El gran centro: España encarrilada

Arrinconada la izquierda transformadora por largo tiempo, emerge el gran centro. El parto será doloroso. Sánchez y Rivera no han hecho otra cosa que esgrimir unos fórceps horripilantes del siglo XIX. Ficción. A pesar de las trifulcas, nacerá la España de Merkel. Un país de segunda, periférico, arregladillo, al que si le interesa cubrirá la resignación con una gruesa capa de orgullo patriótico. La España de Merkel empezará pronto a andar, y a crecer si mantiene las preceptivas desigualdades. Pese a las protestas de los perjudicados, que somos casi todos, es previsible que el gran centro tenga una mala salud de hierro. El resultado del 26-J ha encarrilado España. Un problema menos para Europa. Probablemente seguirá por esta vía mientras las convulsiones geopolíticas no provoquen un descarrilamiento o no haya la revuelta que Iglesias y los suyos acaban de frustrar.

El gran centro España encarriladaPor mucho que algunos se burlen de las elucubraciones sobre el gran centro, que debía pivotar sobre el pacto PSOE-Ciudadanos, el gran centro se ha hecho mayor. Rajoy acentúa su perfil moderado, dialogante y reformista. Si ya había sacrificado a Ruiz-Gallardón y Wert para alejarse de la extrema derecha, ahora renunciará a la herencia ideológica de Aznar. En manos de Rajoy, el PP se acabará de transformar en un partido de altos funcionarios pragmáticos. Son injustos los análisis que han situado al PP de Rajoy en la parte más tenebrosa del arco ideológico europeo. A Rajoy, que es tan de derechas como un diplodocus, le importan tan poco las ideologías que no se preocupa ni de la suya. ¿Que ahora toca liderar el gran centro a tres bandas, y si es posible reducirlo a dos? Manos a la obra. Rajoy quiere gobernar. Es adaptativo y se adaptará.

Los problemas serios los tendrá con el PSOE. El PSOE es imprescindible pero teme a Podemos. El dilema socialista no es de nombres sino de fondo: cuanta más justicia social, menos Podemos. Y viceversa, cuanta más desigualdad, más Podemos o el sustituto de Podemos. A pesar del peligro, parece imposible incrementar la igualdad con este límite de déficit. Peor todavía, la precariedad laboral y el grave desequilibrio en el gasto por generaciones privilegian a la tercera edad y condenan a los jóvenes a una formación deficiente y a la exclusión. En España, los ancianos entierran a los jóvenes en vida, literalmente, y así se condena a un país a no ascender de categoría. ¿Cómo se las arreglará el PSOE, tan bien instalado en pleno centro, para garantizar estabilidad y al mismo tiempo aparecer como campeón de una igualdad que no va a llegar? Este guion no está escrito, pero si su equipo lo sabe redactar y él se aplica como buen funámbulo, Pedro Sánchez se puede consolidar.

¿Va a durar mucho el gran centro de la España merkeliana? Las incertidumbres son determinantes. Por si el estrepitoso fracaso de los sondeos no bastara, conservo, entre otras perlas, un artículo titulado En junio gana el PSOE, que esgrimía una teoría estrambótica sobre el centro y los extremos con el fin de predecir la victoria socialista. Todos la pifiamos, pero es imperdonable que el autor del colosal patinazo firmara como catedrático de Ciencia Política. De ser catedrático de Física, habría sido capaz de asegurar que las estrellas están clavadas con chinchetas en el cielo, pero lo habrían destituido más deprisa que a De Alfonso. Al parecer, las cátedras de Ciencia Política otorgan pátina de impunidad a sus titulares para soltar tonterías.

Con toda prudencia, pues, se puede considerar que el 26-J ha encarrilado a España para dos legislaturas. Lo propicia el fuera de juego en que se ha situado Podemos gracias a la combinación de soberbia y mala cabeza de Pablo Iglesias. Si no sobreviene una revuelta, el gran centro va para largo. De entrada con Rajoy, que establecerá las bases y lo inaugurará. Como difícilmente dejará de estar tocado, quizá más tarde sea relevado, quién sabe. Pero los acuerdos perdurarán, con las recomposiciones internas que convengan y los golpes de codo habituales de las alianzas entre partidos. También dentro de los partidos, porque todos han quedado bastante maltrechos. No tienen alternativa y lo saben.

Persiste el interrogante mayor, que se encuentra en Catalunya. Lejos de entusiasmos postizos, puede ser cierto que si Europa se extralimita y acoge a Escocia para castigar a Londres, negará a Catalunya mientras Madrid se porte bien. Pero si la independencia gana en votos nadie podrá ignorar el dato. Por eso el independentismo aprovecha el desaliento sobre los cambios en España para acelerar. Si los sondeos otorgan un incremento independentista, será aún más urgente sustituir los contrataques de Madrid por contraofertas. Ya veremos si el gran centro es capaz de ello o ayudará ciegamente a la opción independentista a llegar a ser mayoritaria.

Xavier Bru de Sala, escritor.

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