El Gobierno de Pedro Sánchez entierra la historia

Cicerón, en su obra De Oratore, describió la historia como magistra vitae –maestra de la vida– y también afirmó que «no saber lo que sucedió antes que nosotros es como ser incesantemente niños».

El Gobierno de Pedro Sánchez está a punto de propinar una nueva patada a la calidad de la educación mediante el currículo de ordenación de las enseñanzas de Bachillerato. Esta vez, golpeará la historia de España, que ya no será maestra de nuestras vidas, porque el líder y sus estrategas de la mediocridad han decidido que los futuros alumnos no la conozcan de manera completa o su evolución cronológica, sino a retazos y por peculiares ejes vertebradores.

Los acontecimientos históricos ya no se enseñarán de manera ordenada en su devenir, sino por bloques temáticos y seleccionando e interpretando los acontecimientos. Sánchez quiere adoctrinar a las nuevas generaciones y, por eso, sin ir más lejos, les habla de la II República como «proceso reformista y democratizador», sin tacha alguna. No sé qué es más preocupante, este engaño al alumnado en sí mismo o que el modelo de democracia de aquellos que nos gobiernan sean los asesinatos indiscriminados, incluido el del líder de la oposición, la quema de iglesias o la anarquía que caracterizaron ese régimen.

Ya desde el preámbulo del nuevo currículo, la historia de España aparece vertebrada en cuatro ejes: la libertad, las identidades nacionales y regionales, la economía vista desde el punto de vista de la sostenibilidad y justicia social, la historia de otros países y las relaciones internacionales. Añaden el movimiento feminista, el compromiso social y el desarrollo sostenible. Sí, lector, aunque no lo reconozcas, esta es la nueva asignatura Historia de España que van a estudiar nuestros alumnos.

Para hacer más grande el engendro, el Gobierno quiere que las comunidades autónomas y los centros educativos fijen y elijan los contenidos que quieren explicar o no, renunciando a su papel como vertebrador y garante del modelo educativo español. Si un Gobierno autónomo no quiere que se hable de los Reyes Católicos, Al Andalus o los Austrias, no se mencionarán en el temario. El estudio de la historia se concentrará especialmente en los dos últimos siglos de tal forma que no parezca que existimos antes de la etapa contemporánea. Para el sanchismo no es importante lo que sucedió en la Península Ibérica en la Edad Antigua y los visigodos, la Edad Media, la formación de la Monarquía Hispánica y su expansión mundial o el reformismo de los primeros Borbones.

Y es que el Gobierno socialcomunista ha emprendido una patética cruzada para que en la nueva educación se olviden las lecciones de la historia, reescribiéndola y vendiéndola en el mercado del adoctrinamiento, para uso y disfrute de ciudadanos que nunca deben crecer ni madurar en libertad.

No se puede abordar el estudio de la historia desde un prisma politizado y sesgado, olvidando conocimientos y hechos esenciales, que ayudarán a los ciudadanos a argumentar por sí mismos, conociendo sus causas y sus efectos.

Eso sí, en el decreto mucha identidad y nacionalismo por doquier, confundiendo España con el nacionalismo español y situándolo a la misma altura que otros nacionalismos del siglo XIX, no reconociendo la existencia de una identidad española, sino que ésta es múltiple. En casi 500 páginas, se hacen 177 alusiones a la identidad, 123 referencias a las emociones, 93 citas a los sentimientos y tan solo siete veces se nombra la exigencia. Pareciera que el esfuerzo es un virus que provoca traumas terribles, incompatibles con la educación del futuro.

Para que los alumnos no se desanimen, el Gobierno sigue su campaña de rebajas, ofreciendo superar el Bachillerato con un suspenso. Este bono suspenso se unirá al bono voto cultural, cuando los alumnos cumplan 18 años, y la operación de captación electoral juvenil de la izquierda quedará completada.

En Madrid no cesaremos nuestra lucha en defensa de la calidad de la educación, es uno de los objetivos prioritarios del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso. Afortunadamente no estamos solos, en la última conferencia de Educación, los consejeros de gobiernos regionales, que representamos a más de 23 millones de habitantes, hicimos críticas sustanciales a este despropósito de decreto de Bachillerato. Sin embargo, el Gobierno sanchista no nos escuchó y lo aprobará en pocos días. Luego se llenarán la boca hablando de la cogobernanza y otros retruécanos vacíos, pero la historia, maestra de la vida, los pondrá en el lugar que les corresponde.

Enrique Ossorio Crespo es consejero de Educación, Universidades, Ciencia y portavoz de la Comunidad de Madrid.

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