El guardián de sus hermanos

Mi país es muy hermoso. Las gentes que se acercan a Jaizkibel, Bedarona o Gaztelugatxe quedan arrobadas por el paisaje: mantos de feraces praderas verdes junto a masas de agua azul-noche pespunteadas por el salitre del oleaje. ¡Qué hermoso es mi país! Casitas diseminadas por bucólicos valles bañados por la niebla que el sol de la mañana calienta y aspergea. Rojo, blanco y verde, no. Gris, verde y azul son los colores de mi país. Azul del mar del verano de Lekeitio. Gris de la caliza y niebla del invierno del Amboto. Y siempre y en todas partes el verde: el militar del pino, el azulado del otoño, el manzana de la primavera. Aun con las costuras de las grandes urbes y las cicatrices de la industria, vivimos en un hermoso país. «Bizkaia maite / atzo goizean ikusi zintudan / soineko xuriz jantzia / buruan orlegi, bihotzean sua / lirain, sendo, eder». Somos un pueblo viejo, viejísimo, el más viejo, más viejos que los escitas, celtas o germanos. Quizá por eso la gente está muy enraizada en mi país. Nuestra máxima autoridad se enorgullece de nuestro antiquísimo pasado y encara el futuro confiado. Es muy firme en sus decisiones nuestra máxima autoridad. Con ojos de corzo afirma que somos un pueblo honrado y abnegado, de palabra, próspero y laborioso. «Olerkari penatuaren gozo eta mina / amodio eta kanta / zure berba leun / zure gatzaren bizia / zure burdinaren goria dira gaur / neretzat aterbe».

Nuestra máxima autoridad se jacta de las bondades y de los logros alcanzados y pugna por la destrucción de los marcos políticos e institucionales que los han posibilitado. Tiene gentes muy curiosas mi país. Trastorno bipolar: logros del día arruinados por la noche. Trastorno bipolar nacionalista: gap entre la comunidad real y la imaginada. Comunidad real: la fáctica, la existente, pactada, dialogada, plural, con sombras e imperfecta.

Comunidad imaginada: la ideal, cohesionada, uniforme, perfecta y luminosa. El élan vital de la acción nacionalista es asemejarse a la comunidad soñada. El positivismo nacionalista lleva a cabo una operación de reducción de la complejidad por la que se identifica a la comunidad nacionalista con el conjunto de la sociedad. La construcción de la nación implica un proyecto de homogeneidad que tiene que absorber y/o destruir la heterogeneidad práctica de los modos culturales, y lo lleva a cabo empleando dos estrategias: eliminación y/o asimilación. Las aves -petirrojo, carbonero, herrerillo, lavandera, ruiseñor- son muy vulnerables, una gran parte de ellas muere por la acción del hombre, mostrando la fragilidad de la vida. «Baga, biga, higa... harma, tiro, pun!». Eliminación, dirigente de organización juvenil, categorías desechables: «concejales del PP y del PSOE, empresarios, militares. y ese tal Jáuregui, pues el haber sido delegado del Gobierno español es una buena razón para asesinarlo». Asimilación: método de ingeniería social, reducción de la viscosidad. El grupo establecido somete a los otros a examen y escrutinio a fin de convertirlos en materia de igual naturaleza y hacerlos semejantes. El que participa en este juego debe saber que una vez sentados todos en la mesa será expulsado, pues, dice Gilman, «conforme más te pareces a mí, más conozco el auténtico valor de mi poder que tú desearías compartir y más consciente soy de que tú no eres sino una falsificación, un excluido».

La ideología nacionalista es la que produce infracategorías y crea distancia social. El nacionalismo es la religión de los hermanos, es la religión de la fraternidad. No predica la amicitia con el otro, no es amical, no impulsa la amistad electiva entre diferentes. El nacionalismo es isofilia, amor igualitario entre hermanos, fraternidad impuesta, cerrada, necesaria. «¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?», respondía Caín cuando Dios le preguntaba dónde estaba Abel. Nuestra máxima autoridad sí es el guardián de sus hermanos, pero sin ansiedad moral. Tan sólo regaña sus travesuras porque por encima de todo está el amor fraternal. Camina con sus hermanos y su acercamiento a las víctimas es instrumental. La terquedad, el modo inflexible de hacer las cosas, las certezas, la falta de ansiedad moral. es irresponsabilidad. No se puede confiar en esta autoridad.

Cuenta Alexander Kluge que en el siglo XI una mujer parió un ser vivo duplicado: dos cabezas, dos troncos unidos por la región iliaca y las costillas, cuatro piernas... Los padres enseguida supieron sacar partido de tan peculiar ser y comenzaron a exhibirlo de feria en feria. Destapaban el velo negro que lo cubría y eran dos niñas: una hablaba y la otra comía. Las gentes asustadas dejaban sus monedas en una escudilla. En 1066, cuando la vida del monstruo declinaba, el duque de Normandía quiso verlo. Descubrieron la tela negra y se cuenta que la mitad de la criatura colgaba como carne muerta de la parte viva que apenas se sostenía. Una pelota de gusanos horadaba un brazo podrido y una culebra de voz bisbiseaba: patria, muerte, destino.

Iñaki Unzueta, profesor de Sociología de la UPV-EHU.