El legado de Ibrahim Rugova

Por Javier Solana, Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) de la Unión Europea (LA VANGUARDIA, 26/01/06):

La muerte del presidente Ibrahim Rugova ha supuesto una conmoción para Kosovo. Fue un hombre que dedicó su vida a la protección de los derechos del pueblo kosovar. Su muerte ha sido una gran pérdida para los Balcanes y también para Europa, porque el presidente Rugova fue asimismo un hombre de paz, firme frente a la opresión pero muy comprometido con los ideales de la no violencia. Esos mismos ideales son los que han apuntalado la construcción de Europa y los que impulsan hoy la transformación democrática de los Balcanes. El presidente Rugova fue una figura respetada en todo el mundo por su compromiso con la paz, y querido por los kosovares por su compromiso con el futuro. Por una de esas crueles ironías de la historia, ha desaparecido en el momento en que más se le necesita, justo cuando se esperaba de él que proporcionara el liderazgo en la tarea de contribuir a determinar el futuro estatuto de Kosovo. No cabe duda de que toda la región de los Balcanes ha realizado grandes progresos en los últimos años. El riesgo de guerra se ha alejado, las reformas han avanzado y hay señales de recuperación económica. Sin embargo, el asunto inconcluso y, en particular, la cuestión no resuelta del estatuto de Kosovo no deja de ser una pesada carga. Sigue habiendo en diversas partes de los Balcanes grupos radicales que consideran que, si la decisión sobre Kosovo se decanta de un modo u otro, aparecería una oportunidad para reabrir otras cuestiones territoriales y étnicas. Por lo tanto, este problema no resuelto crea una omnipresente sensación de incertidumbre, tanto política como económica. En este año 2006 el problema se abordará por fin y es de esperar que se revuelva. No hay que subestimar la dificultad de la empresa. Las heridas de los conflictos pasados siguen abiertas, las tensiones y la desconfianza son unos obstáculos formidables frente al progreso. Serán necesarios los compromisos constructivos de las partes y la dirección decisiva de la comunidad internacional para que el proceso llegue a buen puerto. En Martti Ahtisaaria las Naciones Unidas han elegido la persona adecuada para dirigir el proceso. El desafío planteado por las negociaciones sobre el estatuto es grande, pero la recompensa bien vale el esfuerzo. Una solución justa y sostenible para Kosovo significará que todos los Balcanes darán un gran paso hacia delante. La organización territorial de la región dejará de estar en entredicho, los fantasmas del pasado se expulsarán para siempre. Los gobiernos y las sociedades podrán centrarse en las auténticas prioridades, el desarrollo económico, las reformas y el progreso hacia Europa. Si el proyecto histórico de establecer un estatuto para Kosovo tiene éxito, será porque toda la región comparte una aspiración común cara al futuro que, en última instancia, supera las profundas divisiones del pasado. Lo que une a los Balcanes hoy es el consenso acerca de que su destino común consiste en participar en la integración europea. El poder magnético de Europa impulsa los esfuerzos hacia la reforma política y económica, y la ayuda concreta de Europa ayuda a construir la capacidad para dirigirse en esa dirección. La sabiduría y la autoridad del presidente Rugova se echará de menos en Kosovo; sobre todo, en estos momentos cargados de desafíos. Sin embargo, espero de todo corazón que su legado guíe a los dirigentes políticos de Kosovo para que mantengan la unidad y den muestras de responsabilidad. Es el mejor modo de rendir tributo a la memoria del presidente Rugova. Es también lo que les pide la comunidad internacional y lo que esperan de ellos los ciudadanos de Kosovo.