El futuro está en el Índico

Desde el siglo XVI, el Atlántico ha sido el centro del mundo, dado que era la vía del comercio entre América y Europa. El desarrollo de Estados Unidos como potencia mundial a partir de la segunda mitad del siglo XIX incrementa la importancia económica y militar de una vía de comunicación que se convierte en vital para Occidente cuando este es el centro del mundo. La globalización, la emergencia de China y también de la India como potencias económicas mundiales y el fin de la guerra fría hacen perder valor estratégico al Atlántico. De hecho, hoy ya es más importante el tráfico comercial que llega a Europa desde Asia vía Mediterráneo y Suez que el que tiene el origen o destino en América a través del Atlántico.

La segunda y tercera potencias mundiales en los próximos 10 años serán China y la India, y es posible, dependiendo de la evolución de la economía, que en los próximos 20 años China supere en poder económico a EEUU. La situación de vecindad de estos dos países hace ine- vitable su competencia y conflicto, derivado de la voluntad de controlar áreas de influencia en recursos y mercados necesariamente comunes.

La centralidad que hasta la fecha ocupaba el Atlántico se ha trasladado al Índico, área que comunica la India, China y los países productores de petróleo y gas. El consumo de petróleo de China se ha doblado entre 1955 y el 2005, y volverá a hacerlo en el 2020. Lo mismo puede decirse de la India, que en el 2006 firmó un acuerdo con Irán para el suministro de gas en los próximos 25 años. Así pues, el océano Índico es el camino para el suministro de los dos mayores consumidores de gas y petróleo del siglo XXI, una energía estratégica para su desarrollo, y, por lo tanto, el Índico se convierte en un área crítica para dos potencias con más de 2.500 millones de personas y fuertes crecimientos económicos. Pero también lo es porque se trata del camino necesario para las exportaciones de estos dos países, que hoy ya son el centro manufacturero mundial.

La complejidad estratégica del océano Índico --frontera de Arabia, Irán, Pakistán, la India, Malasia y Singapur, Indonesia y China-- es muy superior a la que tenía el Atlántico cuando era la vía de comunicación entre Europa y América y el centro comercial y militar en el conflicto este-oeste durante los años de la guerra fría. La bipolaridad del Atlántico ha sido sustituida por la multipolaridad y el cruce de culturas, intereses económicos, religiosos y militares del Índico, dado que en él se hallan el islamismo y el hinduismo, el capitalismo tradicional de Malasia y Singapur y el capitalismo planificado de China, la teocracia autoritaria de Irán y la democracia casi federal de la India. Es, pues, bastante probable que esta proximidad y vecindad de potencias emergentes, distintas en cultura, religión e intereses, dé paso a conflictos que pueden derivar en guerras locales que, por su importancia e impacto en el resto del planeta, podrían llegar a ser mundiales.

Eventualmente, se podría crear una tercera potencia en el Índico formada por los países islámicos: Arabia, Pakistán, Irán, Irak, Malasia e Indonesia, con más de 550 millones de personas, pero no es probable que esto acabe ocurriendo, pues diferencias religiosas --chiís y sunís--, pasados de guerras cruentas --Irán e Irak-- y alianzas estratégicas opuestas no parece que puedan convertirla en una potencia comparable, aunque inferior, a China y la India, pese a la fuerza económica y estratégica derivada de su producción de gas y petróleo.

No es probable que Occidente, incluso que EEUU, tengan la posibilidad de ejercer una influencia decisiva en una zona tan alejada geográficamente, y esto puede convertir los conflictos que allí se generan en incontrolables. Esta es la primera vez en 500 años que la política mundial dejará de estar directamente controlada por Occidente.

Pese a esto, aún es posible para EEUU, no tanto para la UE, intentar desempeñar un papel estabilizador en la zona a través de acuerdos con una de las dos alianzas que se formarán alrededor de China y la India. Aliarse con el pequeño, probablemente la India, por otro lado más cercano por cultura y lengua a Occidente, probablemente podría compensar el poder económico, militar y estratégico del mayor, China, pero la alianza contraria también es posible, y esto es lo que lo hace creíble el poder estabilizador de EEUU en la zona.

Del mismo modo que a partir de 1750 la política española impulsada por los ministros de Fernando VI y Carlos III, cuando España ya era una potencia de segundo orden, fue crear una capacidad militar suficiente para romper el equilibrio de las dos potencias mundiales del momento --el Reino Unido y Francia-- a través de la alianza con una de ellas, ahora Occidente puede actuar a través de la fuerza económica, militar y sobre todo tecnológica, para mantener el equilibrio en lo que va a convertirse en el centro del mundo. Es bastante evidente que el avance tecnológico de Estados Unidos y la Unión Europea se mantendrá en el futuro, y esta es la fuerza que, utilizada inteligentemente, puede reducir la tensión entre las dos futuras potencias mundiales: China y la India.

En política, quizá como en ninguna otra actividad humana, la actuación derivada de la constatación y la conciencia de la propia fuerza es esencial. La historia lo ha probado sin excepción por la vía de los hechos.

Joaquim Coello, ingeniero.