El futuro de Líbano

Por Eduardo Aguirre, embajador de Estados Unidos en España y Andorra (EL PAÍS, 13/11/06):

El primer grupo de 435 soldados españoles llegó recientemente al Líbano para ayudar a garantizar la paz y la estabilidad en la región como parte de las fuerzas de la UNIFIL. Estados Unidos está convencido de que ayudar a Líbano a recuperar su equilibrio político y económico es vital para su estabilidad y libertad futuras y para el rumbo político de toda la región. Por eso, aplaudimos la importante contribución de España a la labor de la UNIFIL.

Antes de que estallara el conflicto del pasado verano, Líbano se encontraba inmerso en un cambio drástico. Tras el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en febrero de 2005, millones de libaneses tomaron las calles para exigir la democracia y el final de la injerencia de Siria en los asuntos de Líbano. Inspiraron al mundo y forzaron a Siria a acelerar la retirada de sus fuerzas militares y de inteligencia.

Líbano parecía triunfar sobre la inestabilidad y la adversidad que habían dominado su pasado reciente. Un número récord de turistas y libaneses de la diáspora llegaron para disfrutar de los magníficos lugares de vacaciones con que cuenta el país, su apasionante vida nocturna y su clima mediterráneo. Líbano gozaba de una notable renovación económica. Parecía muy cerca de un impresionante renacimiento de la esperanza.

Y entonces Hezbolá atacó. El 12 de julio, los terroristas de Hezbolá penetraron, a través de las fronteras internacionales, en territorio israelí, secuestraron a dos soldados israelíes y mataron a otros. El mundo entero vio cómo se intensificaba el conflicto resultante y se enfrentó a una difícil decisión. Era imposible ignorar el coste humano que ese conflicto estaba causando tanto a Líbano como a Israel. Algunas voces apelaron a un alto el fuego inmediato. Pero Estados Unidos comprendió que un alto el fuego que estableciera una mera pausa temporal, sin abordar las causas fundamentales del conflicto, se traduciría inevitablemente en un nuevo retorno al ciclo de violencia.

Y así, Estados Unidos comenzó una intensa labor diplomática para sentar las bases de una paz sólida, sostenible y duradera. La resolución 1.701 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada por unanimidad, proporciona esa base. Y lo que es más importante, exige la disolución y el desarme de las milicias armadas en Líbano, el final de la injerencia extranjera por parte de Siria y otros actores regionales y la restauración de la plena soberanía del Gobierno libanés en todo su territorio.

Toda la comunidad internacional comparte estos objetivos de ayudar al Gobierno de Líbano a construir y fortalecer sus instituciones democráticas y fomentar el crecimiento económico mientras se crea una nueva dinámica de más estabilidad y paz en la región. Debemos ayudarles a hacer valer su soberanía en todo el país, proteger sus fronteras y, con el tiempo, desarmar a todas las milicias.

Gracias a contribuciones como la participación de España en la UNIFIL, se está avanzando mucho. En el sur de Líbano hay ya casi 9.000 soldados internacionales, no sólo de España, sino también de Francia, Italia, Turquía, Polonia, Portugal, Alemania, India y otros países. Con el cese de las hostilidades, Estados Unidos dio inmediatamente 50 millones de dólares a organizaciones humanitarias para responder al sufrimiento y a las necesidades de los desplazados causados por el conflicto. La mayoría de los desplazados han podido regresar a su hogar y la escasez crítica de combustible y otras mercancías ha terminado.

El presidente Bush ha prometido 230 millones de dólares iniciales de ayuda humanitaria, para la reconstrucción y para la seguridad. España ha prometido más de 30 millones de euros. Francia acogerá una conferencia de donantes en enero, otro importante paso adelante en la ayuda de la comunidad internacional. Dada la merecida fama de los libaneses de tener visión para los negocios y capacidad empresarial, hay una sólida base para el optimismo sobre el éxito de la labor de reconstrucción de Líbano.

En última instancia, el desarme a nivel nacional de Hezbolá, instigadores del conflicto del pasado verano, será uno de los mayores retos para avanzar. Reconocemos que sólo sucederá mediante el diálogo interno. Es un proceso que necesita tiempo, pero que tiene que realizarse. Es incompatible con la democracia y la estabilidad que se permita que los grupos participen en el proceso político mientras mantienen milicias armadas.

El conflicto causó mucha destrucción, dolor y sufrimiento. Pero su solución ha abierto oportunidades más allá de Líbano.

Hoy Oriente Próximo se encuentra en una encrucijada. En toda la región hay señales esperanzadoras de una tendencia hacia la democracia, pero cada día se nos recuerda que también hay una resistencia violenta. Hay líderes valientes que quieren lograr las condiciones para una paz duradera, y hay radicales y extremistas que quieren causar más sufrimiento y fomentar un conflicto mayor.

Estados Unidos seguirá apoyando a los gobiernos moderados, como el Gobierno elegido democráticamente en Líbano, en sus esfuerzos para satisfacer las necesidades de su pueblo y fomentar que arraigue la libertad auténtica. España puede sentirse orgullosa de estar contribuyendo a que Líbano tenga un futuro mejor y más esperanzado.