El incierto camino del ‘Brexit’

Los británicos han decidido, por un escaso margen, salir de la Unión Europea (UE), lo que ha generado una gran incertidumbre. ¿Qué lecciones podemos sacar de este acontecimiento?

En primer lugar, el Brexit demuestra la primacía de la política y las emociones sobre el cálculo económico. Esto es así puesto que las consecuencias económicas del Brexit, a corto y medio plazo, serán perniciosas para la economía británica, que será menos abierta y con un retroceso potencial de su productividad. Sorprende que los partidarios del Brexit no mostraran un plan de lo que pasaría una vez fuera de la UE. El plan quedaba resumido en la frase de Nigel Farage de considerar el Brexit el “día de la independencia”. En la decisión pro Brexit han confluido dos sectores: el nacionalismo defensivo, muy presente en muchos países europeos después de la crisis, y el nacionalismo liberal que recela de la burocracia y el intervencionismo de Bruselas. Las élites cosmopolitas de Londres y los jóvenes, con abertura internacional, han perdido. Los argumentos pro Brexit apelaban a la recuperación de la soberanía, a las excesivas contribuciones a la UE y a la inmigración sin control.

En segundo lugar, el Brexit ha puesto de manifiesto la irrelevancia de los expertos económicos. Doscientos economistas, así como tres de los institutos económicos más prestigiosos, advirtieron de los problemas que representaría la salida de la UE. Aun así, las falsedades manifiestas de la campaña pro Brexit, como los 350 millones de libras esterlinas a la semana que se ahorrarían y que se podrían dedicar al servicio nacional de salud, no fueron desenmascaradas y fueron creídas por casi la mitad de la población, según las encuestas, dando por buena la frase que “una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad”. Otra gran falacia de la campaña fue que los inmigrantes quitan los lugares de trabajo de los autóctonos.

En tercer lugar, cuando se plantea un referéndum, los votantes no responden tanto a la pregunta formulada como a un deseo de protestar o castigar. En este caso las dianas eran las élites empresariales y políticas de Londres y Bruselas, representando las consecuencias de una mala gestión de la globalización en términos de declive industrial, salarios bajos y servicios sociales deteriorados. No fue difícil encontrar a los culpables de todos los males de la pérdida de posiciones de la clase media en las instituciones europeas.

En cuarto lugar, un referéndum resuelto con mayoría simple en un punto del tiempo, y sin un requisito mínimo de participación, no parece una base sólida para tomar una decisión tan trascendental como seguir o no en la UE. La ventaja del Brexit del 52% sobre el 48% con una participación de alrededor del 70% indica que solamente un poco más de un 36% de los votantes potenciales estaba a favor del Brexit. Decisiones con consecuencias a largo plazo deberían ser tomadas por mayorías estables y cualificadas. De lo contrario, acontecimientos menores pueden determinar cambios permanentes de mucho calado.

En quinto lugar, el Brexit ha mostrado la falta de liderazgo en los partidos tradicionales. En efecto, años de culpar a Bruselas de todos los males y fallos de política económica, junto con el oportunismo táctico de Cameron para neutralizar a los conservadores euroescépticos, y el papel tibio del gris laborista Corbyn en la campaña, han llevado a este resultado. No hay que olvidar tampoco la falta de liderazgo por parte de la UE con Juncker a la cabeza.

En sexto lugar, los mercados de apuestas fallaron esta vez estrepitosamente. Una hipótesis es que los participantes en estos mercados no eran suficientemente diversos al compartir trabajo y relaciones sociales, y sucumbieron al pensamiento de grupo en un entorno en donde la alternativa Remain prevalecía. A estos mercados les faltó diversidad para agregar las preferencias de los votantes.

Finalmente, el Brexit ha demostrado la resiliencia de las instituciones británicas, con la elección de una nueva líder conservadora, Theresa May, en pocos días. El test de resiliencia de la UE está en marcha, y la elección del polémico Boris Johnson como ministro de Asuntos Exteriores y del radical David Davis como ministro del Brexit para hacer realidad el “Brexit is Brexit” de la nueva líder augura una negociación difícil. Libertad de comercio, pasaporte para la City en la UE y control de la inmigración estarán sobre la mesa. El Reino Unido se juega su transformación en la “pequeña Inglaterra” con Escocia e Irlanda del Norte llamando a la puerta de la UE. Las promesas de aumento del comercio con los países de la Commonwealth no parece que puedan compensar las restricciones en el mercado europeo.

Es de desear que prevalezca el pragmatismo. La UE tiene que abordar sin dilación tres problemas importantes: impulsar el crecimiento, sin ello el euro no sobrevivirá; gestionar los movimientos internos de población y establecer una política coherente de inmigración; y limitar los poderes burocráticos de Bruselas en todo aquello que no sea esencial. Avances en la solución de estas cuestiones deberían permitir un mejor acuerdo con el Reino Unido para ambas partes.

Xavier Vives, profesor del Iese.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *