El islamista al-Nahda, partido vencedor en las primeras elecciones tunecinas libres

Tema: El 23 de octubre los tunecinos concurrieron a las elecciones para la Asamblea Constituyente, en los que han sido los primeros comicios universales y libres del país, como vía para consolidar la transición política hacia la democracia.

Resumen: Las elecciones del 23 de octubre se desarrollaron con gran normalidad, lo que constituye un hito importante para Túnez y, por extensión, para el resto del mundo árabe. Ha sido un gran éxito del pueblo tunecino tras 23 años de férrea dictadura, una vez expulsado el anterior jefe del Estado, Zine al Abidine Ben Ali, el pasado 14 de enero y después de desactivar todos los aparatos del anterior régimen dictatorial. No obstante, la amplia victoria del partido islamista al-Nahda abre interrogantes para los segmentos laicos de la población sobre si este partido respetará su programa electoral, que contempla mantener el estatuto de la familia y el actual Estado de libertades conseguidas con la revolución.

Análisis: La Asamblea Constituyente que emanará de las elecciones celebradas en Túnez el 23 de octubre tiene por misión esencial dotar al país con una nueva Constitución, así como con nombramientos, instituciones y reglas consolidadas propias de la práctica democrática, tras el vacío institucional que supuso la disolución del Parlamento tras la expulsión del depuesto presidente Ben Ali el pasado 14 de enero. Para ejecutar esas funciones, dicha Asamblea contará con un período de vida máximo de un año, y deberá comenzar eligiendo a un presidente de la República, preferentemente de entre sus 217 miembros. Ese cargo lo ha ocupado hasta ahora, y con carácter interino, Fued Mebazaa, antiguo presidente del Parlamento. Éste nombrará a su vez un primer ministro, en principio perteneciente al grupo político más votado, es decir: al-Nahda. Por su parte, dicho primer ministro propondrá un gobierno a la Asamblea, posiblemente de consenso entre las fuerzas políticas más votadas, que habrá de resolver los asuntos más urgentes del país, tales como la maltrecha economía, el paro y la normalización de la vida ciudadana, a la vez que preparar las elecciones presidenciales y legislativas definitivas. Éstas se celebrarán sobre la base de la nueva Constitución, previamente sometida a referendo popular.

La idea rectora en el orden de acontecimientos es que todas estas instancias estatales cuenten durante el período transitorio con legitimidad ciudadana, hasta disponer de una Carta Magna por la que regirse. A partir de entonces, deberán celebrarse elecciones cada cuatro o cinco años, o en el período que decida la mayoría de diputados. Uno de los muchos extremos decisivos que deberá señalar la Constitución es si el país habrá de regirse por un sistema “parlamentario” o “presidencial”, dependiendo de las atribuciones más o menos amplias o restringidas que se otorguen al jefe del Estado y a la propia Cámara.

Elecciones y jornada electoral

De los 114 partidos finalmente admitidos a las elecciones –que para muchos votantes han sido una verdadera “sopa de letras”– cabe mencionar, además del ganador al-Nahda (41,47% de los votos, equivalentes a 90 escaños), el Fórum Democrático para las Libertades y el Trabajo (o Takattol, de centroizquierda y perteneciente a la Internacional Socialista), liderado por Mustafa Ben Jaafar, que ha conseguido el 9,68% de votos, equivalentes a 21 escaños; el Congreso por la República (CPR), liderado por Moncef Marzouki, que ha conseguido el 13,82% de votos, equivalentes a 30 escaños; el Partido Democrático Progresista (PDP), de centro, liderado por Ahmed Nejib Chebbi, que ha conseguido el 7,83% de votos, equivalentes a 17 escaños; y el Polo Democrático Modernista (PDM), progresista de centro izquierda, liderado por Ahmed Brahim, que ha conseguido el 2,30 % de votos, equivalentes a cinco escaños.

Todos los partidos concurrentes a los comicios del pasado 23 de octubre coinciden en que éstos han sido una victoria democrática, dada la gran movilización de los votantes, lo que supuso una jornada histórica para la Túnez contemporánea. La normalidad en el transcurso de las largas horas en que permanecieron abiertos los colegios (de siete de la mañana a nueve de la noche) y la satisfacción de los tunecinos por poder expresar su opinión, han permitido pasar página a un pasado reciente de corrupción y latrocinio en un hito transcendental para el país.

