Después de que su valor se derrumbara luego de la invasión de Rusia a Ucrania, el rublo ha trepado para regresar a sus niveles previos a la guerra. Pero esto debería ser un alivio menor para el Kremlin, porque los factores que impulsaron el rebote del rublo auguran problemas adicionales para el desempeño económico de Rusia.
Occidente ha exhibido una unidad y una resolución casi sin precedentes en su respuesta a la guerra contra Ucrania del presidente ruso, Vladimir Putin. En el lapso de apenas tres días luego de la invasión, los gobiernos occidentales ya habían congelado gran parte de las reservas en moneda extranjera del banco central ruso dentro de sus respectivas jurisdicciones.
Esta medida desató un pánico financiero en Rusia –e impulsó una respuesta política poderosa-. El 28 de febrero, el banco central impuso controles de capital estrictos, ajustó las restricciones de compraventa de divisas y subió su tasa de política clave de 9,5% a 20%.
El gobierno de Rusia luego ordenó que todos los exportadores rusos repatrien y cambien el 80% de sus ingresos por exportaciones a rublos, y el banco central introdujo una comisión del 30% (que más tarde redujo al 12%) sobre las compras de moneda extranjera. A varias categorías de compradores se les prohibió comprar dólares estadounidenses y los tenedores de depósitos bancarios denominados en moneda extranjera enfrentaron restricciones importantes para poder retirar sus ahorros.
Sin embargo, a pesar de esta respuesta política rápida, el tipo de cambio oficial del rublo pasó de 81 rublos por dólar antes de la guerra a 139 por dólar el 9 de marzo (aunque la tasa del mercado negro era mucho más alta). La inflación se aceleró sustancialmente, y la tasa de crecimiento del índice oficial de precios al consumidor aumentó al 2% por semana (181% en términos anuales) en las primeras tres semanas de la guerra, antes de desacelerarse al 1% por semana (68% por año).
El rublo, desde entonces, ha regresado al rango de 80 por dólar. Pero su apreciación no necesariamente es real. Si la compraventa de una moneda se restringe fuertemente, su tipo de cambio no refleja su valor de mercado. Durante la era soviética, el periódico insignia del Partido Comunista, Pravda, constantemente informaba que el tipo de cambio oficial del rublo era 0,6 por dólar, pero nadie lo consideraba un indicador de la fortaleza real de la moneda.
Sin duda, existen señales tangibles de que la presión sobre el rublo está cediendo. A fines de la semana pasada, el banco central canceló el honorario del 12% para la compra de dólares, relajó ciertas limitaciones para los depósitos denominados en moneda extranjera y –más importante- recortó su tasa de política del 20% al 17%, a la vez que indicó que habrá un nuevo relajamiento. Estas acciones hablan más fuerte que cualquier declaración oficial sobre la fortaleza de la economía rusa.
Aun así, las proyecciones de crecimiento para Rusia este año siguen siendo débiles. Según el banco central, el PIB decaerá el 8% este año; antes de la guerra, se esperaba que aumentara el 2,4%. El Instituto de Finanzas Internacionales predice una caída del 15% del PIB, mientras que el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) y la mayoría de los bancos de inversión internacionales pronostican una recesión del 10%. El director de la Cámara de Cuentas de Rusia, Alexei Kudrin, coincide.
La reciente apreciación del rublo no invalida estas visiones pesimistas, porque la recuperación del tipo de cambio no es más que un reflejo de restricciones sin precedentes a las importaciones y de los precios más altos del petróleo y del gas.
Los gobiernos occidentales han impuesto sanciones severas a las exportaciones de tecnología a Rusia, que han sido reforzadas por un boicot del sector privado. Más de 600 compañías occidentales se han marchado de Rusia. Los hogares y las empresas han perdido acceso a muchos productos de consumo importados y a insumos intermedios en el país, mientras que los cierres del espacio aéreo y los boicots de Airbus, Boeing y las principales compañías aseguradoras y de leasing han hecho que a los rusos les resulte prácticamente imposible viajar a Occidente.
Como estas restricciones han reducido sustancialmente la demanda rusa de importaciones, observan los economistas Oleg Itskhoki y Dmitry Mukhin, también han reducido la demanda de dólares (que se necesitan para comprar esos productos), haciendo subir así el tipo de cambio del rublo. Pero ésas no son buenas noticias para la economía de Rusia, que va camino a desacelerarse.
De la misma manera que la pandemia del COVID-19 obligó a las empresas de todo el mundo a depender de las cadenas de suministro globales, la guerra de Putin les ha demostrado a las empresas rusas que no pueden funcionar sin importaciones. Inclusive aquellas empresas que se aprovisionan de sus suministros a nivel doméstico se han dado cuenta de que sus proveedores dependen de importaciones de Occidente. Es por eso que la industria automotriz de Rusia se ha detenido por completo. Las ventas en marzo cayeron a un tercio de su nivel en marzo de 2021.
Asimismo, la demanda de dólares se ha visto reducida aún más por las sanciones financieras que esencialmente prohíben el uso de dólares por parte de Rusia inclusive para pagar su deuda denominada en dólares. Estas medidas ya han resultado en un default soberano técnico.
El segundo factor que impulsó la apreciación del rublo es el elevado precio del petróleo, que ha regresado a sus niveles de 2014. En aquel momento, el rublo se negociaba a 38 por dólar, o 52 por dólar a los precios de hoy (después de ajustar por inflación tanto en Rusia como en Estados Unidos). Los precios del petróleo de hoy, por ende, implican la posibilidad de una mayor apreciación del rublo, salvo por el hecho de que el riesgo geopolítico y la fuga de capitales ya han debilitado al rublo más de lo que se habría debilitado en otras circunstancias.
El tipo de cambio de hoy indica que la balanza de pagos de Rusia está fuertemente respaldada por los precios actuales del petróleo, lo que implica que el desempeño fiscal también está en un buen sendero. Si bien las sanciones tempranas congelaron gran parte del efectivo disponible de Putin, los precios elevados del petróleo han garantizado ingresos diarios sustanciales.
Pero esto también podría convertirse en un problema para Putin. Como señaló recientemente Josep Borrell, el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad, la UE ha enviado 35.000 millones de euros (38.100 millones de dólares) a Rusia desde el inicio de la guerra, pero solamente 1.000 millones en ayuda a Ucrania. Los líderes europeos han entendido esta disparidad apabullante, como atestigua el creciente respaldo de un embargo al petróleo y al gas. De hecho, los europeos ya están hablando del embargo, no en términos de “si”, sino más bien en términos de “cuándo”.
Una decisión a nivel de la UE de dejar de importar petróleo y gas rusos tendrá consecuencias catastróficas para el presupuesto federal de Rusia y hará que la reciente recuperación del rublo se torne insostenible.
Sergei Guriev, a former chief economist of the European Bank for Reconstruction and Development and former rector of the New Economic School in Moscow, is Professor of Economics at Sciences Po.