El gusto por lo largo

La elección de unas preposiciones en lugar de otras cuando hay otras que, en efecto, podrían usarse suele venir dictada por la loable, aunque a menudo fantasiosa, como venimos viendo en esta sección, intención de “escribir bien”. Hay cierta teoría que define el lenguaje literario como el que más se aparta de la norma (entendiendo “la norma” como “lo normal”), y mucha gente aplicada en “escribir bien” se la ha creído a pie juntillas. Si algo suena raro, complicado, frondoso, o inextricablemente “preciso”, si no es, en fin, lo que uno diría todos los días, entonces es que tiene que ser “literario”, o, como poco, “formal”. Es una idea que se aplica a todos los aspectos de la lengua (léxico, gramática, sintaxis) y por supuesto ni siquiera las preposiciones, esas cositas tan pequeñas, iban a librarse. Ya vimos lo que ocurría con hacia y con desde en un L&L anterior. Hoy consideraremos el afán de hacer de estas cositas pequeñas cosotas muy grandes; pero otro día trataremos el caso contrario, cuando interviene un extraño “principio de economía” y algo (incluso una preposición) nos parece tan insoportablemente largo que consideramos oportuno abreviarlo. Lo que no sabemos, en fin, es por qué en unos casos prevalece, en aras del buen estilo, el gusto por el aumento y, en otros, por la disminución; seguramente lo que ocurre es que elegimos lo que otros, más ilustres, han elegido antes que nosotros.

El gusto por lo largoHoy nos detendremos en tres preposiciones, o locuciones preposicionales (o prepositivas, se dice de las dos formas, creemos): junto a, acerca de y durante. Esperamos dar cuenta de sus excesos.

Junto a el DRAE la define como “cerca de”, que también es una locución larga y con pedigrí latino y que es evidente que se usa más. Lo que habitualmente diríamos que está “cerca de” o “al lado de” algo manifiesta cierta tendencia a convertirse en junto a cuando queremos expresarnos formal o literariamente. Muchas veces, como veremos, ni siquiera responde a esos significados, sino que aspira a una exactitud totalmente ociosa.

No nos resistimos a transcribir este párrafo épico y un poquito largo para ilustrar la querencia de la literatura por junto a:

“Incluso su vida peligró cuando en alta mar, en medio del abismo del Índico, se desató una impresionante tormenta. Temiendo lo peor, Dubois bajó a la bodega y se abrazó a la caja de cartón que contenía los fósiles como si de sus hijos se tratara. […] pensó que si él fallecía, los fósiles del ‘eslabón perdido’ aparecerían junto a él. Tal era su obsesión que a su mujer, que también descendió a las bodegas junto a él, le dijo: ‘Tú cuida de nuestros hijos, que yo me ocupo de esto’. Al llegar […] no cejó en su empeño y se hizo con un maletín de viaje a prueba de bomba para depositar en su interior al ‘eslabón perdido’. Junto a él inició una singladura por laboratorios y departamentos de universidades…” (Bruno Cardeñosa, El código secreto, Grijalbo, Barcelona, 2001, p. 131).

Ya hemos hablado muchas veces del gran éxito de la consigna de “no repetir”. Pues bien: parece que aquí no se ha aplicado. Al autor junto a le gusta tanto que lo repite tres veces en unas condiciones de proximidad palmarias. Bien está que diga que los queridos fósiles aparecerían junto al heroico Dubois si éste moría, aunque, la verdad, también podría haber dicho “a su lado” y no habría pasado nada. Los usos siguientes dan una idea de por qué no se ha decantado por esa opción: porque, de hecho, para él no hay otras opciones. La mujer de Dubois habría podido bajar a las bodegas “con él” en vez de junto a él; y el mismo Dubois habría podido emprender su “singladura” con el fósil también “con él” más que junto a él. Y, sin embargo, “con” ha sido descartado, con regodeo, diría, teniendo en cuenta el peligro de repetición que otras veces con tanto escrúpulo se evita.

Vayamos ahora con los partidarios del detalle. Es cierto que en ocasiones junto a señala una posición espacial concreta:

“Me senté a una mesa junto a la puerta de entrada” (Mercedes Salisachs, La gangrena (1975), Planeta, Barcelona, 1976, p. 229).

“La escalera es colocada junto a la puerta del templo, apoyada en el muro” (Domingo Miras, Las brujas de Batahona (1978), Espasa Calpe, Madrid, 1992, p. 124).

