El futuro de la Sanidad, en manos de todos

Según dice la página web de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIRef), su misión es “garantizar el cumplimiento efectivo del principio de sostenibilidad financiera de las Administraciones Públicas”. Pues bien, en las conclusiones de su reciente estudio Spending Review sobre los medicamentos dispensados a través de receta médica, se antepone el objetivo del ahorro cortoplacista a la sostenibilidad, es decir, al mantenimiento futuro de nuestro Estado de Bienestar, lo cual genera mucha inquietud.

Se avecina tormenta para el emprendimiento privado en sanidad y particularmente para la industria farmacéutica y tecnológica. Y es que, en lugar de apostar por reformas estructurales, se opta por dar otra vuelta de tuerca a los proveedores... hasta que ya no quede industria o tejido al que apretar, claro.

Mas allá de soflamas ideológicas sobre lo mala que es la industria farmacéutica -alentadas muchas veces en los medios por lo escandalosa que resulta la combinación problema de salud vs. lucro económico, lo que parece que da argumentos morales para estrangularla-, convendría recordar que si la esperanza media de vida de la población mundial ha aumentado 20 años en las últimas décadas ha sido gracias a la innovación y la investigación de este tejido empresarial. Y lo mismo podría decirse del logro de que enfermedades antes mortales ahora se cronifiquen o que haya mejorado sustancialmente la calidad de vida de los pacientes.

Conviene recordar también que esta industria aporta cientos de millones de euros en impuestos y genera miles de puestos de trabajo, ya sea en la fabricación de fármacos o en la distribución. Y está la labor social ingente que realizan los farmacéuticos a través de un modelo de farmacia que llega hasta el último pueblo de nuestro país.

No creo que haya que recordar lo que implica la generación de innovación e investigación para el futuro de un país y lo mermada que está en España por falta de financiación pública. Por eso es oportuno subrayar la inversión que la industria farmacéutica realiza en hospitales públicos y privados a través de los ensayos clínicos en pos de mejorar los tratamientos de los pacientes.

Por todo ello, creo que es un error impedir o poner dificultades a la actividad del sector privado en Sanidad, como se está haciendo, por ejemplo, con la aplicación de subastas y de elección de medicamentos únicamente en función del precio.

Tenemos un sistema sanitario que es de los mejores del mundo: por sus coberturas, por el alcance de población al que llega y por la actitud y aptitud de unos profesionales que son, de lejos, los peor pagados dentro de los países de nuestro entorno. Un sistema que, por sus ratios de eficiencia, es la envidia de muchos países, aunque aquí no se mida ni un resultado clínico, ni económico, ni la satisfacción de los pacientes.

Sin embargo ya hay signos que nos avisan de que el sistema se esta resintiendo. El más reciente, la noticia de que el Sistema Nacional de Salud necesite de la donación de Amancio Ortega para actualizar la tecnología en el diagnóstico y tratamiento del cáncer porque estaba claramente obsoleta. Pero podrían mirarse otros signos, como las listas de espera, el tiempo medio que los medicamentos nuevos están tardando en entrar en la financiación pública, o el hecho de que haya comunidades autónomas que careciendo de cirugía robótica en el sector público, niegan la que sí existe en en el privado únicamente por cuestiones ideológicas o, lo que es peor, por el qué dirán. El resultado es que el ciudadano pierde las ventajas que para su salud y calidad de vida supondrían el uso de la tecnología disponible.

Es verdad que la transferencia de la Sanidad a las comunidades autónomas y las consiguientes dificultades que tiene el Estado para homogeneizar y controlar la gestión sanitaria hacen muy complicado poder trabajar en una línea de estrategia común para los próximos años. Por eso es imprescindible el famoso pacto sanitario del que se viene hablando hace años.

Pero también es absolutamente cierto que, o empezamos desde ya a aplicar medidas y reformas con visión de futuro, o la llegada de la cuarta revolución industrial y la industria 5G va a producir tal brecha en el mundo sanitario español que en una década puede ser insalvable. Porque, ¿qué pasará cuando la diferencia entre el sector público y el sector privado no sea la posibilidad de operarte con cirugía robótica sino la de hacer un tratamiento personalizado basado en datos y material genético? ¿Y cuando pueda someterse al paciente a un tratamiento u otro en función de parámetros determinados por inteligencia artificial?

Es preciso fomentar la inversión sanitaria pública, mirar hacia el futuro con un modelo de gobernanza unificado que piense en todos los ciudadanos y hacer un mapa de recursos públicos y privados para ponerlos a disposición de la sociedad. La diferencia de atención en el sector público y privado debería centrarse en cuestiones de hostelería o personalización en el trato, pero nunca en la calidad de la asistencia.

Es imprescindible implicar y promover la participación de los profesionales, fomentar y ayudar la investigación pública y privada, comprometer a los pacientes para hacerlos responsables del seguimiento de su salud. En mi opinión, no necesitamos pacientes empoderados, pero sí comprometidos, porque un paciente empoderado es un paciente arrogante que se cree lo que no es, mientras que un paciente comprometido es un paciente educado, libre y responsable que se preocupa de lo que acontece con su salud. Quizás de tanto empoderamiento viene el incremento en las agresiones de los profesionales sanitarios que estamos registrando en los últimos tiempos.

En definitiva, contamos con una Sanidad de gran nivel y ambiciosa en sus pretensiones gracias a la suma del sistema sanitario público y privado, a unos profesionales envidiables y a un modelo de farmacia excepcional. Pero debemos de tomar conciencia de la situación y aplicarnos para tratar de seguir manteniendo los máximos niveles del Estado de Bienestar que podamos procurarnos. Nos va el futuro en ello.

Juan Abarca Cidón es presidente de HM Hospitales.

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