El lazo azul

Como perfectamente desconocen Acebes y Zaplana, el lazo azul surgió como una reacción ciudadana contra el secuestro del empresario vasco Julio Iglesias Zamora (5 de julio de 1993) por la banda terrorista ETA.

El lazo fue ideado por Gesto por la Paz, colectivo pionero en la rebelión cívica contra el terrorismo en la Comunidad Autónoma Vasca, y diseñado por Agustín Ibarrola, luchador contra la dictadura de Franco y contra la dictadura de ETA. En la estela del lazo rojo contra el sida, se ideó una especie de lazo azul, que era de hecho una 'A', de 'askatu'.

En aquel tiempo las víctimas no estaban de moda, éramos muy pocos los que las apoyábamos, los asistentes a la mayoría de las manifestaciones contra la banda éramos muy poquitos y jamás -jamás, jamás- vi en ninguna de ellas en el País Vasco ni a Zaplana, ni a Alcaraz, ni a Mikel Buesa, por poner sólo tres ejemplos.

Los violentos de la trama civil de ETA, hasta entonces dueños del espacio simbólico y de la calle, controladores de todas las iniciativas que pudieran surgir en la calle, vigilantes y supervisores de la calle, reaccionaron con odio frente a aquel lazo. Fracasaron estrepitosamente en su intento de levantar contra él un lazo verde y se dedicaron a insultarnos a los portadores del lazo azul. Nos llamaban 'españo-lazos' o decían 'los torturadores llevan lazo azul', amén de otros supuestos hallazgos lingüísticos sobre la base del color azul del lazo.

Hablo de 1993, cuando fue secuestrado Julio Iglesias Zamora, cuando además de una manifestación masiva, culminada con un acto espectacular en el Estadio de Anoeta, en San Sebastián, hubo decenas de pequeñas manifestaciones, concentraciones y otros actos de valor cívico impagable. La gente, muy poca, llevábamos el lazo azul por la calle, lo mostrábamos en nuestros trabajos, privados o ante el público, y muchos sufrimos insultos, agresiones, amenazas o palizas por haber salido del armario del miedo con aquel lazo azul. Posiblemente nunca un símbolo fue tan eficaz en la CAV para denunciar el estado de miedo, la rabia por tanta y tanta muerte, el ansia de sublevación contra el estado de excepción que imponían el odio, el terror y el miedo.

El lazo azul unió a las gentes del PNV y del PSOE y del PP y de IU, a miles de ciudadanos sin adscripción partidista. Con el siguiente secuestro, el de José María Aldaya Etxeburua (8-5-1995), empezaron las disensiones y al unitario lazo azul algunos añadieron la insignia de su partido, en un afán por no mezclarse. Se hicieron grandes manifestaciones y la familia, los trabajadores y los movimientos cívicos -que casi todavía no sabíamos que nos llamábamos así- pusimos en pie una tenaz movilización, a razón de tres concentraciones por semana. Una delante de la Iglesia del Buen Pastor, en San Sebastián, en la que los violentos gritaban a los ertzainas cosas del tipo: 'En Navidad, turrón de la viuda', 'Hoy, tú de negro; mañana, tu familia'. Éramos pocos, muy poquitos, y provocábamos un odio infinito en los violentos. Quizás fue en esas fechas cuando los que apoyaban a los asesinos empezaron a perder la calle. Ninguno de los citados, ni otros como ellos, estaban en ninguna de esas manifestaciones. Sí, ni estaban ni se les esperaba.

Ahora resulta que muchos de los que no se pusieron el lazo azul cuando tenía todo el significado simbólico de la lucha contra ETA hacen una utilización perversa del símbolo y se lo ponen para luchar ¿¿contra el Gobierno!! Su ignorancia sobre el lazo azul es de tal envergadura que no han reproducido el símbolo genuino, han hecho un lazo que no es la 'A', de 'askatu', pero no importa, todo es bueno para el convento de la crispación.

El Gobierno ha cometido un tremendo error en el 'caso De Juana'. Sobre todo por el significado simbólico de este personaje abyecto. Muchos hemos sentido un desgarro insuperable al ver a este energúmeno llegando al hospital en el que hemos velado a tantas víctimas o acompañado a tantos heridos. Por muy legal que sea la medida, la sensación de amargura y dolor no nos la quita nadie. Un error. Un inmenso error.

Pero a los que jalean ahora la utilización perversa del lazo azul no les preocupa el error por las mismas razones que a algunos de nosotros; es más, les viene bien en su estrategia de utilizar el terrorismo hasta la náusea para desgastar al Gobierno.

Estamos en una fase en la que surgen como hongos antietarras de discoteca; gente, por ejemplo, que alcanza el minuto de protagonismo poniendo hoy, en 2007, ramos de flores en la Plaza de la República Dominicana, en Madrid, donde De Juana y otros asesinaron a once guardias civiles y tres policías en julio de 1986. Bien está que rindan homenaje ahora, aunque sea con 21 años de retraso, pero, ¿por qué no lo hicieron en su día?

No parece ni medio lógico que en la etapa en la que la banda terrorista ha asesinado menos de toda su historia sea cuando más manifestaciones, nueve, se han convocado contra el Gobierno con la coartada del terrorismo. Todas ellas en Madrid, menos una en Sevilla, y ni una sola contra ETA en la Comunidad Autónoma Vasca.

Se puede y se debe criticar al Gobierno de Zapatero. El 'caso De Juana' nos ha abierto a muchos un boquete, constituye un trago duro de superar, pero la mayor de las críticas no es compatible con la utilización siniestra de un símbolo, que es de todos los demócratas para luchar contra ETA, como ariete contra un Gobierno democrático.

La actual dirección del PP se cree que las próximas elecciones generales, las de 2008, son la segunda vuelta de las de 2004; siguen pensando, jaleados por sus mariachis mediáticos y por los ultras resucitados, que les robaron el resultado. No se plantean por un momento que fueron ellos, con la guerra y las mentiras de Irak, con la forma de gestionar los días posteriores a la matanza del 11-M, con su soberbia, los que las perdieron. Quieren la revancha y todo lo que pueda ser utilizado como combustible es bueno para esta locomotora enloquecida, que no parará, como mínimo, hasta las elecciones generales.

Nunca pensé que algunos de los ingredientes de la fractura social que el terrorismo ha provocado en la Comunidad Autónoma Vasca se iban a dar también en el resto de España. Al menos en Madrid, ya podemos hablar de síntomas de esa fractura social: grupos de amigos que dejan de hablar de política para evitar las broncas, familias que se lían a gritos en comidas destinadas al encuentro y que terminan en gresca a cuenta de la política, miradas de odio e insultos por la calle, persecución a los lectores de 'El País'. Puede que a alguien le haga gracia este juego y se lo pase bien con él, a mí me parece lamentable y sintomático de una siembra de odio que se sabe cómo empieza pero no adónde nos conduce.

José María Calleja