No se pierdan El Debate, la divertida obra de Toni Cantó que se exhibe en los Teatros del Canal y luego irá de gira por diversas ciudades. Con el argumento de las negociaciones para celebrar un cara a cara electoral, desvela toda la sordidez y el cinismo de la vieja política... y el viejo periodismo. Cocinero primero y ahora fraile, Cantó sabe lo que hace, desde el punto de vista escénico, y de lo que habla, al abordar los cambalaches entre supuestos adversarios.
Todas las miserias del bipartidismo salen a escena hilvanadas por una trama que, sin dar ningún nombre, imagina a Zapatero repitiendo como candidato en 2011 y a Rubalcaba forcejeando con Arriola para fijar las reglas de su duelo televisivo con Rajoy. El resultado es tan amoral y rastrero que, si la situación política fuera otra, el espectador decente saldría del teatro musitando que menudo estercolero hemos dejado atrás. El problema es que, una vez abortada la primavera de Madrid y a la vista de los primeros compases de la nueva campaña electoral, lo que saltan son las alarmas de que tengamos más de lo mismo pero a lo bestia.
El turnismo entre el viejo PSOE felipista y el PP insípido de Rajoy era en efecto una farsa basada en el secuestro de los derechos de participación de los ciudadanos por dos cupulocracias sin ideas ni ideales. Mientras los políticos se repartían el poder, sus adláteres replicaban la España del pelotazo, los maletines y la evasión fiscal entre las ruinas de la crisis, pero al menos nadie jugaba con la convivencia.
Siguiendo las huellas de los audaces magos de la "beautiful people", los fabricantes de duros a cuatro pesetas de Gescartera o los magnates del ladrillo sin cimientos, ahí emergió entre la bruma de un origen oscuro, seductor y misterioso como un personaje de Fitzgerald, el gran Zandi junto a su piscina de oro. En el verano de 2013 me propuso comprar El Mundo con dinero de Qatar para compensar la influencia mediática del capital judío y seguro que me hubiera regalado un buen puñado de acciones de Star Petroleum, a nada que me hubiera implicado en el proyecto. Afortunadamente uno no sirve para según qué cosas y no soy yo quien tiene pendientes incómodas explicaciones ante la opinión pública.
Ese mejunje ahora destapado entre el aventurero de los pozos petroleros en Sudán del Sur, un Cebrián salvado de la quiebra -pero no de la avaricia- por Soraya, un Felipe González dispuesto a promocionar la causa ante las autoridades mineras del Chad y un Alberto Cortina que no perdona ningún charco, es la mejor estampa de una España putrefacta en la que la falta de ejemplaridad de las élites era una invitación constante a la revuelta ciudadana. En medio de los escándalos que afectaban a todos los estamentos del poder, hoy hace cinco años sonó el primer aviso y quedó claro durante la pasada legislatura que el esquema bipartidista vigente durante cuatro décadas no servía ya para encauzar el descontento social.
Fue entonces cuando, según explica el que fuera Secretario de Formación del PP Guillermo Gortázar, "asesores del presidente del Gobierno propusieron impulsar, en los medios de comunicación, una alternativa de izquierdas, con la finalidad de dividir al electorado del PSOE y mantener al PP como primera fuerza". Esto no significa que Podemos sea una criatura más monclovita que venezolana o iraní. Pero sí que su despegue habría sido mucho más lento si no hubiera sido impulsado desde las rampas televisivas controladas por el Gobierno.
El sentido profundo de la operación queda muy claro cuando Montaigne habla "de los malos medios empleados para buen fin" y explica como "Licurgo, el legislador más virtuoso y perfecto que jamás existiera, inventó un injusto procedimiento para formar a su pueblo en la templanza: emborrachar a los ilotas, que eran sus siervos, para que, viéndolos así perdidos y anegados en el vino, los espartanos tomasen horror al desbordamiento de este vicio".
Rajoy no tiene los méritos de Licurgo, pero las horas de cuota de pantalla producen entre los profesores de universidad con fantasías revolucionarias y complejo de macho alfa efectos mucho más embriagadores que los de ninguna bebida fermentada. Y el espectáculo de la borrachera política podemita está bien a la vista en forma de propuestas y conductas que conmocionan a la España conservadora e incluso a la racionalista.
