El gran escándalo

El gran escándalo de la semana pasada fue, al parecer, una deplorable gamberrada en el Colegio Mayor Elías Ahuja de Madrid. Parte de sus colegiales insultaron de forma desafortunada e hiriente a las residentes del Santa Mónica, el colegio mayor vecino. Inmediatamente la hipocresía nacional se disparó. La Fiscalía, el Defensor del Pueblo, la Universidad Complutense y no digamos la izquierda femiloca pusieron el grito en el cielo. Me temo, demos tiempo al tiempo, que el asunto llegará hasta el Parlamento Europeo. La Fiscalía no ha entrado en temas de evidente odio –al lector le vendrán al caletre algunos–, el Defensor del Pueblo mira para otro lado ante delitos de odio como los producidos casi a diario en Cataluña, y la Universidad Complutense fue incapaz de conocer lo que venía ocurriendo en ese colegio mayor y en otros. Todos reaccionaron al son del tam-tam ideológico

Se subieron al carro de la hipocresía y la politización de ese supuesto gran escándalo el propio Sánchez, el ministro de Universidades, Subirats, hasta ahora desaparecido, y la retahíla de fogosos radicales: Rufián, Monedero, Echenique, Mónica García… Todos utilizando un hecho menor con miras electorales. La dirección del colegio mayor expulsó de inmediato a varios colegiales; una decisión hipócrita. El hecho no era nuevo ni desconocido y lo serio hubiese sido la dimisión de la dirección colegial. Pero aquí no dimite nadie y un ejemplo son los ministros discrepantes con su propio Gobierno.

Las alumnas afectadas desmantelaron la estrategia ideológica de la izquierda en un comunicado denunciando la politización del episodio y su utilización sesgada en medios de comunicación. Se trata de una tradición conocida, pues esos hechos se producen desde hace tiempo, los autores del follón son amigos de las estudiantes, se llevan bien. Una grabación en la que aparecen los gritos desafortunados de los colegiales y las respuestas, en parecido tono y también a gritos, de las destinatarias demuestran la intención de lo que no fue sino un desmadre. Los autores del exceso pidieron perdón, actitud desconocida en los inquisidores de ahora cuando se han visto en situaciones parecidas.

Irene Montero, la inútil que regenta un ministerio inútil pero costosísimo gracias a los motivos y servicios acreditados que nadie ignora, consideró violencia de género el gran escándalo. Fue más generosa con su pareja cuando Iglesias insultó a la periodista Mariló Montero diciendo que «la azotaría hasta que sangrase». En Podemos no dijeron ni pío. Iglesias sí reaccionó ante los insultos y agresiones de su compañera Isa Serra a una policía municipal de Madrid a la que llamó reiteradamente puta, pero para solidarizarse con la agresora, no con la agredida. Igual ocurrió con el asalto a teta libre de Rita Maestre a una capilla de la Universidad Complutense; fue condenada pero una instancia judicial superior la absolvió. Los jueces no entraron «en consideraciones ético-morales». Fue una falacia. Hubo ofensa a sentimientos religiosos como recogía la sentencia condenatoria anterior. Cuando existe delito de odio u otros delitos no debe prevalecer la libertad de expresión; no está por encima de la ley.

Sorprende que en la trampa de la manipulación política del episodio del colegio mayor hayan caído algunos dirigentes de la derecha en Twitter y en declaraciones públicas. ¿Desinformación, despiste o cobardía? Si es desinformación, se precipitaron; si es despiste, debieron no caer en él; si es cobardía, menudo papelón. Dejarse arrastrar por la izquierda es un error.

Mientras Irene Montero no reacciona o apuesta siempre por los suyos, su secretaria de Estado anunció una vuelta de tuerca más: se legislará un nuevo concepto de familia que contemplará una visión «más amplia». Por ejemplo, conformarán una familia quienes compartan vivienda aunque no tengan parentesco alguno. Es un paso más en el camino que anunció Celaá, flamante y bien pagada embajadora en el Vaticano, con aquel «los hijos no son de los padres». Detrás de esa afirmación y de la ley de nueva familia con la que se nos amenaza late un intento de ideologización desde la infancia emulando al Movimiento de Pioneros en los países comunistas. Lo que los socios de Sánchez llamarían «socialismo real». Al tiempo, el Gobierno suprime la bonificación a las familias numerosas.

El último episodio, por lo visto menos importante que la gamberrada del colegio mayor, fue la subida de sueldos del presidente del Gobierno y sus ministros. Antes el Parlamento había acordado subir las remuneraciones de senadores y diputados. Es verdad que con el voto en contra de PP y Vox. Como la subida no es renunciable una vez decidida, los discrepantes podían resolver la donación de las diferencias en sus percepciones a una entidad benéfico-social. En estos tiempos difíciles su credibilidad crecería.

Otra guinda indicativa ha sido la congelación por tercer año consecutivo del Presupuesto destinado a la Casa de S.M. el Rey. La Jefatura del Estado es mucho más barata en España que en los demás países europeos, incluyendo nuestros vecinos Francia y Portugal. Es un paso más en el cerco al Rey. Contamos con el mayor número de ministros, la mayor deuda, el mayor gasto y la previsión de más lenta recuperación económica, pero a Sánchez esas minucias no le preocupan. Lo de la gamberrada en un colegio mayor es el gran escándalo. A lo mejor le quita el sueño como anunció que le ocurriría si pactaba con Podemos. Y ya vimos.

Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.

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