El incomprensible error ¿europeo? del PP

Probablemente la desaparición de un gran partido nacional de centroizquierda o socialdemócrata sea parte de la explicación de que en España no haya surgido un Gobierno de salvación nacional frente a las formidables amenazas a nuestra convivencia democrática, o incluso a nuestra existencia. Pero ahora, a los demócratas que añoramos una España democrática de libres, iguales y solidarios, también nos interpela la estrategia seguida por el hasta ahora gran partido de la derecha y centroderecha española, que es o fue el PP. Este partido lleva tiempo convirtiéndose en un conjunto de cacicatos, y para ello le viene como pedrada en ojo de boticario el aberrante Estado de las Autonomías que se ha creado. Entendemos aberrante como destructor de libertad, igualdad y solidaridad. Eso ya empezó a separarle bastante de una parte importante de su base social a partir de finales del Gobierno de Don José María Aznar. De hecho, sostenemos que el alejamiento de una idea y proyecto claro de España, así como la lenidad frente a los enemigos declarados y activos de la convivencia solidaria entre españoles, fueron los mayores impulsos al nacimiento de Vox.

Pero si Vox nació como una escisión del PP, la evolución ha sido tal que hoy en día es nítidamente un partido conservador, distinto del PP en aspectos claves. Ya sea por evolución natural ante nuevos retos explosivos como la "ideología woke", el deterioro del Estado de Derecho, la llegada a Gobiernos del sanchopodemismoseparatismo, (a partir de ahora SPS) o por la necesidad de apuntalar las alianzas internacionales, Vox, hoy día, tiene puntos programáticos distintos, a veces contrarios, a los del PP.

Son evidentes las diferencias sobre la UE, o sobre el tratamiento de la inmigración, o sobre el futuro del actual sistema autonómico, etc... Pero Vox es un partido de derechas, hoy en día adversario político del PP en las elecciones, con puntos de coincidencia con el PP en aspectos importantes, como la integridad territorial de España, el fundamento liberal de la economía, el tratamiento de la Educación, de la Justicia, de la Sanidad Universal, etc... Y ha logrado convertirse en indispensable para que pueda gobernar, o turnarse, una opción de derechas en el Gobierno de España.

Y aquí es dónde la estrategia del PP de los últimos años, o del "difunto político" señor Casado, nos ha parecido injustificablemente suicida, poco respetuosa con los votantes, y, lo que es más grave, fragilizadora de la maltrecha democracia española. Este posicionamiento ha consistido en aplicar un cordón sanitario a Vox, cayendo en la trampa táctica del SPS, dejando entender, contra toda evidencia, que Vox sería un peligro para la democracia y pareciera anticonstitucional, y utilizando las formas más insultantes y desabridas para mantener ese distanciamiento. Con ello, el PP, en base a un juicio de intenciones injusto, adoptó la dinámica política de considerar su enemigo a Vox, y no al SPS, y consiguió, lógicamente, que su electorado más a la derecha se fuera al partido que defiende más radicalmente los valores conservadores, se debilitó en una lucha cainita y... renunció, en la práctica, a que hubiera gobiernos de derecha al rechazar y repeler unos apoyos ya indispensables para gobernar.

Actitud autodestructiva

Cierto que ese posicionamiento absurdo y sectario no ha podido sobrevivir a la realidad en Castilla y León, pero el PP sigue dejándose jirones en el debate y en actitud vergonzante en cuanto a los aliados naturales que va a necesitar. Tal actitud autodestructiva se basa en un error que viene de lejos. Parece que el PP estaría obrando así para ser homologable por la "derecha europea", actuando como la derecha francesa frente a Le Pen, o la derecha alemana frente a Alternativa para Alemania (AfD).

Eso es una equivocación gigantesca. Primero porque, objetivamente, Vox es muy distinto de esos partidos (véase el tema del euro, el del laicismo o el del semitismo, por ejemplo) y, segundo, porque está mucho más centrado en dramas específicamente españoles que los otros partidos europeos no tienen. Por ejemplo, considerar anticonstitucional a Vox en una Nación dónde se pacta con Bildu, PNV, ERC y otras hierbas es un insulto a la inteligencia y a los votantes, pero el PP se guarda mucho de explicarlo en Europa.

Se comete el mayor pecado: ignorar o camuflar los problemas singulares de España y su gravedad, que nada tienen que ver con los del resto de democracias europeas. En España, los problemas clave diferenciales son el separatismo con el creciente antipatriotismo agresivo, la fragmentación cainita e insolidaria, el deterioro brutal de las instituciones democráticas y la dependencia de algunos gobiernos de destructores totalitarios de España, la democracia, la igualdad y la solidaridad.

Ninguna Nación Europea se enfrenta a esos problemas esenciales y letales, y menos, a la vez. Y son los que hay que extirpar, pues, no lo duden, son los que condicionan las penurias y dificultades diarias, actuales y futuras, de los ciudadanos españoles. El PP, ciertamente, es preso de su "relato europeo", que ha consistido durante muchos años, y para poder gobernar a nivel nacional con alianzas indefendibles (y más reaccionarias que Vox), en ocultar a Europa esos graves problemas existenciales (las "algarabías" de Rajoy) y engañar sobre la amenaza real para la democracia española en peligro.

Ahora que el centroizquierda ha desaparecido en nuestra Nación de la mano de Sánchez, y que gobierna el SPS, el PP debería concienciarse de la situación, explicarla con verdad en Europa (y en España...) dejando claro sus diferencias, incluso su rechazo al "programa máximo" de Vox, para acordar puntos concretos de encuentro en la gobernación de la economía, la educación, y varios otros aspectos.

Nuestra estabilidad democrática ganaría con ello, así como la resolución de los torales problemas genuinamente españoles. El PP debe plantearse qué es mejor para los ciudadanos, y más fiel a sus supuestos valores, si acordar con Vox, o con el alborozado Ortuzar (PNV), que ve con júbilo la llegada de un nuevo PP... para parar a Vox.

Enrique Calvet, presidente de Ulis, exeuroparlamentario.

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