Un satisfecho pero agotado Kamel Jendoubi, presidente de la Instancia Superior Independiente para las Elecciones (ISIE), anunció en un primer momento que la participación había alcanzado el 90% de los electores inscritos. Además de éstos, también pudieron votar quienes no se habían registrado en sus demarcaciones electorales, tras cumplimentar unas formalidades de identificación en mesas especiales. Al final, la participación alcanzó el 48,9% de los votantes potenciales.

Estos comicios, que estaban en principio previstos para el pasado 14 de julio, fueron pospuestos debido a que había que resolver muchos extremos técnicos de organización y escrutinio en un país que nunca había celebrado elecciones libres. Por esa razón la ISIE solicitó dicha posposición al gobierno y a la Alta Instancia para la Realización de los Objetivos de la Revolución, de la Reforma Política y de la Transición Democrática (AI). De cara a las elecciones, hubo también un consenso suscrito en la Declaración de la Transición Democrática, acordada por 11 de los principales partidos concurrentes, para que los candidatos en ningún caso incitasen al odio, a la discriminación de ningún tipo, ni al extremismo durante la campaña. En este sentido, cabe destacar que ni en los preparativos de los comicios ni en su celebración hubo ninguna denuncia grave de conflicto.

Tabla 1. Las elecciones tunecinas en cifras

Cifras:
  • 4.439.527 electores inscritos.
  • 11.618 candidatos para ocupar 217 escaños.
  • 1.517 listas presentadas, de las que 828 pertenecen a los partidos, 655 a los candidatos independientes y 34 a las listas de coalición.
  • 7.213 mesas electorales en todo el país y 479 en el extranjero.
  • 93% de hombres y 7% de mujeres como cabezas de lista.
  • En torno a 40.000 efectivos del Ejército y de la Policía para asegurar la normalidad de la jornada.

Tras la conversión de los votos en escaños o puestos de representación,la primera reunión de la nueva Asamblea debería tener lugar el 9 de noviembre, una vez examinados los recursos presentados al tribunal administrativo. En el caso de que se planteara por parte de los candidatos o de los observadores un desacuerdo con los datos oficiales, pueden recurrir los resultados ante la asamblea plenaria del mencionado tribunal, que emitiría un fallo sin posibilidad de apelación. En esta primera reunión de la Asamblea Constituyente se designará a las comisiones sectoriales destinadas a elaborar un reglamento interno y, sobre todo, habrá de elegirse a un presidente de este alto órgano representativo, así como a dos vicepresidentes, tarea que no será fácil. Aún queda por resolver si se lleva a cabo mediante una mayoría simple (la mitad más uno) o por mayoría de dos tercios.

Para la citada conversión de los votos en escaños se aplica un criterio demográfico inverso, destinado a favorecer la representación de los ciudadanos de las áreas menos pobladas y económicamente deprimidas. En principio, a cada circunscripción le corresponde un representante por cada 60.000 habitantes, quedando en las más pobladas limitado su número a un máximo de 10 representantes. Es importante señalar este método de conversión para las presentes elecciones, ya que el gobierno interino y la AI decidieron que, a fin de favorecer a las pequeñas formaciones políticas y conseguir amplios consensos, había que adoptar una fórmula proporcional de resto mayor a nivel de circunscripción. Ésta es una manera también de evitar mayorías absolutas, que no parecen aconsejables en los 12 meses que, como máximo, durará la etapa constituyente.

Observadores

La ISIE concedió en total 5.143 acreditaciones de observación electoral, de las que 533 fueron para extranjeros. Entre las numerosas organizaciones internacionales que aceptaron la invitación para estar presentes en estas trascendentales votaciones se encuentran el Carter Center, así como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), la UE (con una delegación de 150 observadores) y la International Foundation for Electoral Systems (IFES), entre otras. En cuanto a las organizaciones locales, cabe señalar la presencia de la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTDH), que organizó cursos especiales de formación para la observación electoral, solicitando a la ISIE la acreditación de 1.000 observadores. Entre otras, participaron la Asociación de Mujeres Demócratas Tunecinas (ATFD) y la Asociación Tunecina Internacional de Desarrollo (ATID).

