El laborismo, ¿brújula para la izquierda?

Quienes asistieron al congreso laborista de Manchester en el que se eligió al nuevo líder vieron que Ed Miliband mostró una expresión de alegría, pero también de preocupación, cuando supo que había ganado a su hermano David. La satisfacción por su éxito no era ajena a la envergadura de sus retos: no solamente construir una oposición que aglutine al desencantado electorado laborista, sino además servir de inspiración para las formaciones progresistas en Europa, que atraviesan su peor momento desde la segunda guerra mundial.

Una de las grandes paradojas que nos ha traído la crisis mundial ha sido que la izquierda no ha sabido rentabilizar electoralmente las consecuencias del colapso de un sistema esencialmente inspirado en ideas liberal-conservadoras. De hecho, el mapa de la Unión Europea solo tiñe de rojo seis países (España, Grecia, Portugal, Austria, Eslovenia y Chipre) de los 27 que la conforman, mientras que en el año 2000 la socialdemocracia gobernaba en 11 de los 15 estados que la componían.

Como ha señalado Joseph E. Stiglitz, cuando cayó el muro de Berlín, además de caer el comunismo se hundió también cualquier matiz de fondo sobre el sistema capitalista. Se impuso un modelo de capitalismo desregulado que las formaciones de centroizquierda abrazaron y que no supieron matizar lo suficiente del que defendían los conservadores. El caso paradigmático fue el del Nuevo Laborismo de Tony Blair, cuyo abrazo de los mercados terminó por asfixiarlo al poner en evidencia que los excesos e hipersalarios de la City no los compensaron las tibias mejoras de las desigualdades sociales.

Caído un modelo durante años sacralizado, no hay aún propuestas atractivas que den forma a la noble voluntad progresista de crear un capitalismo más humano que recupere el espacio de la política democrática frente a los mercados ¿Puede el giro a la izquierda que parece impulsar Miliband emerger como un nuevo paradigma progresista, como fue el caso del Nuevo Laborismo hace más de una década?

La prensa conservadora británica no ha tardado en señalar que los laboristas se han equivocado de hermano al haber elegido al más inclinado a la izquierda. Presentan así a «Ed el rojo» como alguien en los márgenes del sistema, incapaz de aglutinar un discurso coherente que le lleve al número 10 de Downing Street. Sin embargo, parecen expresar más sus deseos que un análisis sopesado.

En un artículo en The Observer, Ed Miliband señaló que su objetivo es ayudar a que el Reino Unido desarrolle un «capitalismo al servicio de la gente», y no al revés. Y que no puede haber una sociedad que renazca fuerte y unida de una crisis mientras haya un clima de indiferencia sobre los banqueros a los que se paga 200 veces más que a quienes limpian sus oficinas. En su discurso de Manchester, Milidand reconoció que la guerra de Irak, que patrocinó Blair, fue un error y que el laborismo terminó siendo ingenuo sobre los mercados. ¿Es esto una izquierda radical alejada del centro?

El centro político no es inmóvil: se altera conforme los grandes acontecimientos dan forma a la historia. La crisis económica ha introducido en el debate público ideas que antes parecían utópicas, pero que ahora incluso los partidos conservadores han defendido, como una tasa (tipo Tobin) sobre las transacciones financieras. Incluso Nicolas Sarkozy, ahora al descubierto con su deriva populista, llegó a hacer un llamamiento para una «refundación del capitalismo». ¿No es esto revelador de que hay nuevos márgenes que la izquierda puede aprovechar?

El primer gran test para Miliband va a ser su posicionamiento con respecto a los recortes que está efectuando la coalición de gobierno liberal-conservadora. Por el momento, ha prometido que no apoyará huelgas irresponsables, pero también ha dicho que para recortar el déficit se debe encontrar el equilibrio adecuado aumentando también los impuestos a los bancos y a quienes más ganan. Los británicos saben de la dificultad por la que atraviesan las cuentas del país y están dispuestos a hacer esfuerzos, pero todavía no han olvidado quiénes fueron los causantes de la crisis. Están ansiosos por un reparto justo de las cargas que la crisis ha impuesto en su modelo de vida.

Miliband acierta al afirmar con rotundidad valores que la izquierda siempre ha abanderado, pero su principal reto será encontrar nuevos mecanismos para llevarlos a cabo. Es aquí donde se echa de menos cierta honestidad sobre Europa, de la que hasta ahora nada ha dicho cuando en realidad es su necesario aliado. Las regulaciones para aumentar la presión sobre los bancos o gravar las transacciones internacionales solo pueden ser viables de forma coordinada a través de la UE y del G-20, como demuestran los avances que se están produciendo en gobernanza económica a nivel europeo. ¿Será capaz el reinventado laborismo de señalar un camino para la socialdemocracia europea?

Carlos Carnicero Urabayen, master en Relaciones Internacionales de la UE por la London School of Economics.