Querido J:
La foto del niño ahogado, obra de Nilufer Demir, es todo lo que se ha dicho sobre ella y además es una foto veraz. He buscado la foto original, a partir de la que se realiza el encuadre, y la apertura del ángulo no erosiona su crédito. Por cierto que en la original, que encontré en la web de 'Abc', se aprecia el fondo de la playa y a unos cuantos metros del cadáver lo que parecen ser unos pescadores. Mi congénita maldad me ha hecho pensar de inmediato en lo que habría hecho el fotógrafo Bauluz con esos pescadores y el ahogado. Su turca indiferencia. Pero esta vez el cadáver ha encontrado a una mujer precisa, interesada por los hechos. Lo único que sobra son los estúpidos píxeles. No entiendo por qué los periódicos no regalan a sus lectores un juego de píxeles para que se los pongan cuando crean conveniente. Borrar la cara de un niño muerto es una operación realmente extravagante, que parece anticipar la obra del tiempo.
La escena de la playa de Bodrum ha dado lugar, básicamente, a dos fotos. En la que ha publicado, con buen criterio, el periódico donde te echo las cartas aparecen dos figuras: el niño ahogado y un policía. El niño está tendido, bocabajo, en la arena y el policía hace el ademán de estar escribiendo. En la otra el policía ya ha recogido al niño y lo lleva en brazos camino del depósito. Los periódicos más remilgados y pusilánimes, tipo socialdemócrata, han preferido publicar la segunda, que es puramente parasitaria. Es decir, que solo se entiende bien si se ha visto antes la primera, y que necesita, más que un pie de foto, una parrafada. La primera, por el contrario, casi desafía a Sontag y su teoría, indiscutible, de que no hay foto sin pie. Lo que sabemos sobre las playas mediterráneas de este aciago verano, la actividad anotadora del policía y el cuerpecillo inerte dan a la foto una insoportable potencia simbólica. Uno más. Pero el policía, el pobre policía, el resignado policía, el entristecido policía, su anotación y cuenta, significa muchas otras cosas. Eso que no vio el póster de Bauluz. Eso que no ven los torvos oportunistas necrófilos capaces de alimentarse de cualquier cadáver para ganar cualquier contienda política, como hicieron con el no a la guerra y ahora hacen con el sí a la guerra: todo ello con su desagradable boca torcida, su adversativa. Ese policía es el triunfo de Europa, porque Europa es un lugar donde los muertos se cuentan uno a uno, se registran y se entierran. Cualquier civilización viva necesita sepultureros, y ellos son los primeros que desaparecen con las hecatombes para dejar su lugar a las ratas. ¡El fracaso de Europa! se han apresurado a gritar las plañideras habituales de la mala fe. Cuando lo único evidente es que el fracaso de Europa son ellos. Hoy hacen como que lloran a Aylan Kurdi, pero si mañana una de esas grandes coaliciones europeas que van desde Berlín a Washington arrasara el Estado Islámico con sus Palmiras, al día siguiente, al puro día siguiente, sacarían en procesión sacrílega las fotos de los niños muertos en los mercados, en los patios, en las escuelas, todas las víctimas de los daños que para ellos jamás son daños colaterales, porque siempre vienen del mismo lugar y del mismo estado bandido.
Pero solo quiero seguir hablándote de la foto.
El niño. Acude también al ruedo alguno de esos pasmosos pasmos a reprimirnos porque el cadáver de un niño de tres años nos turbe tanto. Como van de frigorificados habrá que responderles fríamente: sí, nos turba más la muerte del que no le dio tiempo a extender por el mundo sus genes egoístas. La muerte de un niño es un despilfarro intolerable, una interrupción. El que convirtamos todo eso en lágrimas es un secreto de la humanidad. Pero en el llanto sobre un niño muerto el hombre descubre que la vida tiene un sentido y que acaba de romperse.
Y la prensa, por último. Ya te he hablado de los pusilánimes que eligieron la versión light, como si la muerte la tuviera. Pero la cuestión, sensacional, mi querido amigo, es que hubo debate en torno a la publicación de esta foto. ¡Debate! Este periódico reprodujo en la web, por primera vez que yo sepa, un fragmento de su reunión editorial en la que se trató el asunto. ¡Bien es verdad que estaban todos de acuerdo! Pero en cuestión de debate, y para el debate, destaca por encima de todo el artículo que publicó el director de 'Abc', Bieito Rubido. Te voy a poner unas líneas: "El debate se abre cada tarde en la redacción, cuando nos sentamos a confeccionar la portada de 'Abc', el único diario de toda la prensa española que comparece con portada y no con primera página. Ayer resultó muy duro. La fotografía que ahora ilustra esta página 2 debería haber sido la portada de 'Abc'. No lo es porque, tras una larga reflexión entre un buen número de compañeros convocados ante la imagen, decidimos que podía herir la sensibilidad de los lectores tanto como estaba desgarrando la nuestra. Debo reconocer que cedí a la opinión mayoritaria del Consejo de Redacción. Y que no estoy convencido de haber acertado. Creo que esta fotografía formará parte de la historia del fotoperiodismo".
No, el director de 'Abc' no acertó. De su artículo se deduce, aunque sea por voz pasiva, que los diarios deben tener un director. ¡Aunque, ciertamente, el Consejo de Redacción se mostró extraordinariamente generoso al permitirle publicar su artículo! Pero lo importante es el sintagma herido: "Decidimos que podía herir la sensibilidad de nuestros lectores". Tengo la impresión de que el origen del sintagma es la ficción audiovisual, sexo, terror, y que de ahí ha pasado, siguiendo el rastro depredador de tantos otros animalitos, al periodismo.
Hay que decirle al Consejo de Redacción que la primera función del periodismo es herir la sensibilidad del lector.
Sigue con salud,
Arcadi Espada.