El futuro de las niñas ya llegó

Tiene cuatro años, todavía es una niña. Sus ojos destellan entusiasmo y curiosidad, su rostro se ilumina con la posibilidad de aprender y explorar el mundo, está ávida de absorber palabras, experiencias y emociones nuevas de aquellos que la rodean. Ella podrá convertirse un día en una líder visionaria, una científica innovadora, una artista genial, una madre amorosa o cualquier otro rol necesario para impulsar una sociedad prospera y dinámica.

Imaginen que logra desarrollar su potencial: recibe los cuidados, amor, educación y protección en los entornos donde está creciendo, se la valora y da las mismas oportunidades de aprendizaje que a su hermano. Los maestros la incentivan a participar en clase, en su casa su padre trata con cariño y respeto a su madre y la disciplina se enseña con limites consistentes y sin violencia, recibe la información y servicios que necesita para tomar decisiones informadas y oportunas sobre su sexualidad y reproducción.

Sin embargo, sabemos que en muchos países las niñas enfrentan un sinfín de restricciones y riesgos debido a su género, entre los cuales se cuenta la violencia, la manifestación más extrema de la desigualdad de género que continua inexcusablemente a limitar el potencial y afectar a millones de niñas y mujeres en nuestra región. Uno de cada cuatro niños y niñas en América Latina y el Caribe región sufre castigos físicos, mientras que otros estimados sugieren que una de cada cinco niñas sufre abuso sexual y una de cada cuatro niñas fue testigo de la violencia que sufrió su madre en manos de su padre.

El uso de formas violentas de disciplina contra los niños suele coexistir en hogares donde la mujer sufre violencia por parte de su pareja, lo que en América Latina y el Caribe afecta a una de cada tres mujeres. La exposición de los niños a la violencia, tiene efectos profundos y duraderos que pueden afectar la arquitectura cerebral, generar problemas psicológicos y comportamientos de riesgo que comprometen su desarrollo físico, socio-emocional y cognitivo, y por ende socavan las inversiones realizadas en educación, salud y bienestar infantil. Esta también afecta sus posibilidades de establecer relaciones no violentas con sus parejas e hijos en la vida adulta.

Es por esto por lo que la prevención de la violencia durante la infancia es una de las estrategias más prometedoras para detener la transmisión intergeneracional de la violencia contra la mujer. Hasta la amenaza de la violencia determina las elecciones y acciones de las niñas restringiendo su potencial y condicionándolas a evitar las oportunidades para manejar los riesgos que enfrentan. A medida que las niñas internalizan su responsabilidad de manejar estos riesgos, comienzan a precensurar su potencial.

La evidencia sobre los factores de riesgo compartidos por la violencia contra la mujer y contra los niños, así como de las consecuencias comunes y acumulativas de ambos tipos de violencia sugiere que consolidar los esfuerzos para abordar los factores de riesgo comunes puede prevenirlas también.

La violencia contra los niños puede evitarse a través de estrategias probadas o prometedoras. Entre estas quiero destacar en este mes que se celebra el Día de la Mujer, las que son particularmente relevantes para el ámbito de intervención del desarrollo infantil, la salud y la protección social. La efectividad de estas estrategias depende del grado en que los múltiples sectores involucrados colaboren y articulen su accionar:

  •  Apoyar a madres, padres y cuidadores a desarrollar competencias y habilidades que favorezcan el desarrollo de relaciones cercanas y positivas con sus hijos, a través del refuerzo de conductas deseables en los niños, la disciplina positiva y la responsabilidad compartida entre varones y mujeres por el cuidado y las tareas domésticas. Los programas de crianza pueden implementarse en sesiones grupales y visitas domiciliarias.
  •  Educar para la igualdad creando entornos educativos que sustenten las mismas oportunidades de aprendizaje para niños y niñas, eviten la reproducción de estereotipos de género y modelen relaciones equitativas. Esto requiere formar a los educadores en el desarrollo de programas pedagógicos, el uso de materiales e interacciones que promuevan la igualdad en el aula y con las familias.
  •  Apoyar la aplicación y vigilancia de las leyes por las autoridades competentes, que penalizan los castigos violentos a los niños, el abuso sexual y la violencia contra la mujer identificando, refiriendo y acompañando a las víctimas de violencia desde las diferentes instancias de interacción con las familias.
  •  Transformar la adhesión a normas de género restrictivas y nocivas que normalizan el uso de la violencia para disciplinar a las mujeres y a los niños y promover normas y prácticas que favorezcan relaciones respetuosas y equitativas entre adultos, entre niños y niñas y entre adultos y niños.
  •  Fortalecer los servicios de detección, respuesta y apoyo a víctimas de la violencia. Esto requiere apoyar la coordinación entre los programas que brindan servicios a las mujeres que sufren violencia de pareja y aquellos que se focalizan en el desarrollo infantil, para que los primeros puedan brindar apoyo y protección a los niños de las víctimas y para que las intervenciones que promueven el desarrollo infantil puedan brindar una respuesta adecuada a las madres de los niños que sufren maltrato.

Deseo que todas las niñas puedan completar una educación de calidad que les enseñe a pensar críticamente sobre el mundo que las rodea y a expresar sus opiniones. Que su primera relación sexual sea consensuada y segura y que si deciden casarse y tener hijos al terminar sus estudios, lo hagan cuando y con quien elijan, que vivan libres de violencia. Deseo que las niñas sepan que valen lo mismo que sus congéneres varones y que no tengan que demostrarlo, que sepan que su mamá tiene los mismos derechos que su papá, que aspiren a ser lo que sueñen ser, tengan la audacia de perseguir sus sueños y no tengan que sortear obstáculos absurdos y ofensivos por el hecho de ser mujer. Quisiera que cada una de ellas esté convencida de que es valiosa y capaz, y que se merece todas las oportunidades de este mundo.

Clara Alemann, ella es especialista en el diseño y gestión de programas de desarrollo social con una perspectiva de género en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.

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