivada de aquella decisión, porque hoy se instala en Navarra la vanguardia del nacionalismo vasco, de la mano esta vez de los socialistas, porque el número de comunidades periféricas afectadas por el fenómeno nacionalista se acrecienta.

El «frente» no es el gobierno de los españoles ni el de España, sino que es el gobierno del «proceso». En consecuencia, el frente popular encierra las mismas características del proceso del que nace.

Si el proceso, esto es una negociación pactada entre el Gobierno de España y ETA, fue opaco, oscuro, vergonzante, escondido, su gobierno, su administración, tendrá exactamente las mismas características. Es un frente asentado y marcado en la mentira, en un juego permanente para esconder su auténtica naturaleza, en el que están hace muchos años. Una mentira en progresión geométrica.

El frente se inició con una mentira; no había negociación ETA-Gobierno, ETA y Bildu se enfrentaron y ganaron los segundos, la mayoría de los españoles derrotamos a ETA; luego continúa con la mentira de que la corrupción era la causa fundamental de la moción de censura contra Mariano Rajoy; al final, Navarra y un gobierno del Frente popular culmina este proceso.

Hoy en particular, la mentira -que ha estado presente siempre en este proceso- se sustancia en los llamamientos permanentes e hipócritas al Partido Popular y especialmente a Ciudadanos para trasladar la impresión de que ellos, los socialistas, no querían el «frente» y que los auténticos responsables del futuro gobierno son los demás.

Estarán condenados a no decir nunca la verdad, porque la mentira con que se impulsó el proceso imprime carácter. Durante estos últimos largos años he comprendido que la crisis actual tiene en la prevalencia de la mentira sobre la verdad su principal componente y que es verdad que, por regla general, los hombres de las tinieblas son más astutos que los hombres de la luz.

Dicho lo cual, lo que más nos debe preocupar en el día de hoy no es la estrategia y el sectarismo de los que componen el frente. El problema auténtico, a veces desesperante, el problema de verdad radica en la ceguera, en la incapacidad de entender lo que sucede, en las personas que no estamos en el frente, tanto en el ámbito político como en el social, como en los medios de comunicación.

Uno de los efectos de los frentes es que lamina, expulsa, mata, escojan el verbo que quieran, la alternativa. Por ejemplo, los frentes ridiculizan los partidos bisagra, porque estos últimos pierden su razón de ser, les convierten en un partido imposible, incoherente, porque no se puede pactar de verdad con un frente, ni siquiera territorialmente. La configuración de este «frente» nos desconcierta, porque su diagnóstico nos divide y enfrenta a quienes no somos del mismo.

Me atrevo a afirmar y reiterar el título de una tercera de ABC que tuve el honor de escribir el pasado 9 de febrero, «La urgencia moral de una alternativa», es decir, todo lo contrario a la realidad que se ha ido produciendo desde aquella fecha. Todos los partidos políticos que no forman parte del «frente» tienen que ser capaces de concentrar todos sus esfuerzos en la urgente tarea de presentación y diseño de una alternativa, en la refundación inaplazable del espacio político que ocupan, por difícil que ello sea.

No hay que engañarse, hoy todavía no hay alternativa, entre otras razones porque uno de los principales objetivos del frente es que no la haya.

Ayer muchos se sorprendieron con el desenlace de la moción de censura, hoy se escandalizan del devenir de Navarra, mañana ya veremos. Sin embargo, la lógica del proceso es implacable.

Siempre he reiterado -con poco éxito- que frente a la tozudez extrema de los movimientos nacionalistas, el conjunto de los españoles no sabemos ser tenaces y perseverantes.

Cambiamos de estrategia, de posición y actitud sin razón alguna, sin que ellos, quienes integran el movimiento nacionalista, hayan cambiado un ápice, una coma de su posición y, sobre todo, de sus objetivos. Nos cansamos, nos aburrimos de ser coherentes, de decir la verdad, y de vez en cuando, nuestra tendencia a la comodidad nos lleva a la puesta en marcha de genialidades tácticas o estratégicas, abrazando el mal llamado y perverso «proceso de paz».

La pregunta que debemos hacernos es qué podíamos esperar de un acuerdo contra natura entre el Gobierno de España y de un proyecto como el de ETA, fundamentado en la ruptura de España. El resultado no solo es un gobierno mal llamado Frankenstein, porque lamentablemente es mucho más, sino la administración de un proceso letal para la derecha, para la izquierda constitucional y democrática y puede serlo para España.

Los frentes hacen estragos fuera del mismo, su efecto destructivo nos contagia a todos. Mientras no diagnostiquemos, enunciemos y nos concienciemos sobre el frente, estaremos indefensos frente a sus efectos y consecuencias.

Los frentes, por su propia naturaleza, son instrumentos de fractura y destrucción nunca de suma. Empiezan destruyendo la alternativa, desde la división y la fractura, posteriormente y aunque no quieran, destruirán todas y cada una de las instituciones de la nación, especialmente las que más nos unen y cohesionan. Acabarán destruyéndose, suicidándose, fracasarán, pero estará por ver el grado de daño que produce al conjunto, a España y a nuestra convivencia.

Seguimos sin comprender la profundidad y naturaleza de la crisis que nos caracteriza, no solo a los españoles, sino a todos los europeos: una crisis moral, de principios, de referentes permanentes, de carácter antropológico, de la verdad. En todos los países la crisis es de la misma naturaleza, que nos está llevando al extremo desorden, pero en España se manifiesta de forma singular: la crisis en España es la crisis de España.

Jaime Mayor Oreja es presidente de la Federación Europea One of Us.

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