El Gran Estancamiento del Ingreso

Actualmente el debate por la desigualdad suele centrarse en la acumulación desproporcionada del ingreso y la riqueza en una pequeña proporción de los hogares estadounidenses y de otras economías avanzadas. Algo que se percibe menos —pero resulta igualmente corrosivo— es la tendencia a la caída o el estancamiento del ingreso para la mayoría de los hogares.

Durante gran parte del período posterior a la Segunda Guerra Mundial y hasta la década de 2000, un sólido crecimiento del PBI y el empleo en las economías avanzadas implicó que casi todos los hogares experimentaran un aumento de sus ingresos, tanto brutos como después de impuestos y transferencias. En consecuencia, una generación tras otra crecieron esperando estar mejor que sus padres. Pero según la nueva investigación del McKinsey Global Institute, es posible que ya no haya garantías para esa expectativa.

Durante la última década, el crecimiento del ingreso se detuvo abruptamente para la mayoría de los hogares en los países desarrollados, entre los cuales se vieron más afectados los monoparentales con jefas de hogar mujeres, o con trabajadores jóvenes de menor nivel educativo. El ingreso real de los salarios y el capital para los hogares en el mismo segmento de la distribución del ingreso fue inferior en 2014 que en 2005 para aproximadamente dos tercios de los hogares en 25 economías avanzadas: más de 500 millones de personas. Entre 1993 y 2005, por el contrario, menos del 2 % de los hogares en esas economías tuvo ingresos iguales o menores.

Los aumentos en las transferencias gubernamentales y las menores tasas fiscales redujeron el efecto del estancamiento o la caída del ingreso de mercado (antes de transferencias e impuestos) sobre los ingresos disponibles. Sin embargo, entre el 20 % y el 25 % de los hogares sufrieron un estancamiento o una caída del ingreso disponible entre 2005 y 2014, mientras que en los 12 años anteriores ese porcentaje había sido del 2 %.

Entre los principales responsables de este cambio se cuentan la profunda recesión y la lenta recuperación posterior a la crisis económica de 2008 en las economías avanzadas. Entre 1993 y 2005 el crecimiento del PBI aportó aproximadamente 18 puntos porcentuales al crecimiento anual del ingreso medio de los hogares, en promedio, en EE. UU. y Europa; ese indicador se desplomó hasta los 4 puntos porcentuales entre 2005 y 2014.

Pero la caída poscrisis del crecimiento dista de ser el único problema. (En ese caso, la última década podría simplemente constituir una anomalía). Existen factores de largo plazo, como la débil inversión, la desaceleración del crecimiento de la fuerza de trabajo y una violenta disminución del crecimiento de la productividad, que han reducido el crecimiento del ingreso para el hogar promedio en la mayoría de los países avanzados respecto del período 1993-2005.

Los cambios demográficos —entre los que se cuentan cambios en la estructura familiar, las bajas tasas de fertilidad y el envejecimiento de la población— llevaron a reducciones tanto en el tamaño total de los hogares como en la cantidad de personas en edad de trabajar con ingresos por hogar. Y los cambios en el mercado de trabajo —impulsados por el cambio tecnológico, la globalización de los empleos con baja y media capacitación, y la creciente preponderancia del empleo temporal y a tiempo parcial— han llevado a que la participación del salario en el ingreso nacional baje y la distribución de ese ingreso entre los hogares resulte cada vez más desigual. Ninguna de esas tendencias se revertirá pronto, Por el contrario, es probable que algunas de ellas se profundicen.

La investigación de McKinsey confirma que esos factores de largo plazo socavan el ingreso en la mayoría de los hogares y Muestra que el ingreso real de mercado en la mayoría de los hogares se mantuvo estable o cayó, aun cuando el crecimiento agregado fue positivo durante el período 2005-2014.

Especialmente en EE. UU., la capacidad de los trabajadores para proteger su participación en el ingreso nacional y de los hogares de ingresos bajos y medios para mantener su participación en la masa salarial, se vieron sustancialmente erosionados. Por ello, el crecimiento real del ingreso medio disponible se redujo en nueve puntos porcentuales entre 1993 y 2005, y en otros siete puntos porcentuales entre 2005 y 2014.

Suecia, donde los hogares promedio recibieron una mayor proporción de las ganancias del crecimiento del producto durante el período 2005-2014, logró revertir esta tendencia negativa. En respuesta al lento crecimiento de la última década, el gobierno sueco trabajó con los empleadores y los sindicatos para reducir la cantidad de horas de trabajo y conservar los empleos. Gracias a esas intervenciones, los ingresos de mercado cayeron o se estancaron en sólo el 20 % de los hogares y hubo generosas transferencias netas, que lograron que el ingreso disponible aumentara para casi todos los hogares.

Ciertamente, EE. UU. también intervino después de la crisis: implementó un paquete de estímulo fiscal en 2009 que, junto con otras transferencias, aumentó el crecimiento del ingreso medio disponible en el equivalente a cinco puntos porcentuales. Una baja de cuatro puntos en el ingreso medio de mercado se convirtió así en una ganancia del 1% del ingreso medio disponible. Pero eso no cambió el hecho de que entre 2005 y fines de 2013 los ingresos del mercado cayeron para el 81 % de los hogares estadounidenses.

De manera semejante, la reciente investigación llevada a cabo por Emmanuel Saez, de Berkeley, muestra que el ingreso real de mercado para el 99 % inferior en EE. UU. creció tanto en 2014 como en 2015 a tasas que no se veían desde 1999. Sin embargo, para fines de 2015, los ingresos reales de mercado para ese grupo habían recuperado sólo dos tercios de las pérdidas que sufrieron durante la recesión de 2007-2009. En otras palabras, la intervención estadounidense fue mucho menos eficaz que la de su contraparte sueca para lograr que los trabajadores recuperaran sus niveles de ingreso anteriores.

Las consecuencias de esos fracasos son de gran alcance. El estancamiento y la caída del ingreso real no sólo funcionan como un freno a la demanda de consumo y el crecimiento del PBI, sino que además alimentan el descontento social y político, ya que los ciudadanos pierden confianza en las estructuras económicas existentes.

Encuestas de MGI en Francia, el Reino Unido y EE. UU. han encontrado que las personas cuyos ingresos no crecen y que no prevén una mejora tienden a percibir el comercio y la inmigración de manera mucho más negativa que quienes experimentan o prevén ganancias. El voto por el brexit en el RU y la oposición bipartidaria a los acuerdos comerciales en EE. UU. son claras señales de esto.

El debate reciente sobre la desigualdad del ingreso en EE. UU. y otros países desarrollados se ha centrado en el rápido aumento de los ingresos para unos pocos, pero el estancamiento y la caída del ingreso para muchos suma una dimensión distinta al debate y exige distintos tipos de soluciones que enfaticen el crecimiento de los salarios para la mayoría en la distribución del ingreso. Frente a un continuo estancamiento y caída del ingreso de los hogares —y con las generaciones más jóvenes camino a ser más pobres que sus padres— resulta urgente encontrar ese tipo de soluciones.

Laura Tyson, a former chair of the US President's Council of Economic Advisers, is a professor at the Haas School of Business at the University of California, Berkeley, a senior adviser at the Rock Creek Group, and a member of the World Economic Forum Global Agenda Council on Gender Parity.
Anu Madgavkar is a McKinsey Global Institute partner.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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