Gortázar sostiene que la operación ha sido hasta la fecha "un éxito rotundo", pues ha permitido al PP seguir en el poder -aunque sea como gobierno en funciones- pese a su descomunal pérdida de votos. A la vista del sondeo que publica hoy EL ESPAÑOL, yo añadiría que lo mejor para los trujimanes y lo peor para sus víctimas está por llegar, pues la polarización de la campaña puede ser muy rentable para el doctor Frankenstein pero muy peligrosa para los transeuntes, a nada que se le escape el monstruo.
Todo responde a la dinámica descrita por Umberto Eco en su ensayo "Construir al enemigo" porque "tener un enemigo es importante no sólo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores". Si pocos habían reparado hace tres años en Pablo Iglesias, Rajoy necesitaba que los focos se posaran sobre él. ¿De qué servirían los bomberos indolentes, repantingados sobre el sudoku del día en su precinto, si de vez en cuando no hubiera incendios de apariencia pavorosa? "Cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo".
Exhibiendo su gran erudición histórica, Eco explica que la construcción del enemigo es la construcción de su alteridad en base a sus rasgos físicos, sus comportamientos y sus presuntas intenciones. El enemigo tiene que causar repulsión, tiene que oler mal y parecer peligroso, muy peligroso. ¿Cómo no reconocer que el PP ha encontrado un filón en Podemos, sus confluencias, sus socios electorales y sus compañeros de viaje?
Por si la coleta de Pablo Iglesias, las rastas del diputado canario, el síndrome de "Highlander" de Errejón, la teta de Bescansa amamantando en el escaño, las autofuribundias de Monedero, el comunismo retro de Alberto Garzón, el pasado etarra de los amigos de Bildu o el morreo en la boca con Domènech no proporcionaran suficiente materia prima, aquí tenemos las propuestas de fornicar en transportes públicos y alcanzar la maternidad al modo tribal de Anna Gabriel. ¿Hay quien dé más?
La primera vez que alguien de derechas dijo que los de Podemos olían mal, estaba haciendo una broma de pésimo gusto. Ahora son ya muchos los que notan en su pituitaria el tufo de que se acercan. Una percepción equivalente a las arcadas que los podemitas, estimulados por las arengas de sus jefes, sienten ante la gente de orden.
Sólo falta que Errejón y Rafa Hernando -esa sería la escena cumbre de la versión actualizada de la obra de Toni Cantó- lleguen a un acuerdo para organizar la ceremonia orwelliana de los Dos Minutos del Odio de forma recíproca y simultánea, allí donde se encuentren sus líderes, durante todos los días de la campaña. Recuérdese que era en el transcurso de ese ritual, concebido como "un éxtasis de miedo y venganza", cuando en 1984 se proyectaba la imagen de rasgos simiescos de Emmanuel Goldstein, enemigo por antonomasia del Gran Hermano.
Los manejos criminales, las ideas depravadas, la mera existencia de Goldstein, legitimaba el intrusivo poder paternal del Gran Hermano sobre los esclavizados habitantes de Eurasia. Como bien explica el vídeo más estaférmico de Rajoy, cuando lo que nos amenaza es "un disolvente de todo lo bueno que tenemos" y están en riesgo "nuestra unidad, nuestra democracia constitucional, nuestro progreso económico", alguien debe protegernos.
Tampoco sería mala idea incluir en la dramaturgia de El Debate un amistoso encuentro final entre los émulos de Emmanuel Goldstein, coleta en ristre, y el Gran Hermano con su barba rala encanecida. Pero es significativo que ni el uno ni el otro aparezcan nunca en la novela de Orwell fuera de la telepantalla, lo que ha llevado a dudar de su propia existencia. La solución al enigma aparece en una de las Cliff's Notes que sirven de guía a los estudiantes de literatura en Estados Unidos: "En tanto que representan estructuras totalitarias de poder, Goldstein y el Gran Hermano son en esencia la misma persona". No existen ellos sino su antagonismo.
Al término de la representación de El Debate del pasado martes en los Teatros del Canal tuvo lugar un coloquio con el autor y los actores al que se incorporó, con su cordialidad de siempre, Albert Rivera. La coordinadora de Libres e Iguales Cayetana Alvárez de Toledo, también presente, le preguntó "cómo se combate al populismo" y el líder de Ciudadanos respondió que "actuando sobre sus causas". Es decir, rompiendo, mediante las reformas, el nudo gordiano urdido desde los dos extremos para reemplazar la farsa del bipartidismo por la farsa del cainismo. Algo más fácil de decir que de hacer. Algo con lo que sin duda estará de acuerdo Margarita Robles, lo mejor que le ha pasado al PSOE en mucho tiempo.
Pedro J. Ramírez, director de El Español.