El gran desafío de las ciudades

Por Hermes Binner, intendente municipal de Rosario y presidente del comité de Autoridades Locales de la Internacional Socialista (LA NACION, 04/11/03):

El fenómeno urbano del último siglo se ha caracterizado por la extraordinaria migración del campo a la ciudad, algo que genera una gran concentración urbana, más acentuada en los países periféricos. Pero mientras que en los países centrales las ciudades tuvieron un sentido planificador, en los países periféricos la constante es una ocupación anárquica del suelo.

En los países centrales, la adecuación urbana a los desafíos de la globalización se produjo con rapidez, aunque los inmigrantes que buscan trabajo han generado una nueva problemática. En cambio, las ciudades de los países periféricos son más complejas y conflictivas, fragmentadas, y sus habitantes se enfrentan a transformaciones vertiginosas en todos los ámbitos.

La exclusión social, la segregación espacial y la violencia urbana, sintetizadas en la pobreza creciente, son las características sobresalientes de las ciudades latinoamericanas hoy. La aparición de estos problemas, vinculados a la forma asumida por la expansión económica y los cambios sociales y políticos consiguientes, permiten sostener que hoy la cuestión social en América latina es fundamentalmente urbana.

La transformación de las ciudades se agudiza con la globalización económica; en un mundo cada vez más interrelacionado, las tensiones operan y repercuten en ellas, causando o acrecentando las desigualdades y los desequilibrios urbanísticos. Pero, al mismo tiempo, resurgen con la globalización los sentimientos y valores del pueblo, la identidad cultural de lo local. Puede sostenerse, entonces, que consolidando y reconstruyendo los espacios locales y regionales con adecuadas políticas públicas, y orientando con visión estratégica el proceso de transformación social e institucional, se puede enfrentar y vencer los efectos más negativos.

La inmediatez municipal

El municipio es el nivel jurisdiccional que asume las responsabilidades y acciones u omisiones del Estado nacional y provincial más cercano para los ciudadanos. En este sentido, es crucial la función administradora del Estado y la política como ejercicio de la autoridad local, en pos de la transformación social y el bienestar del pueblo.

Vale, entonces, preguntarse, ¿cómo detener el deterioro de la calidad de vida de las mayorías urbanas en América latina, resultado final de una globalización generadora de desigualdades y de tensiones sociales sistémicas? Este es el desafío. Para enfrentarlo no hay recetas únicas, pero, con seguridad, todas deberán incluir la participación del pueblo.

Es en las ciudades donde la política tiene hoy más sentido que nunca. Sin embargo, los vacíos políticos son muchas veces ocupados por nuevas formas sociales: vecinales, asambleas barriales, asociaciones empresariales, entre otras, que hacen posible crear una nueva forma de relación entre la sociedad civil y la política.

Desde el Estado hay que fomentar esa participación bajo distintas formas y circunstancias. Los ejemplos de Porto Alegre, Montevideo y Rosario, por nombrar a algunas de las ciudades del Mercosur que han planteado en su agenda la superación de la pobreza, pueden mostrar maneras de participación en muchas áreas de gobierno.

Lo más destacado es la puesta en marcha del Presupuesto Participativo, como forma de asignación social de los recursos públicos. Ello significa un cambio cultural fundamental, el paso de una actitud sólo de reclamo a una de construcción colectiva.

La pobreza no se soluciona con los programas asistenciales, por más solidarios y eficientes que sean, pero, paradójicamente, tampoco se soluciona sin ellos. Dichos programas son necesarios durante todo el proceso de recuperación de la economía con creación de empleo productivo. Pero una verdadera y perdurable disminución de los niveles de pobreza e indigencia urbana dependerá de políticas sociales y económicas innovadoras que reemplacen el tradicional asistencialismo pasivo y clientelista.

Generar empleo

Al estado municipal le cabe -aunque con limitaciones- el cumplimiento de cada una de las funciones generales que, teóricamente, le son demandadas al gobierno: las de asignación, provisión y regulación. Pero, de todas ellas, las que en una ciudad se deberían cumplir son las que mejor se ejecutan desde ese nivel de gobierno, sin sobrecarga de funciones o responsabilidades incumplibles o ineficientes.

Es dentro de este esquema donde deben plantearse los ejes de acción a nivel municipal conducentes al crecimiento económico y a la creación de empleo productivo, principios sobre los que trabajamos en la ciudad de Rosario para poner en marcha un profundo proceso de transformación que está próximo a cumplir ocho años.

Uno de dichos ejes se refiere a la movilización y articulación de las actividades productivas del sector privado y a la promoción de nuevos emprendimientos creadores de valor agregado. Se trata del apoyo a la economía formal de la ciudad, favoreciendo el asociativismo, el financiamiento y la formación de emprendedores y de consorcios. La institución rosarina para estos fines es la Agencia para el Desarrollo.

Otro camino apunta a la búsqueda de alternativas para satisfacer necesidades básicas a través del trabajo. En este apoyo a la economía solidaria cabe citar, como ejemplo, a las 800 huertas comunitarias, ocho ferias para la venta de los productos hortícolas, el agregado de valor con las industrias elaboradoras y la formación de cooperativas con el soporte administrativo y contable por parte del municipio.

Un tercer eje tiene que ver con la orientación y estructura del gasto público, especialmente en infraestructura económica y social, así como la transformación de los asentamientos irregulares, conocidos, según los países, como callampas, cantegriles, favelas o villas miserias.

En este campo tenemos una experiencia destacable: el programa Rosario Hábitat, con financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo. Al igual que en Río de Janeiro con el programa Favela Barrio, se trata de viviendas y servicios conexos, pero, lo fundamental, es que se apunta a construir ciudadanía, acercando a sus pobladores al derecho al trabajo, a la alimentación, a la salud, a la educación; en suma, a su identidad ciudadana.

En cuarto lugar, la participación en el proceso de capacitación para el empleo. Nuestra experiencia ha sido también muy fructífera en este campo, a través del Consejo de Capacitación y Formación Profesional.

Para sostener todos estos ejes de acción se necesitan nuevas instituciones que corporicen un Estado moderno, solidario, activo, transparente y con una creciente participación ciudadana. Esto es: no se trata de recrear el viejo Estado sino de incorporar decididamente a la sociedad civil para acercar las soluciones a los problemas de la gente.

Todas estas instituciones estarán, en mayor o menor medida, orientadas a atender los conflictos que genera el proceso de transformación social y reconversión productiva. Estratégicamente hablando, las necesidades que se satisfagan y los problemas que se solucionen en el presente estarán configurando la ciudad deseada del futuro.

El pintor rosarino Antonio Berni creó un personaje llamado Juanito Laguna, un niño a quien representó en distintas escenas jugando con objetos rescatados de la basura. Al referirse a su personaje comentó alguna vez que Juanito no era un pobre niño sino un niño pobre con ojos cargados de porvenir.

El porvenir de América latina depende de nosotros, de que sepamos mirar hacia los valores más profundos de nuestros países, para encontrar las raíces que nos permitan crear y crecer en esta globalización con una cultura de paz y solidaridad. Estas son las señales que los gobiernos de Brasil y la Argentina están destacando hoy.