El impulso del proceso de paz de Madrid a Annapolis

Tras muchos años de estancamiento del Proceso de Paz de Oriente Próximo, no debería sorprendernos que algunos líderes de opinión hayan minimizado los resultados de la Conferencia Internacional que se ha reunido en Annapolis el martes pasado. Y sin embargo, el presidente Abbas ha señalado que Annapolis es el hito más importante desde la primera Conferencia de Paz para la región, que se reunió en Madrid en 1991. Yo también creo que hemos dado un paso muy importante hacia la resolución del conflicto palestino-israelí, para alcanzar una paz global, justa y duradera en la región.

Desde luego, la tarea no será fácil. Las declaraciones solemnes y los encuentros diplomáticos, por sí solos, no bastan para cambiar el rumbo de los acontecimientos. De poco han servido el gradualismo y el unilateralismo. Harán falta grandes dosis de voluntad política, de coordinación entre los principales actores internacionales que nos hemos reunido con el presidente Bush y la secretaria de Estado Rice en la sede de la Academia Naval en Maryland.

Las partes deberán seguir progresando en la aplicación de medidas de confianza, como la congelación de asentamientos o la mejora de la movilidad para los palestinos. La Autoridad Palestina debe trabajar para proporcionar a los israelíes una mayor sensación de seguridad. Pero sobre todo, las partes deberán acordar entre sí cuáles son esos dolorosos sacrificios que inevitablemente habrán de hacer en aras de un acuerdo de paz, como ha reconocido valientemente el primer ministro israelí Ehud Olmert.

El primer fruto tangible de la Conferencia de Annapolis ha sido precisamente el lanzamiento de negociaciones directas entre israelíes y palestinos sobre las cuestiones llamadas «del estatuto final». Las últimas negociaciones oficiales de este tipo quedaron interrumpidas hace siete años. Ahora las partes se han señalado por vez primera un plazo -finales de 2008- para concluir un acuerdo sobre todas ellas: las fronteras y los recursos del nuevo Estado palestino, su población -incluyendo una solución justa para el problema de los refugiados palestinos-, sus instituciones, Jerusalén y sus futuras relaciones mutuas, con los inevitables aspectos de seguridad.

La solución de los dos Estados que el presidente Bush hizo suya suscita hoy ya un amplio consenso entre árabes e israelíes. Todos los que realmente quieren la paz en la región deben reconocer que la solución pasa por el establecimiento de un Estado palestino viable junto a Israel.

Además de su carácter constituyente, sobre el principio de paz por territorios, la Conferencia de Madrid de 1991 tuvo otra importante característica que, después de muchos años, también ha vuelto a aparecer felizmente en Annapolis. Se trata de la importancia concedida a la paz que Israel debe alcanzar también con el Líbano y Siria. España ha dedicado grandes esfuerzos a la estabilización del Líbano, con una importante participación en la misión de paz de Naciones Unidas, la FINUL. Un Líbano estable e independiente estará en mejores condiciones para afrontar este reto. También hemos trabajado para que Siria, que tiene una posición central en la gran familia árabe, vea pronto los frutos de la cooperación con la comunidad internacional en pro de la paz.

La iniciativa de paz árabe ha sido la plataforma que ha permitido que todos los países árabes hayan estado representados en Annapolis. Es necesario seguir desarrollando esta importante iniciativa, que está llamada a convertirse en el pilar de un proceso político renovado entre Israel y los países árabes. A lo largo de los años, España ha realizado una importante contribución al proceso de normalización entre Israel y los países árabes, por ejemplo a través del Proceso Euromediterráneo lanzado en Barcelona en 1995.

En los últimos tiempos, España ha adoptado toda una serie de iniciativas reclamando una conferencia internacional como mejor manera de desbloquear el Proceso de Paz. Así lo acordó el pasado año en Gerona el presidente Zapatero con el presidente francés y con el primer ministro italiano, sobre la base de una plataforma elaborada en Alicante con otros países árabes y europeos. Esta iniciativa obtuvo el respaldo de toda la Unión Europea. La Conferencia de Annapolis, que ha sido admirablemente preparada por Condoleezza Rice, obedece así a una visión de las relaciones internacionales con la que España se identifica plenamente.

El proyecto de Annapolis plantea grandes retos para todos. La capacidad de interlocución de España con todos los actores será puesta al servicio de lograr su objetivo central de paz. España seguirá siendo uno de los más generosos donantes al pueblo palestino, en sectores clave como la agricultura, la educación o la seguridad ciudadana. El mes que viene asistiremos a una importante Conferencia de Donantes en París. La sociedad civil también ha de tener un papel fundamental. Los hombres y las mujeres comprometidos con la paz deben servir de inspiración a los líderes que afrontan esta fase decisiva. En diciembre se reunirá en Madrid un Foro Social por una Paz Justa en Oriente Próximo, convocado por varios ayuntamientos madrileños precisamente con este objetivo.

Todos debemos proteger el legado de Annapolis frente a un escepticismo que ya no nos podemos permitir, frente a una desesperanza en medio de la cual ha habido ya demasiadas víctimas. Recordé en Annapolis las palabras con las que Felipe González inauguraba la Conferencia de Madrid en 1991: «España también ha probado la amarga fruta de la confrontación. Al Andalus y Sefarad han quedado como un recuerdo indeleble para muchas generaciones de hombres y mujeres... Si hemos conocido las ventajas de la coexistencia y la amargura de las oportunidades desaprovechadas ¿cómo podemos ahora no sentir la esperanza de un camino abierto hacia la paz en la región?».

Los líderes árabes e israelíes han hecho una apuesta firme por la paz. Sobre la paz de los valientes a la que Arafat y Rabin se comprometieron, Abbas y Olmert han de edificar la paz de los ciudadanos. Debemos arroparles y apoyarles.

Con la experiencia acumulada en los 16 años transcurridos desde la Conferencia de Madrid, me atrevo a decir que este proceso en el que tantas energías hemos invertido entra ahora en su recta final. En lo sucesivo ya no hablaremos tanto de un proceso cuyo horizonte se aleja mientras creemos avanzar hacia él. Desde Annapolis, trabajamos ya en un proyecto concreto de paz.

Miguel Ángel Moratinos Cuyaubé, ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación y ha asistido esta semana como representante español a la Conferencia de Annapolis.

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