El fútbol, ayer y hoy

El Mundial de Qatar está confirmado que el fútbol se ha convertido en el deporte rey, con todas las ventajas e inconvenientes que ello tiene. Tanto puede salvar a un gobierno en crisis como hundir a un pueblo en depresión. Rebasa las fronteras de la política, la economía, los sexos y las tradiciones. A qué se debe es fácil de explicar: supera en sencillez a todos los demás deportes, al consistir en meter una pequeña pelota, que puede ser de goma, cuero o incluso trapo, en una portería muy grande, lo que no significa que sea fácil, como demuestran los menguados resultados, sobre todo comparados con los del baloncesto o golf; puede jugarse en cualquier terreno, pelado, encharcado o incluso la calle siempre que no circulen muchos coches, como hicimos muchos, y ante todo y sobre todo, se juega con los pies, lo que lo hace mucho menos predecible, permitiendo que los teóricamente más débiles ganen a los en apariencia favoritos. Que es lo que le gusta a la mayoría de la gente, no importa el color, religión y categoría que tengan. De hecho, se juega más con el corazón, con el ánimo, que puede ser la última explicación de su popularidad.

El fútbol, ayer y hoySu origen se pierde en la leyenda. El 'Popol Vuh', libro sagrado de los mayas, habla de partidos jugados con pelotas de caucho entre buenos y malos. P. G. Woodehouse describe partidos medievales hilarantes entre pueblos vecinos que duran 24 horas, pero con él nunca se puede decir si habla en serio o broma, así que voy a ceñirme a mis recuerdos del fútbol, que empiezan en los años treinta del pasado siglo, con los ecos de Amberes y la 'furia española'. Los equipos eran entonces piramidales, con el portero en la punta y el resto de los jugadores ensanchándose, ya que todo se concentraba en el ataque. Ante él tenía la pareja de defensas, dos mocetones, Mieza-Oceja, Mesa-Aparicio, encargados de tener despejada el área chica, con el triplete de medios delante, Gabilondo-Germán-Machin, Ortuzar-Ortiz-Urra, listos a frenar la ofensiva rival y a servir balones a la delantera, compuesta nada menos que por cinco, Iriondo-Panizo-Zarra-Venancio y Gainza, Enrique-Arencibia-Pruden-Campos y Vázquez con la vista puesta en la puerta contraria. El juego era muy simple: patadón del portero o defensa a una banda, donde aguardaba el extremo que salía como una flecha para ceder el balón al delantero centro con la pierna como un gatillo hacia el gol. Y si no él, los interiores, mucho más finos, lo intentarían Los chavales no parábamos hasta tener las caras de nuestros equipos favoritos, en los cromos que curiosamente llamaban 'Cultura'. Verles a ellos en persona. y no digo verles jugar, ni se nos pasaba por la cabeza.

Esto duró hasta que, a mediados de la década de los cuarenta, llegó el San Lorenzo de Almagro, equipo argentino con sus botas como escarpines, que contrastaban con los borceguíes de piel gruesa y tacos criminales de los nuestros, aunque lo de verdad diferente era el juego, mucho más sofisticado, de pase largo o corto según la situación y regate mucho más efectivo. Ganaron al Atlético de Madrid y dos veces a la selección española, empatando con el Athletic de Bilbao, Valencia, Deportivo de la Coruña y Sevilla, perdiendo sólo con el Madrid. Con intervención gubernamental, según los rumores, nunca confirmados, como solía ocurrir en aquellos tiempos.

Pero aquello nos hizo ver que nuestro fútbol se había quedado anquilosado y era necesario remozarlo. Curiosamente, el cambio no se inició en uno de los grandes equipos, sino en la Real Sociedad, que contrató como entrenador a Benito Díaz, que había entrenado en Francia e introdujo un nuevo esquema de juego, la WM, conectando tres defensas con tres medios, mientras los otros dos conectaban con los dos interiores. A muchos no les gustó, pero los resultados mandaban y los demás fueron adoptándolo en la siguiente década, al tiempo que empezaban a llegar jugadores extranjeros, del Este europeo e Iberoamérica, todos ellos de primera calidad, Kubala, Cruyff, Di Stéfano, magos del balón que elevaron el nivel de nuestros equipos. Aquí tengo que parar porque quien salí fui yo y sólo pude seguir el fútbol español de lejos, Alemania primero, Estados Unidos luego. Aunque ello me permitió ver y cubrir algunas de las victorias de nuestros equipos en las competiciones europeas, con lo que nos plantamos en el presente. Lo importante fue que empezamos a tener también jugadores y equipos capaces de medirse con los mejores extranjeros. Fue la edad de oro de nuestro fútbol.

Una edad que puede estar a punto de convertirse en pasado. Si los campeonatos mundiales durante ese periodo han sido ganados por selecciones europeas o iberoamericanas, el de Qatar apunta un cambio de ciclo, puede de era en el fútbol. Fue ya una advertencia que Italia, que había logrado alguna vez el cetro, no lograra clasificarse. Luego fueron eliminados los grandes de este deporte, Alemania, Inglaterra, Holanda, la propia España, incluso Brasil, que muchos daban como vencedor. En el caso español no fue ante un grande sino ante un equipo al que nadie había dado posibilidades, Marruecos, señal inequívoca de un cambio profundo en el mundo del fútbol. ¿Cómo es posible que los mismos jugadores que triunfan en los mejores equipos europeos fracasen ante una selección con la que nadie había contado?, se pregunta todo el mundo. Pues porque el fútbol se juega con el corazón tanto o más que con los pies. Y porque las ligas europeas no son comparables a los campeonatos mundiales, en los que está en juego el prestigio de un país. No dudo de la profesionalidad de los grandes futbolistas. Pero no es lo mismo pelear por el equipo que te ha fichado que por tu país, sobre todo si ese país pertenece al Tercer Mundo. Esa 'milla extra' que tienen los jugadores africanos y asiáticos les falta a los que ni siquiera tienen colegio y, ellos o sus padres, han padecido una odisea para alcanzar ese paraíso que es Europa.

Es otro de los indicios de lo que hace poco más de un siglo Oswald Spencer llamó 'La decadencia de Occidente', que desde entonces no ha hecho más que acentuarse, como demuestra que el destino del mundo lo rigen hoy Estados Unidos y China. También pretende hacerlo Putin sin darse cuenta de que su país-continente ha elegido el peor modelo para ello. Los reveses que está sufriendo en Ucrania no son más que consecuencia de un sistema fallido política, económica y militarmente. Cree que Occidente es débil, ineficaz y chantajeable, pero el suyo ni siquiera destaca ya en deportes pese al enorme esfuerzo que les dedica. Nosotros podemos estar en decadencia, pero Rusia está en la descomposición, que sólo podrá evitar por la fuerza bruta.

Habrá quien me objete que si Marruecos ha llegado a la semifinal es porque sus mejores jugadores han hecho su carrera deportiva en países europeos y bastantes han nacido en ellos. Pero ese precisamente ha sido un aliciente, al conocer el racismo más o menos oculto que existe hacia los inmigrantes. Francia es la que más se ha beneficiado, al tener el mayor número y deberles las principales victorias. En cualquier caso, si la tendencia continúa como hasta ahora dentro de un par de décadas los equipos europeos estarán formados por jugadores africanos en su inmensa mayoría, aunque competirán con los del golfo Pérsico para ficharlos. Pero ese es ya otro asunto.

José María Carrascal es periodista.

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