El inevitable ascenso financiero de China

El inevitable ascenso financiero de China
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Las grandes potencias de la historia suelen coincidir en algo: el tamaño. Un mercado voluminoso puede no ser garantía de dominio en otros ámbitos, pero es indudable que ayuda (tal vez más que cualquier otro factor aislado). Esto valió para Estados Unidos, y ahora vale para China. Además de ser una importante potencia económica y comercial, China se está convirtiendo cada vez más (en forma inexorable) en una potencia financiera global.

Pero muchos economistas en Occidente no lo vieron venir. Hace apenas diez años, pocos eran optimistas respecto del crecimiento de la fortaleza financiera externa de China, y los escépticos resaltaban sus vulnerabilidades.

Una rara excepción es Arvind Subramanian (de la Universidad Brown). En su libro de 2011 Eclipse: a la sombra del dominio económico chino, Subramanian sostuvo que el dominio de China no sólo era más inminente, sino que también sería más amplio de lo que casi todos esperaban, y que supondría una enorme influencia financiera en ámbitos que China iba a transformar. En vista de su clarividencia, tal vez hubiera sido más adecuado el título de la traducción del libro al chino: La gran predicción.

¿Por qué Subramanian vio con tanta claridad lo que no vio la mayoría de los economistas? Su modelo, a diferencia del marco analítico estándar usado en economía, incluyó la variable tamaño.

Un decenio después, la influencia financiera de China se está volviendo imposible de ignorar. En veinte meses desde el 1 de abril de 2019, 364 bonos chinos con domicilio local denominados en yuanes (emitidos por el Estado chino y por «bancos institucionales») entraron al índice internacional agregado Bloomberg Barclays.

Esta primera inclusión de bonos locales chinos en un índice mundial importante fue un hito en la apertura de los mercados financieros de China. Y siguieron otros avances: en el primer trimestre de 2020, JP Morgan agregó bonos del Estado chino a su índice insignia. De aquí a fin de año hará lo mismo FTSE Russell.

Con esto, habrá bonos chinos en los tres índices principales a los que prestan atención los inversores de todo el mundo. No es extraño entonces que este año el «índice de globalización del yuan» (que mide el crecimiento del uso de esta moneda fuera de China) haya alcanzado máximos inéditos, tras tres años de un crecimiento anual del 40%.

La veloz internacionalización del mercado de bonos chinos se trasladó al yuan (un proceso que el gobierno intenta facilitar desde hace mucho tiempo). En 2010, China permitió a bancos centrales, entidades compensadoras que operan en yuanes y bancos del extranjero participantes invertir en su mercado interbancario de bonos.

En 2014 abrió la conexión bursátil Shanghai‑Hong Kong, y dos años después la conexión bursátil Shenzhen‑Hong Kong. Ambas usan un sistema de liquidación en yuanes bidireccional. En 2016 el Banco Popular de China extendió a determinados inversores institucionales extranjeros el acceso directo sin cuotas ni restricciones al mercado interbancario de bonos. Y en 2017 creó una «conexión para bonos» que da a inversores extranjeros acceso a mercados de renta fija en China continental por medio de una infraestructura de transacciones en Hong Kong.

Estas iniciativas comienzan a dar frutos. Según el Financial Times, inversores extranjeros han comprado en lo que va del año 35300 millones de dólares netos en acciones chinas a través de las conexiones Shanghai‑Hong Kong y Shenzhen‑Hong Kong (un aumento anual cercano al 49%). En julio poseían a través de esos canales más de 228 000 millones de dólares en acciones clase A denominadas en yuanes de empresas radicadas en China.

Además, este año los inversores extranjeros compraron más de 75 000 millones de dólares en títulos públicos chinos (un 50% de aumento interanual) y unos 578 000 millones de dólares en bonos chinos a través de la conexión para bonos. En este momento, inversores extranjeros poseen un total de 806 000 millones de dólares en acciones y bonos chinos (40% más que hace un año).

La política monetaria ultraflexible en Estados Unidos y la Unión Europea durante la pandemia de COVID‑19 contribuyó sin duda a impulsar este aumento en la compra de activos chinos. Enormes cantidades de dinero están saliendo de Estados Unidos y de la UE, y China les ofrece un destino más seguro que otras economías de mercado emergentes.

Pero eso no quiere decir que sea una tendencia a corto plazo. La encuesta global anual de inversores públicos del Foro de Instituciones Monetarias y Financieras Oficiales muestra que el 30% de los bancos centrales tienen planes de aumentar las reservas de yuanes en los próximos doce a veinticuatro meses (el año pasado el porcentaje era 10%). La proporción llega casi a la mitad en el caso de los bancos centrales africanos.

Por eso se prevé que en los próximos cinco años, la participación del yuan en las reservas de divisas mundiales aumentará a un ritmo aproximado de un punto porcentual al año, en promedio. Investigaciones de Goldman Sachs y de Citi predicen que dentro de una década, el yuan será una de las tres principales monedas del mundo.

A la par de la apertura de sus mercados de capitales, China también trabaja silenciosamente en el desarrollo de una moneda digital oficial, el e‑CNY (que hoy se está probando en una muestra representativa de diez ciudades clave). Esto sitúa a China muy por delante de la inmensa mayoría de los bancos centrales: aunque el 80% ya comenzó a diseñar una moneda digital, sólo el 16% llegó a la etapa piloto.

También se trabaja en el desarrollo de un sistema digital de pagos transfronterizos. En conjunto con la Autoridad Monetaria de Hong Kong, con el Banco de Tailandia y con el Banco Central de los Emiratos Árabes Unidos, el Banco Popular de China lanzó un proyecto de investigación multilateral (Multiple CBDC Bridge) que explorará modos de incorporar monedas digitales a esos sistemas.

Por el momento el e‑CNY se presenta como una especie de «vale» para pagos en efectivo, pero su potencial es enorme. Conforme la Iniciativa de la Franja y la Ruta promueva un incremento de los flujos comerciales y de inversión, el e‑CNY ampliará el uso del yuan para la compensación de transacciones transfronterizas, reducirá la dependencia respecto de la red SWIFT (liderada por Estados Unidos) y sentará las bases para la creación de una red regional de pagos en moneda digital más conveniente liderada por China. Y sobre todo, ayudará a China a internacionalizar su enorme deuda local, lo que creará un inmenso mercado para convertir el yuan en una moneda internacional.

Por más desafíos que enfrente China, su ascenso financiero ya no se puede ignorar. Y la predicción que hizo Subramanian hace un decenio sigue siendo válida: será más rápido y más abarcador de lo que espera la mayoría de los observadores.

Zhang Jun, Dean of the School of Economics at Fudan University, is Director of the China Center for Economic Studies, a Shanghai-based think tank. Traducción: Esteban Flamini.

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