Al-Nahda, el partido más votado

El gran interrogante a lo largo de los meses previos a las elecciones se ha centrado en el partido al-Nahda, al que todas las encuestas daban durante la campaña electoral por ganador, tanto por los resultados que conseguiría como por qué haría tras las elecciones, una vez instalado por vez primera en el Parlamento y en el Gobierno. Lo cierto es que la expectativa de voto hacia esta formación política fue creciendo vertiginosamente desde su práctica inexistencia durante la revolución que provocó la caída de Ben Ali, ya que fueron mayoritariamente los jóvenes laicos y de formaciones más afines a la izquierda quienes se manifestaron recurrentemente, forzando los cambios de antiguos ministros y responsables procedentes del anterior régimen.

En cuanto al programa que los dirigentes de al-Nahda han dejado entrever durante la campaña electoral –y teniendo en cuenta la visión de su secretario general, Rached Ghannouchi–, esta formación se encuentra en la actualidad cercana a los Hermanos Musulmanes de Egipto o al gubernamental AKP turco, valedores de un islam “moderado”.Sus consignas no están ya centradas en la propaganda antioccidental, sino en otras más cercanas a los problemas del pueblo llano, a los barrios y localidades atrasadas del país, mediante ayudas sociales con fondos de procedencia nada clara (de Qatar especialmente). Declaraba a este respecto recientemente Ahmed Nejib Chebbi, líder del laico Partido Democrático Progresista (PDP), que al-Nahda posee una “agenda oculta”, en referencia a que acabarán mostrando una cara muy diferente a la de ser respetuosos con la democracia, como han dicho hasta ahora y, sobre todo, que su mayoría conllevaría, en opinión de este político, una “reducción de las libertades”.

Por su parte, Rached Ghannouchi ha pedido a los ciudadanos que “no tengan miedo” de su partido, argumentando que Túnez es un país abierto y que tras años de dictadura merece la democracia. Se dice dispuesto a respetar los derechos adquiridos de la mujer, así como a rechazar los castigos corporales y la imposición de los tribunales islámicos, entre otros extremos. Por otra parte, no niega que su referente intelectual es Hasan al-Banna, fundador de los Hermanos Musulmanes en Egipto, y es conocida su cercanía a dirigentes islamistas actuales como Hassan al-Turabi de Sudán, a quien le une una amistad personal.

Al-Nahda (que en árabe significa “el renacimiento”) es una denominación adoptada por este grupo en 1989 para eliminar las referencias islamistas directas y poder así concurrir a las elecciones municipales de ese año, posteriormente anuladas por Ben Ali debido al alto número de votos que consiguieron. Fundado en 1981, su nombre originario era Movimiento de la Tendencia Islamista (MTI), cuyos líderes, comenzando por Rached Ghannouchi, profesor de pensamiento islámico, son por lo general universitarios: ingenieros como Hammadi Jebali (secretario general de al-Nahda), quien se da con toda probabilidad como primer ministro, o economistas como Salah Karkar. En contraste con ellos, que han vivido durante los últimos años en París o Londres, debe señalarse que las bases de al-Nahda, especialmente presentes en los barrios desfavorecidos y las poblaciones más apartadas del país, poseen una visión mucho más rígida y fundamentalista.

Rached Ghannouchi regresó a Túnez de su exilio en Londres el pasado 30 de enero y fue acogido por grandes masas de militantes y simpatizantes de su partido. Al-Nahda estuvo prohibido durante más de 20 años y perseguido por el régimen de Ben Ali quien, según ellos, encarceló a 30.000 militantes islamistas durante su mandato.

