El imperio europeo

La Unión Europea está sitiada por el Oeste, el Este y el Sur, en este orden de importancia. Al Oeste, la Brexit,es decir, la salida de Gran Bretaña de la Unión, podría poner en peligro todo el proyecto de una Europa unida. En el Este, la frontera en litigio con el Imperio ruso, especialmente en Ucrania, pone a prueba la viabilidad de una Unión sin límites territoriales fijos. En el Sur, la posible Grexit, al menos del euro, muestra la vulnerabilidad de los países periféricos que no han alcanzado, sino que han ampliado su brecha con el núcleo central alrededor de Alemania. Algunos apuestan a que la Unión Europea no va a ser capaz de sobrevivir a estas crisis y colapsará en un futuro no remoto.

Sin embargo, incluso durante la recesión más reciente, ha aumentado el número de estados miembros de la UE, así como el número de países que utilizan la moneda común. A la unión comercial y monetaria de la mayor parte de Europa le han seguido recientemente las uniones fiscal y bancaria. Con el fin de promover la recuperación económica, la Comisión Europea tome la iniciativa y lanza inversiones en infraestructura y el Banco Central Europeo es mucho más activo de lo que se esperaba hace apenas unos años. El consenso político de Bruselas y Frankfurt es ampliamente aceptado en todo el continente.

Es posible comprender los retos y los logros de la Unión Europea así esbozados en una nueva perspectiva. Como se ha dicho a menudo, la UE es mucho más que una organización diplomática internacional de estados soberanos. De hecho, la Unión ha absorbido muchos de los poderes tradicionales de los estados, los cuales mantienen la celebración de su soberanía sólo como una referencia jurídica anticuada. Pero también es mucho menos que un super-estado o una federación. La UE no tiene fronteras estables, diferentes países tienen diferentes grados de compromiso con ciertas políticas comunes y algunos pueden considerar la posibilidad de salida. No hay tal cosa como unos Estados Unidos de Europa en el horizonte observable. Menos aún un superEstado europeo.

Más que como organización internacional, un Estado o una federación, la Unión Europea puede ser entendida como un “imperio”. Un imperio introspectivo, asimétrico y no colonialista. La mayor parte de la historia del mundo ha implicado una sucesión de auges y decadencias de imperios. Pero la noción de imperio ha estado un poco olvidada en los últimos tiempos debido a la prevalencia de la forma moderna de organización política basada en el Estado, especialmente en Europa. La Unión Europea puede sobrevivir precisamente porque, a diferencia de los Estados y las federaciones, es característico de los imperios que tengan niveles desiguales de integración formal y diversos grados de lealtad de las personas al centro. Los imperios también se expanden y contraen, como puede ocurrir en la UE.

Deberíamos acostumbrarnos a la soportable ambigüedad de Europa. Las asimetrías territoriales, económicas e institucionales de la UE durarán. Las tensiones entre los empujes centralizadores y las resistencias nacionalistas persistirán. Algunas fronteras provisionales de la Unión se mostraran frágiles y vulnerables. Pueden producirse nuevas entradas y nuevas salidas. Pero seguirá habiendo fuertes elementos de unión del continente. Europa no se convertirá, una vez más, en un escenario de rivalidades permanentes y batallas entre estados bien delimitados y supuestamente soberanos.

El imperio europeo es sólo un caso sobresaliente de los procesos de creciente interdependencia entre países que pueden observarse en todo el mundo. El comercio transnacional, las empresas multinacionales y las inversiones transfronterizas, las migraciones masivas, los viajes frecuentes y de larga distancia y las redes globales de comunicación han cambiado el planeta en las últimas décadas. La forma tradicional de organización política basada en el Estado es cada vez más inadecuada para el mundo actual. El desfase es particularmente notorio en Europa porque los niveles de actividad económica y de intercambios humanos son particularmente altos. Y también porque, como la forma moderna del Estado fue inventada en Europa, algunos Estados europeos siguen mostrando sus tentáculos prensiles y su ambición arrogante de exclusividad. La forma “imperial” de organización política interna puede tener éxito en Europa, ya que puede responder con flexibilidad al ineludible reto de la interdependencia global.

Josep M. Colomer es profesor de Economía Política en la Universidad de Georgetown, autor de El gobierno mundial de los expertos (Anagrama).

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