El legado de Helsinki sigue vivo

Hace cuarenta años, la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa concluía con la firma del Acta Final de Helsinki, un triunfo histórico de la cooperación sobre el conflicto, que sentó las bases para el final de la Guerra Fría. El acuerdo supuso la adopción de un revolucionario enfoque integral en temas de seguridad y relaciones bilaterales y multilaterales. Los firmantes reconocieron que entre las cuestiones políticas y militares y la preocupación por los derechos humanos hay un vínculo directo, y que ese vínculo es un componente fundamental de la paz y la seguridad.

Por eso, cuando este año se encomendó a Serbia la presidencia de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), surgida de la conferencia de Helsinki, teníamos la esperanza de que su 40.° aniversario sería una ocasión para celebrar los muchos logros del acuerdo. Pero esa fecha adquirió un nuevo significado ahora que el resurgimiento del conflicto armado en Europa cuestiona los principios fundamentales del Acta de Helsinki.

La crisis en Ucrania pone de relieve la importancia que conserva el Acta. De hecho, el único modo de volver a consolidar la seguridad europea es llegar a una solución duradera basada en sus principios; ya que si se hubieran respetado, esta crisis nunca hubiera ocurrido.

Es evidente ahora que sus raíces son más profundas de lo que se pensó. Mucho antes de que estallara el conflicto en Ucrania había comenzado a resurgir una divisoria este‑oeste, la misma que nuestros predecesores se esforzaron por cerrar en Helsinki. Una creciente sensación de desconfianza y hostilidad, y un debilitamiento del compromiso con el modelo de seguridad integral de la OSCE, obstaculizaban la cooperación en diversas áreas. Se había vuelto difícil cooperar constructivamente en cuestiones de seguridad, de lo que daba muestra la falta de avances en control de armamentos y otras áreas clave de la agenda de la OSCE.

La crisis en y en torno de Ucrania profundiza estos desafíos y hace más urgente la búsqueda de una solución. En ese sentido, hay ideas muy valiosas en el informe interino sobre seguridad europea presentado esta semana, en la reunión de Viena de la Conferencia de Seguridad de Múnich, por el Panel de Alto Nivel de Personas Eminentes sobre la Seguridad Europea como Proyecto Común, creado en el Consejo Ministerial de Basilea por la última presidencia suiza de la OSCE el año pasado.

El informe destaca las enseñanzas de la actuación de la OSCE en Ucrania, y el nombre del panel que lo redactó revela una parte de la solución: la seguridad europea es un proyecto común. En esto la OSCE puede cumplir una función crucial, al servir (como la conferencia de Helsinki hace cuarenta años) de plataforma para superar la división actual, restaurar la confianza y recrear la cooperación en torno de los problemas de seguridad comunes.

Aunque los aspectos más visibles de la respuesta de la OSCE a la crisis ucraniana son obra del Grupo de Contacto Trilateral y la Misión Especial de Supervisión, la OSCE movilizó todas sus herramientas para mitigar la crisis y facilitar otras medidas cruciales, como la reforma constitucional, la protección de los derechos de las minorías étnicas, el diálogo político y la reconciliación. Por ser la única plataforma regional que reúne a todas las partes involucradas, la OSCE cumple un papel fundamental para mantener abiertas las líneas de comunicación y hallar oportunidades de acción conjunta.

Las buenas relaciones de Serbia con todas las partes de la crisis nos dan herramientas para colaborar con el proceso. Nuestros objetivos principales son evitar una escalada, asegurar un proceso político sostenible y preservar la naturaleza inclusiva y cooperativa de la labor de la OSCE.

Es indudable que una desescalada del conflicto en el terreno y un avance visible en el Grupo de Contacto Trilateral (y en los cuatro grupos de trabajo que funcionan bajo su órbita) sentarían las bases de un debate renovado sobre la seguridad de Europa en general y el papel futuro de la OSCE. La importancia de esto es innegable, porque resolver las amenazas transnacionales y globales a la seguridad demandará necesariamente soluciones cooperativas.

Sin una visión compartida en materia de seguridad y una respuesta integral conjunta, superar los desafíos que enfrentamos será casi imposible. Incluso podría ocurrir que la situación empeore considerablemente y que conflictos “latentes” se agraven y conviertan en enfrentamientos armados. Un agudizamiento de tensiones sociales por obra de la inestabilidad creciente supone más riesgo de conflictos étnicos, radicalización y extremismo violento.

En 1975 los líderes de Helsinki se enfrentaban a un abismo entre este y oeste mucho mayor que el que hay ahora. Pero con coraje y decisión, lograron producir un acuerdo pragmático basado en una serie de principios fundamentales, que sentó las bases para una cooperación de amplio alcance y, de hecho, para el nacimiento del mundo interconectado e interdependiente de hoy.

Los líderes actuales deben mostrarse igualmente sabios y visionarios, y apoyar los esfuerzos de la OSCE para revitalizar los principios del acuerdo de Helsinki. Esto demandará más inversión de recursos financieros y de capital político, y un compromiso conjunto para ponerla en acción.

Serbia, una sociedad salida de un conflicto y construida sobre una serie de acuerdos negociados, está en buena posición para coordinar durante su presidencia de la OSCE (organización que nos ayudó en nuestra transición) el diálogo urgente sobre seguridad que necesita Europa. ¿Qué mejor promotor que aquel que habla con la convicción nacida de la experiencia propia?

Los principios de Helsinki no necesitan revisión; por el contrario, debemos reafirmarlos, fortalecerlos y salvaguardarlos. Ya hay una plataforma; pongámonos a trabajar juntos ya mismo.

Ivica Dačić, Serbia’s Foreign Minister, is currently the Chairman of the OSCE. Traducción: Esteban Flamini.

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