El imperativo climático del sector financiero

En el decenio que pasó desde la crisis financiera global, mucho se discutió la forma de reforzar la resiliencia del sistema financiero. Pero pese a que se lograron algunos avances, es posible que la respuesta mayoritariamente fragmentaria siga resultando inadecuada para sostener la estabilidad financiera a largo plazo. Y el día de la prueba puede no estar lejos, dada la pérdida de fuerza de la tendencia alcista de los mercados.

No hay modo de saber cuándo estallará la próxima crisis, mucho menos cuánto durará o cuán dañina será. Pero es indudable que los riesgos que enfrentamos ameritan un enfoque más holístico, similar al que se reclamó inmediatamente después de la crisis de 2008 (aunque esos reclamos perdieron fuerza conforme se recuperaron los mercados). Esto implica acordar e implementar una nueva visión para la gestión de la economía global; evaluarla rigurosamente y ajustarla según sea necesario; y garantizar la plena responsabilidad de todas las partes involucradas.

Esta visión debe incluir cambios profundos y continuos (desde lo referido a la creciente concentración del poder de mercado hasta la creciente automatización de la toma de decisiones). También debe tener en cuenta el ascenso de China, que hace necesaria una mayor incorporación del país en los órganos de gobernanza (algo que tendrá amplias derivaciones, especialmente ahora que comienza a mostrarse como un actor global no tan benevolente).

Además, esta visión tendrá que competir con el auge nacionalista y aislacionista, ejemplificado en la doctrina de “Estados Unidos primero” del presidente Donald Trump y su guerra comercial con China. Y deberá reconocer que la eficacia de las herramientas macroeconómicas (monetarias y fiscales) es más limitada hoy que en 2008.

Finalmente, la nueva visión debe reflejar una decisión clara respecto del grado de nuestro compromiso con la solución de los desafíos climáticos y de sostenibilidad. A pesar del acuerdo de París (2015) sobre el clima, que cambió el paradigma del discurso en torno del cambio climático, la dirigencia mundial sigue renuente a hacer lo que se necesita para lograr cambios reales. No podemos seguir engañándonos con proclamas de objetivos ambiciosos que sólo van acompañadas de esfuerzos marginales.

Para crear verdadera resiliencia es necesario insistir en la implementación de difíciles cambios sistémicos que apunten a la producción y el consumo de energía y a la financiación de las economías. Esto demandará liderazgo efectivo. Aunque la colaboración entre gobiernos dio cierto impulso a la acción climática, la creciente fragmentación de la comunidad internacional pone de manifiesto que esta respuesta es limitada. Una estrategia más eficaz sería establecer una coalición de actores de la sociedad civil y grandes instituciones financieras y no financieras para que guíe el progreso en pos de los objetivos compartidos.

Ese progreso demandará, entre otras cosas, una enorme mejora de los mecanismos de contabilidad e informe, acompañada por reformas regulatorias inteligentes. Además, requerirá que los participantes del mercado implementen incentivos adecuados y el mandato de tener en cuenta la sostenibilidad y la acción climática en la toma de decisiones.

Algunas posibilidades (que en algunos casos ya se usan) incluyen cambios en los esquemas de bonificación para los puestos gerenciales, la introducción de normas de monitoreo pertinentes y el rotulado ambiental de los productos de consumo. Otros factores que pueden incentivar la transición de las empresas a prácticas sostenibles son la preocupación por la reputación y el uso del poder blando de los gobiernos locales, cada vez más preocupados por el riesgo ambiental.

El sector financiero, en particular, carece de incentivos correctos para colaborar en la respuesta al desafío climático, porque la toma de decisiones de las instituciones financieras se guía mayoritaria o exclusivamente por la búsqueda de ganancias monetarias. Es una visión miope e insostenible. Las instituciones financieras necesitan nuevos incentivos para redefinir sus operaciones (incluidas las inversiones). Por ejemplo, una posibilidad sería que las bonificaciones de los administradores de cartera estén en parte vinculadas con el desempeño de sus inversiones según métricas climáticas.

Estos cambios no están necesariamente reñidos con el crecimiento económico. Por el contrario, muchas soluciones para el clima (por ejemplo la adopción de fuentes de energía renovables) ayudan a crear puestos de trabajo, e incluso pueden aumentar la rentabilidad de las empresas. De hecho, el reemplazo de infraestructuras obsoletas y contaminantes con otras modernas y eficientes es sólo una de las grandes oportunidades de inversión del siglo.

Pero lo que está en juego es mucho más que las ganancias. Como advierte el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la trayectoria actual del mundo está llevando a la destrucción del medioambiente. Ya se ve un aumento de la frecuencia e intensidad de los desastres naturales; y conforme se multipliquen los fenómenos meteorológicos extremos, la pauta de destrucción, migración y conflicto a gran escala se tornará endémica.

Estamos en un punto trascendental de la historia, y debemos reunir el coraje y la convicción necesarios para emprender acciones decididas. Debemos no sólo implementar soluciones, sino también probarlas y refinarlas periódicamente (no después de una década), guiándonos por metas y mediciones claras y basadas en la evidencia. Sólo así podremos asegurar la suficiente resiliencia no sólo de los sistemas financieros, sino de todas las estructuras de las que depende la estabilidad global.

Parafraseando a Winston Churchill, se nos presenta una decisión entre la destrucción y el statu quo. Y si elegimos lo segundo, tendremos lo primero.

Bertrand Badré, a former managing director of the World Bank, is CEO and Founder of Blue like an Orange Sustainable Capital, and Co-Chair of the World Economic Forum’s Global Future Council on International Governance, Public-Private Cooperation, and Sustainable Development. He is the author of Can Finance Save the World?
Emmanuel Faber is Chairman and CEO of Danone.
Bertrand Piccard is Initiator and Chairman of the Solar Impulse Foundation.
Paul Polman is Chair of the International Chamber of Commerce and a member of the Leadership Council of the Sustainable Development Solutions Network (SDSN).
Ronald Cohen is Chair of the Global Steering Group for Impact Investment.
Traducción: Esteban Flamini

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