En estos ejemplos el uso de junto a parece justificado porque contribuye a colocar gráficamente varios objetos en el espacio, en relación unos con otros. En los ejemplos siguientes, sin embargo, esa voluntad de precisión es más dudosa:

“Al salir de allí, Estrella me esperaba junto a la puerta” (Mercedes Salisachs, La gangrena, ed. cit., p. 114).

“Como referencia de que vamos por buen camino, tendremos que pasar junto a una encina centenaria que crece entre grandes bloques de granito” (Vicente M. Ortuño, Las mejores excursiones… por la sierra norte de Madrid, El Senderista, Madrid, 2001, p. 176).

“Roa estaba solo junto a la puerta cuando Gaitán subió a su oficina un poco antes de las once” (Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, Mondadori, Barcelona, 2002, p. 348).

¿Qué aporta ahí junto a? En los casos de las puertas, parece que había que “especificar” que el personaje no estaba justo en el vano, pero… ¿realmente era tan importante? Si hubiera estado “en la puerta”, ¿qué nos habríamos perdido? “Un matiz”, dirán algunos. Oh, pues vaya matiz tan interesante y revelador: sin él es indudable que habríamos abierto un inmenso vacío narrativo. En el caso de la encina centenaria que sirve de referencia al caminante, ¿se habría desorientado éste si le hubiéramos indicado que tenía que pasar “por una encina” en vez de junto a ella?

No, no se habría desorientado. Ni siquiera se habría desorientado si hubiera tenido que pasar por delante de ella. A pesar del disfraz de exactitud, creemos más bien que lo que mueve estos usos de junto a es un afectado criterio estilístico y no una exquisitez del arte de la descripción.

Junto a suele también aparecer como dudosísimo nexo de locuciones adjetivas:

“… ni veía motivo suficiente para separarme de mi familia o abandonar, algún día, la casa junto a la playa” (Cristina Fernández Cubas, Los altillos de Brumal, Tusquets, Barcelona, 1983, p. 13).

El gusto por lo largoHay una novela de Elena Garro titulada La casa junto al río (Barataria, Madrid, 2011). Hasta que alguien decidió titularla El molino del Floss, varias traducciones de la novela de George Eliot The Mill on the Floss se titularon El molino junto al Floss. En español, sin embargo, la preposición más usual y dúctil para crear locuciones adjetivas es “de”: “la casa de la playa”, “la casa del río”, “el molino del Floss” son soluciones semánticamente equivalentes y de efecto nada forzado. Pero ahí suelen interponerse fórmulas heredadas de traducciones perezosas. No pasa solo con junto a. También en, por ejemplo, se lleva su parte. Una reciente película de terror, muy divertida por cierto, Cabin in the Woods, se ha titulado aquí La cabaña en el bosque. Tal vez “del bosque” sonaba “ambiguo” o “impreciso”.

El peso de las traducciones estereotipadas vía diccionario bilingüe se nota especialmente en acerca de. Muchos diccionarios inglés-español dan como equivalencia de about esta locución preposicional; y a veces olvidamos que lo hacen por motivos didácticos: en un diccionario, dar como equivalencia un simple “de”, que es como muchas veces hay que traducir esta preposición, sería menos claro, porque “de” tiene muchas funciones. Pero una cosa son los diccionarios y otra la lengua. En la lengua hay cantidad de verbos que se conforman con un simple “de”. Y sin embargo:

“… nada se ha dicho todavía acerca del tema de la violencia en la sociedad contemporánea” (“Reflexiones sobre la violencia”, EL PAÍS, 30/XII/80).

“El discutir acerca de los arreglos funerarios con la familia, [sic esta coma] no tiene que ser necesariamente una situación contraproducente” (Gary Collins, Consejería cristiana efectiva, Portavoz, Grand Rapids, 1992, trad. de Sergio Mijangos, p. 170).

“Si fuéramos capaces de hablar acerca de lo que vivimos como carencias propias…” (Carmen Alborch, Malas, Aguilar, Madrid, 2002, p. 151).

“Para llegar a Valeria era imprescindible que, antes, lo supiera todo acerca de Michel” (Maruja Torres, Hombres de lluvia, Planeta, Barcelona, 2004, p. 168).

“… saben que los occidentales dudan acerca de su identidad” (“Entrevista con el padre Samir Khalil Samir, del Pontificio Instituto Oriental”, Alfa y Omega, 6/V/04).