La razón principal de este papel preeminente de un grupo político religioso como al-Nahda se asienta sobre una realidad propia de buena parte de los países islámicos y árabes, donde apenas ha existido una oposición real al partido único de turno, en este caso la Reagrupación Constitucional Democrática (RCD). La situación señalada de exclusión política forzó a encontrar un espacio libre de reunión en las mezquitas, lo que hace que estas agrupaciones políticas de explícito carácter religioso, como Hezbolá en Líbano y los Hermanos Musulmanes en Egipto, sean la única fuerza bien organizada y con amplias bases populares. Es en las zonas más atrasadas es donde encuentran su respaldo incondicional, pues sus habitantes poseen una escasa o nula formación y criterio político, no siguiendo ni confiando en los debates políticos, además de estar ocupados con necesidades más perentorias del día a día.

En cuanto a la acción que desarrolle al-Nahda a partir de ahora, debe señalarse que una vez que ha dejado de estar acosado y en la oposición ilegal, eso podría conferirle un mayor sentido de responsabilidad de Estado, como hasta ahora ha intentado transmitir su líder. Éste ha señalado en repetidas ocasiones que está a favor de un gobierno de unidad nacional de gran consenso, especialmente con las dos siguientes fuerzas más votadas: el Takattol y el CPR. La razón es que estas dos fuerzas laicas moderadas han sido las únicas del espectro laico que se acercaron en este tiempo a al-Nahda, mientras que otras, como el PDP, condenaron desde el principio su tendencia islamista y no mantuvieron ningún diálogo. También puede estar motivada esta actitud por no querer asumir en solitario las dificultades económicas, que tras esta incierta fase atraviesa el país. Está claro que al-Nahda no hará nada por ahora que muestre el rostro más duro del islamismo –esa “agenda oculta” a la que algunos se refieren– y que reservará sus otros planes, de tenerlos, para cuando pueda conseguir una mayoría absoluta y gobernar como partido triunfante dentro de un año. Esta eventualidad es la que más puede preocupar a los partidos laicos.

La consigna en general asumida entre la población, así como por la clase política y los intelectuales, es que en la nueva Cámara han de estar presentes tras las elecciones todas las fuerzas vivas de la sociedad tunecina. Sólo así el resultado de las urnas asegurará un futuro estable, para que la convivencia sea posible y fluida tras décadas de férreo partido único desde la independencia de Francia en 1956.

La revolución y los actores principales de la transición

Lo novedoso e insólito de la “revolución de los jazmines”, también llamada “revolución de la dignidad”, del 14 de enero, fue que no se vio como en otras ocasiones en el mundo árabe hipotecada por los intereses religiosos, militares o nacionalistas. Significó la expresión de un sentimiento tan humano como es el ansia de libertad, que se materializa en el tránsito de las personas desde ser sólo ciudadanos “menores de edad” a convertirse en dueños del propio destino. Este extremo hace reflexionar sobre el profundo cambio experimentado en estas sociedades durante los últimos años. En buena parte impulsadas por Internet y los actuales medios de comunicación que cada vez acercan más a la “aldea global”, puede decirse que las nuevas generaciones árabes han estrenado una nueva relación con la Modernidad, entendida ésta como flujo y renovación. Si antes era vista como sinónimo de Occidente y de neocolonialismo, a pesar de su complejidad y de los nuevos retos a que enfrenta, hoy es percibida por un número creciente como “libertad” en sí misma, en tanto que instrumento único de decisión sobre la propia vida.

Esta realidad no quita que se dé una gran paradoja que salta a la vista, consistente en que al-Nahda, habiendo apenas participado en la revolución de enero, que tomó día tras día las calles, resulte ahora, sin embargo, quien mayoritariamente cosecha la victoria. Frente a este hecho, las capas más progresistas de la población están de acuerdo en la democratización del país exige pasar por este punto, y ahora comienza otra labor de más trabajo de campo con el electorado, así como asuntos de calado, tales como la identidad en cuanto a la separación de las esferas política y religiosa.

Por su papel insustituible en este tiempo, son de recordar las tres figuras con responsabilidades oficiales más significativas de la primera transición democrática, las que actuaron bajo una gran presión y en difíciles situaciones como las que se han vivido con su solidez y saber hacer: (1) Beji Caid Essebsi, primer ministro, hombre de edad avanzada pero de una amplia experiencia política y con un profundo conocimiento de la sociedad tunecina y de la política internacional; (2) Yadh Ben Achour, presidente de la AI, quien ha trabajado intensamente en la continuidad de la justicia y en cómo reforzar la larga interinidad del Estado, así como en la preparación de diversas opciones para el funcionamiento de la Asamblea Constituyente y en los modelos constitucionales sobre los que discutirán los diputados; y (3) Kamel Jendoubi, presidente de la ISIE, quien ha desarrollado un arduo trabajo junto a los 16 miembros que la componen para que las recientes elecciones constituyentes fuesen transparentes y democráticas.

