El legado de Afganistán

Primavera de 2010, atardecer en Qala e Naw, capital de Badghis, noroeste de Afganistán. Después de una intensa jornada de trabajo, recibo la llamada de mi teniente coronel jefe de Batallón, desplegado en la todavía muy precaria base avanzada de operaciones de Sang Atesh, a unos 60 kilómetros de mi cuartel general, y hasta hace unos días dominada por la insurgencia talibán, donde el despliegue de los legionarios españoles, junto a soldados y policías afganos, empieza a llevar la tranquilidad a la zona. Recibo novedades del día. A pesar de las duras condiciones de vida y el clima extremo, la moral de nuestros soldados es elevada. De pronto se oyen gritos de alarma; el teniente coronel me dice: «Mi coronel nos atacan, te llamo luego».

Este relato, vivido en primera persona, forma parte de las vicisitudes que, de forma constante, vivían nuestros soldados desplegados en Afganistán: hostigamientos a convoyes, ataques con artefactos explosivos improvisados, proyectiles sobre nuestras bases, emboscadas, ataques complejos... Una verdadera experiencia de combate en escenario hostil, que ha supuesto el bautismo de fuego para nuevas generaciones de oficiales, suboficiales y soldados que han actuado con profesionalidad, honor y valor, y que merece la pena analizar brevemente por lo que ha supuesto para el Ejército y sus componentes.

El liderazgo de los jefes de compañía, sección y pelotón en el mando de sus pequeñas unidades en combate se ha puesto a prueba como probablemente no se había hecho desde el conflicto del Sahara. Bajo las órdenes de un joven capitán de Infantería, militares de distintas especialidades del Ejército de Tierra, del Ejército del Aire o la Armada, médicos y enfermeros, e incluso unidades afganas del Ejército o la Policía, tenían que actuar coordinadamente bajo la acción del enemigo.

Para poder realizar estos cometidos se ha requerido una preparación en territorio nacional muy exigente y detallada. Las unidades, antes de ser proyectadas, superaban un periodo de adiestramiento de seis meses, con gran diversidad de ejercicios, cursos y conferencias, en el que se reproducían las condiciones a las que se iban a enfrentar en su misión, utilizando en la medida de lo posible los mismos medios y procedimientos. Fueron clave en la preparación las jornadas de intercambio de conocimientos con personal que ya había finalizado su misión en Afganistán, y el perfecto conocimiento de la cultura del pueblo afgano, esencial para saber respetar a la población local, su cultura e idiosincrasia.

El apoyo logístico a un contingente de más de 1.500 efectivos desplegados en distintas localidades de Afganistán, un país situado a 6.000 kilómetros del territorio nacional y con unas infraestructuras logísticas muy precarias, ha supuesto un esfuerzo y un reto logístico sin precedentes para las Fuerzas Armadas españolas. El transporte estratégico capaz de mantener de forma permanente la capacidad operativa de las unidades, el apoyo sanitario que aseguró la atención en organización sanitaria en menos de una hora en caso de sufrir un percance, el trabajo de nuestros ingenieros militares que proporcionó las adecuadas condiciones de seguridad y vida en nuestras bases, y la adquisición en tiempo oportuno de nuevos medios capaces de hacer frente a la amenaza cambiante y a las vicisitudes del combate, son los mejores indicadores del esfuerzo logístico realizado.

Las operaciones de estabilización en ambiente de lucha asimétrica, donde la población local constituye el centro de gravedad, exige mantener el contacto con sus gobernantes y responsables de la administración a todos los niveles (nación, provincia, distrito y localidad), siendo preciso apoyarles y coordinar con ellos las actividades militares en las que pueda verse afectada la población civil. La adecuada labor de enlace con los jefes del distrito, los ancianos de las distintas localidades, los líderes religiosos o los jefes de la Policía o del Ejército de su zona de responsabilidad, junto con acciones de apoyo sanitario de nuestros médicos y veterinarios en distintas localidades, construcción de pequeños proyectos de ‘impacto rápido’ (pozos, pasarelas, campos de deporte, etc.), distribución de ayuda humanitaria y programas de radio o clases de español, resultaron decisivas para el cumplimiento de la misión.

Es necesario resaltar también la difícil y fundamental labor desempeñada por los instructores y asesores de las fuerzas afganas, labor que entrañaba el riesgo de exposición ante la actuación de terroristas infiltrados, así como la de nuestros militares encuadrados en cuarteles generales multinacionales donde, a las largas horas de intenso trabajo en idioma inglés, se unían las dificultades derivadas del trabajo con personal de distintas culturas.

Volvemos de Afganistán con una magnífica experiencia y habiendo incorporado un bagaje valiosísimo como Ejército y como soldados. Con múltiples enfrentamientos de valerosos soldados que nunca dieron un paso atrás en combate, bajo el mando eficaz de jóvenes y competentes oficiales y suboficiales. Con un sistema de preparación que se ha mostrado el más eficaz para adiestrar a las unidades que han de hacer frente a los escenarios más exigentes. Con una experiencia logística que ha puesto de manifiesto las extraordinarias capacidades expedicionarias de las Fuerzas Armadas españolas. Con un soldado español que, una vez más, ha sabido ganarse con su trabajo y consideración a la población afgana y a cuantos compañeros de otros países han trabajado a su lado.

Con esto volvemos, pero es mucho también lo que hemos dejado en aquellas tierras: trabajo, esfuerzo, sacrificio, dedicación, afecto... Pero por encima de todo ello, allí dejaron sus vidas por España ciento cuatro compatriotas. A ellos quiero dedicar mis últimas palabras como muestra de homenaje y respeto.

Miguel Martín Bernardi es Teniente General. Fue Jefe de la Agrupación Española y del Equipo de Reconstrucción Provincial de Qala e Naw, en la provincia de Badghis (Afganistán), entre marzo y julio de 2010.

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