Y, cuando no es “de”, muchas veces podría ser “en” o “sobre”:

“… y en lo personal no me atrae mucho pensar acerca de ella” (Gerardo María, Fábrica de conciencias descompuestas (1980), Joaquín Mortiz, México D. F., 1985, p. 62).

“¿Y luego de contarle a la ex de James Bond acerca de tu renuncia, qué?” (Roberto Quesada, Big Banana, Seix Barral, Barcelona, 2000, p. 296).

“… pasaron varias horas en la televisión explayándose acerca de la historia militar de América latina” (“Militares hacia la izquierda”, Clarín, 13/XI/00).

“Me gustaría dar mi opinión acerca de la necesidad del Madrid de hacerse con un central” (“Los galácticos más Guti: La 8ª maravilla”, As, 22/IX/03).

“El filósofo Paul Virilio hace una reflexión acerca de la relación entre el poder y la velocidad” (Javier Royo, Diseño digital, Paidós, Barcelona, 2004, p. 42).

“Declaró acerca de la relación de él con Natalie” (Mary Higgins Clark, Recuerdos de otra vida, Plaza y Janés, Barcelona, 2010, trad. de Ignacio Gómez Calvo, p. 25).

De hecho, en estos ejemplos hay usos preposicionales (“contar acerca de”, “declarar acerca de”) totalmente anglicados. “Contar” y “declarar” son en español verbos fundamentalmente transitivos que se construyen sin preposición. El acerca de se cuela ahí por influencia de las (malas) traducciones.

Vamos finalmente con durante, una de nuestras favoritas. Con mediante, es la única preposición en español que tiene más de dos sílabas; y, como ella, procede de un antiguo participio de presente (aún visible en frases hechas como “Dios mediante”). No sé si alguna de estas características, o las dos juntas, explica su atractivo, tan tentador para los amigos de la sonoridad. El caso es que en español (como en otras lenguas) muchas veces los complementos circunstanciales de tiempo pueden prescindir de las preposiciones. Así ocurre con durante, cuya presencia en dichos complementos es tantas veces redundante o decorativa:

“… y de repente desaparecía durante días enteros” (Juan Marsé, La muchacha de las bragas de oro (1978), Planeta, Barcelona, 1993, p. 88).

“Su expresión […] era la misma que yo me había esforzado por retener durante todos aquellos años” (Almudena Grandes, Las edades de Lulú (1989), Tusquets, Barcelona, 1995, p. 150)

“… y ordenaron a otro militante vigilarlo durante varios días durante su aseo” (Patricia de Souza, La mentira de un fauno, Lengua de Trapo, Madrid, 1998, p. 94).

“La madre, que veló durante toda la noche los cuerpos de los pequeños en la capilla ardiente…” (“Detenida la madre de los niños estrangulados”, La Razón, 21/II/02).

Es decir, en español se puede “desaparecer días enteros”, “velar toda la noche”, etc. sin necesidad de un durante. Que uno elija añadirlo es cosa suya, claro está; pero a veces a uno le gustaría que le explicaran los motivos. En todo caso, en usos así sigue siendo la preposición más antieconómica que existe. La tendencia al derroche cabrá considerarla un enérgico rasgo de estilo, y, si no, que le pregunten a la persona responsable de esa vigilancia “durante varios días durante su aseo”.

Siguen leyéndose, por otra parte, en las traducciones del inglés (y no solo en ellas), sospechosas construcciones como éstas:

“Inglaterra ha estado durante algunas semanas en una espantosa situación. Lord Goodle ha salido del gobierno, sir Thomas Doodle no quiere gobernar… ” (Charles Dickens, La casa desolada, Montesinos, Barcelona, 2007, trad. de José Luis Crespo Fernández, p. 483).

“Ha estado viviendo en esa isla durante meses y meses” (Carla Neggers, Corazones en llamas, Harlequín Ibérica, Madrid, 2009, trad. de Inmaculada Navarro Manza, p. 118).

Esta fórmula de estar+gerundio+durante, calcada literalmente del inglés, tiene en español una solución más genuina en llevar +complemento circunstancial de tiempo(+gerundio). “Inglaterra lleva algunas semanas en una espantosa situacion” o “Lleva viviendo en esa isla meses y meses” son construcciones autóctonas que no dañan el oído. Pero, claro, ¿cómo íbamos a desaprovechar la ocasión de poner un durante?

Nos despedimos hoy por una temporadita, pero en septiembre volvemos. ¡Feliz verano!

Luis Magrinyà, escritor.

El gusto por lo largo

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