Cabe igualmente destacar el papel garante de la paz y de la transición democrática que ha desempeñado el Ejército tunecino, cuyo jefe, Rachid Ammar, tuvo un papel vital en la expulsión del ex presidente Ben Ali (le conminó a introducirse en el avión que le llevaría al exilio en Arabia Saudí), manteniéndose al tiempo y a lo largo de este periodo de 10 meses escrupulosamente al margen de los debates políticos. En los momentos social y políticamente más delicados tras la revolución, y dada la inseguridad por la práctica desaparición de las calles de la policía, muy vinculada a la represión del anterior régimen, su única voz fue para recordar que las Fuerzas Armadas son en Túnez el garante último del orden y de la aplicación de la justicia.

Test para el resto del mundo árabe

Uno de los tópicos que se han venido abajo con las llamadas “primaveras”, es que todos los países árabes fuesen en el fondo similares, cuando se ha comprobado que no sólo cuentan con muy distintos estadios culturales, demográficos, de acción de la justicia y de repartición de la riqueza, sino que esto objetivamente les sitúa más o menos cercanos o alejados de la violencia desatada, de un virtual “Estado de derecho”.

En lo que todos los observadores parecen coincidir es que Túnez representa en la actualidad un laboratorio para auscultar lo que sucederá en el resto del mundo árabe. Y lo es especialmente en estos momentos en los que experimentan salidas convulsas de las revoluciones, como es el reciente y traumático caso de Libia, los sangrientos casos de Siria y Yemen, o el desencanto en el que parece haber caído Egipto. Dicho laboratorio óptimo tiene, naturalmente, sus causas: ahí comenzó el efecto contagio del resto de las revoluciones, pero su vida ciudadana es al tiempo pacífica, lo que supone que su proceso ha sido rápido y exitoso. Por sí mismos, los recientes comicios tunecinos, libres, plurales y democráticos, constituyen un acontecimiento inédito en el mundo árabe.

Frente a otros países árabes y de la región, Túnez cuenta a su favor con indudables ventajas, motivo precisamente por el que allí comenzó la revolución, extendiéndose rápidamente, en especial por Oriente Medio. Dichas ventajas se resumen en un alto nivel de escolarización y universitarios superior a la media del mundo árabe, una escasa población (poco más de 11 millones) frente a otros países de la zona, tales como Egipto, y una gran homogeneidad, por contraste con otras naciones árabes, más bien de Oriente Medio, en las que se da una gran división tribal, religiosa, social y lingüística.

En el plano económico, la cercanía y buena relación con todos los países europeos ha obrado en buena medida para que la UE haya anunciado créditos y subvenciones, a través del Banco Europeo de Inversiones BEI, por valor de 4.000 millones de euros para el período 2011-2013, con el fin de rehacer las infraestructuras del país y favorecer a la sociedad civil, sobre todo al impulso y la consolidación de las pequeñas y medianas empresas.

Conclusión: Junto a las bazas con las que cuenta Túnez a su favor, existen agentes interesados en el éxito de su proyecto democrático. EEUU sigue de cerca ese proceso, consciente de su repercusión en el mundo árabe. Frente a eso, existe el potencial peligro procedente de otros países árabes y de la región, a los cuales les será difícil acostumbrarse a contar con un país democrático al lado. Aunque parece, como han dicho las urnas, que Túnez tendrá un tránsito por el islamismo moderado, queda por ver su extensión e intensidad. Debe confiarse, sin embargo, en la madurez del pueblo que ha exigido durante esta transición de largos meses libertad de expresión y una gestión resuelta de sus gobernantes.

Carlos Varona, arabista especializado en temas de Oriente Medio y del islam y director del Instituto Cervantes de Túnez.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *