El giro internacional de Sánchez hace peligrar los intereses de España

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, está acostumbrado a cambiar de parecer. Sin pudor, sin vergüenza, sin importarle las consecuencias. En política interior nos sorprende con cada nueva contradicción -aunque a fuerza de costumbre la sorpresa va menguando-.

Ahora su último viraje se da en política exterior. El pasado 12 de febrero durante la sesión de control al gobierno se refería al presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, como "líder de la oposición". No pasó desapercibido ese lapsus y se le exigió rectificar. Una rectificación que todavía no ha llegado.

Y no llega porque el presidente del Gobierno español se ha reafirmado en lo que realmente cree. Si bien España reconoce a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela desde el 4 de febrero de 2019, no hay que olvidar que este reconocimiento fue tibio y tardío y sólo tras hacerlo el Parlamento Europeo, primera institución de la UE que se pronunció rotunda e inequívocamente en este sentido -a pesar de los votos en contra de los socios Podemitas de Sánchez-. Y, sobre todo, tras la presión del Partido Popular recordando el deber moral de nuestro país con el pueblo venezolano. Un deber que pasa por defender la dignidad, la libertad, la democracia, y los derechos humamos en un país donde se contabilizan alrededor de 1.000 presos políticos.

Muchos gobiernos europeos no entendieron esta demora de España, pero respetaron nuestro papel de interlocutor y puente entre Europa e Iberoamérica. Una vez que España se pronunció, el reconocimiento a Guaidó de prácticamente todos los estados Miembros de la Unión Europea se sucedió en cascada.

Un año más tarde, los principales mandatorios europeos -así como las principales democracias de todo el mundo- miran estupefactos a España. Mientras el ministro Ábalos se reunía en Barajas con la número dos de Maduro, Delcy Rodríguez, contraviniendo sanciones de la UE que le prohíben pisar suelo europeo así como sobrevolar su espacio y Pedro Sánchez rechazaba reunirse con Juan Guaidó durante su visita a España, otros líderes europeos como Angela Merkel, Sebastian Kurz, Kyriakos Mitsotakis, Boris Johnson y Emmanuel Macron lo recibían con honores de jefe de estado.

Formalmente, supone un vaivén en la política exterior de España hacia Venezuela y Latinoamérica, en general. En la práctica, responde a una convicción personal de Sánchez, que ahora encuentra eco en sus socios de Gobierno quienes siempre consideraron a Guaidó como "golpista".

A los hechos me remito: ¿Ha denunciado el Presidente Sánchez los sucesos del 5 de enero en los que se impidió a Juan Guaidó acceder a la Asamblea Nacional? ¿Ha exigido a Díaz Canel la liberación de los disidentes cubanos como Guillermo Fariñas a quién el régimen castrista detuvo recientemente cuando se dirigía a participar en un evento en la Eurocámara? Contrasta la inacción y el silencio del gobierno de España, con la diligencia y rotundidad del Parlamento Europeo reafirmando su apoyo a Juan Guaidó como presidente interino legítimo así como la condena al intento de golpe para evitar su reelección como presidente de la Asamblea Nacional Venezolana. La Eurocámara también se apresuró a exigir la inmediata liberación del Premio Sájarov para la libertad de conciencia, Guillermo Fariñas.

Y en cuanto a Bolivia, el Gobierno todavía no ha dado explicaciones sobre el grave incidente del pasado diciembre en la embajada de México en ese país que involucra a diplomáticos, funcionarios y escoltas españoles.

Cuando Sánchez llegó a la Moncloa reafirmó el compromiso de España con el fomento y la protección de los derechos humanos. Sin embargo, a los pocos meses viajó a Cuba, donde sólo en el pasado mes de septiembre se contabilizaron más de 480 detenciones arbitrarias, para rendir pleitesía al dictador heredero de dictadores Díaz Canel, mostrando un absoluto desprecio hacia los disidentes y la oposición perseguida con quién no se reunió.

Y este viaje a punto estuvo de hacer fracasar la negociación alcanzada bajo el gobierno del Partido Popular acerca del derecho de veto de España sobre Gibraltar tras el Brexit.

Pedro Sánchez y su entonces Ministro de Exteriores y ahora jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, priorizaron la visita a un tirano (de izquierdas, eso sí) mientras en Bruselas se cerraban los últimos flecos de la negociación del Brexit en la que España se jugaba el futuro de Gibraltar. Por suerte, de nuevo, la voz de alarma del Partido Popular despertó al gobierno obligándole a actuar.

Recientemente, los llamamientos del Partido Popular obligaron al Gobierno de coalición a rectificar el organigrama oficial de Exteriores que relegaba las relaciones con Iberoamérica, prioridad histórica de la diplomacia española, a una dirección general que hubiese puesto fin a la tradición de rango de Secretaría de Estado.

Estas actuaciones suscitan dudas sobre el papel que el actual gobierno quiere para España en sus relaciones con Latinoamérica. Por evidentes razones históricas, culturales y afectivas, nuestro país debe asumir el liderazgo de la Unión Europea con la región. Es responsable de que Europa, en su "apetito por influencia" al que apeló Borrell en la Conferencia de Múnich no ceda su influjo en la zona a la cada vez más creciente presencia de China y Rusia. No obstante, las últimas decisiones del Ejecutivo, a quién Maduro no duda en calificar de amigo, cuestionan este papel, nos dejan en evidencia ante nuestros socios europeos y molestan a nuestros aliados norteamericanos, en un momento en el que el que se deben reforzar las relaciones con los Estados Unidos tras la incapacidad del gobierno para frenar los aranceles impuestos a productos españoles y que podrían provocar pérdidas económicas en el campo que rozan los mil millones de euros.

Esta falta de rigor y coherencia hace peligrar también la nueva posición que España está llamada a ocupar en la Unión Europea tras la salida del Reino Unido. Un puesto de influencia que nos hemos ganado a pulso, como socio fiable y responsable. España por mérito propio ha de estar a la cabeza de Europa pero para ello necesitamos un Gobierno con una estrategia ordenada y creíble a corto, medio y largo plazo. Y un liderazgo que ponga los intereses del país por encima de los propios personales.

Antonio López-Istúriz White es Secretario General del Partido Popular Europeo y eurodiputado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *