El discurso de Inés Arrimadas en la convención de Ciudadanos lo escucharon en directo trescientos afiliados. Yo lo vi en diferido. El gusto por los discursos políticos es una de las cosas que me queda de estar casada con el que fue líder del Partido Liberal británico, Nick Clegg, y haber tenido que estar presente (con una sonrisa de peluquería y un vestido fotogénico) en muchos de sus ‘speeches’. El de Arrimadas tenía todas las señales de los discursos de los líderes que todavía no se sienten fuertes en su partido: un pasaje personal al inicio para conectar emotivamente con la audiencia, un tono ligeramente defensivo, una lista de objetivos políticos de carácter general y algunos lugares comunes, incluida una de las cosas que más denota a un líder reciente, que es citar a Kennedy. Arrimadas empezó dubitativa, pero se fue creciendo. Hay que reconocerle que tiene un punto humilde y una manera de hablar cercana, que en política es toda una ventaja. Y además se la ve honesta.
A pesar de que estuvo hablando más de una hora, a Inés Arrimadas le faltó lo fundamental: reconocer sin tapujos el gran error que fue para Ciudadanos no haber intentado entrar a formar parte de un gobierno en coalición con Sánchez tras las elecciones de abril de 2019. No hace falta ser afiliado de Ciudadanos para darse cuenta de lo distinta que hubiese sido ahora España si la crisis de la pandemia y los proyectos de reconstrucción se hubiesen gestionado por un Gobierno del PSOE con un Ciudadanos reformista, un gobierno de progreso y abierto a la sociedad civil. Es una oportunidad histórica perdida por la que Ciudadanos todavía no ha entonado con claridad el ‘mea culpa’. Al contrario, Arrimadas insistió, entre los vigorosos aplausos de los allí presentes, en que Ciudadanos «nunca ha puesto los intereses del Partido por encima de los intereses generales de España». Ojalá sea solo una cuestión de tiempo que se dé cuenta de que a veces lo mejor no es empeñarse en defender lo indefendible, sino reconocer el error y comprometerse con los votantes a que nunca va a volver a pasar. Nadie es infalible.
El objetivo de Arrimadas era evitar la desintegración de Ciudadanos reclamando su utilidad. Pero también situar al partido claramente en el liberalismo para poder sentirse arropada por el Grupo Liberal europeo, el tercer grupo político de la UE y uno de los más activos. Para ello, encuadró al partido en la filosofía política liberal, citando desde Locke a Montesquieu, Tocqueville, Adam Smith, Popper, Isaiah Berlin, y hasta a Hanna Arendt (una mujer que odiaba las etiquetas políticas y negó ser capitalista, socialista o liberal).
Reflexionar sobre la ideología del partido siempre es positivo porque fuerza al líder a pensar por qué defiende lo que defiende, y a clarificar sus valores políticos, que cada vez escasean más en la excesivamente táctica política moderna. En el caso de Inés Arrimadas, lo más significativo de ese encuadre liberal no son los pensadores que citó, sino el que no citó: John Stuart Mill, uno de los grandes padres del liberalismo sin el cual no se puede concebir el liberalismo moderno, y seguramente el pensador británico más influyente de su siglo (y por cierto, también uno de los primeros hombres que se significó abiertamente a favor del feminismo).
Mill defiende un liberalismo social que conjuga la libertad individual con la búsqueda del bien común, y aúna por ello la libertad económica con la defensa de los más débiles. A diferencia de muchos pensadores anteriores a él, reconoce un papel al Estado siempre que esté sujeto a estrictos controles y rinda cuentas. Con su defensa de la imposición de límites estrictos al poder político, Mills es un recordatorio constante de todo lo que nos falta de liberalismo en España, porque el poder de los políticos españoles apenas tiene límites.
En su discurso, Arrimadas subrayó diez reformas generales como sus prioridades políticas: educación, desarrollo sostenible, natalidad, empleo, ciencia e innovación, vivienda, lucha contra la despoblación, etcétera. Efectivamente todas esas son áreas importantes en las que hay que tener iniciativas políticas. Pero en un Partido Liberal con mayúsculas, y frente a cualquier otra prioridad, hay que reivindicar constantemente (tanto en la oposición, como en las comunidades donde gobiernan) la reforma y modernización del sistema político español, limitando de una vez por todas el poder de los políticos. Ello incluye cosas tan básicas como reducir drásticamente el número de políticos (incluidos el número de ministros), cortar radicalmente la cifra de asesores, eliminar prebendas, crear suprarreguladores neutrales como existen en muchos otros países, abrir el sistema de listas electorales, hacer que nuestros sistemas de contratación pública tengan los controles que tienen nuestros vecinos europeos, cortar de raíz la excesiva regulación, que es como los políticos controlan a las empresas, despolitizar la justicia y agilizarla para que nunca más prescriban delitos de corrupción, e imponer total transparencia en la publicidad de entes públicos para que los políticos no puedan manipular la prensa.
Por supuesto que hay que promover buenas políticas de educación, vivienda o empleo, como plantea Arrimadas. Hay que hacerlas en España y también en cualquier otro país. Pero lo específico de España, lo más urgente, es la falta de límites políticos de nuestro sistema.
Esa ausencia de límites es nuestro particular talón de Aquiles. Es lo que explica que el país no crezca por mucho que trabajen y se esfuercen los españoles a nivel individual, porque las políticas económicas se llevan a cabo para beneficiar al partido político de turno. Es también lo que explica la sensación de impotencia que tenemos los españoles al ver que el país sigue cayendo sin que podamos hacer nada porque no está en nuestras manos. Y es lo que explica asimismo nuestra frustración ante el ninguneo que ahora sufrimos a nivel internacional, porque estamos atrapados en un sistema que no nos deja avanzar al ritmo de los demás. Modernizar el sistema político imponiendo límites básicos es de lejos la prioridad más importante de España. Una prioridad política profundamente liberal.
Miriam González Durántez es abogada.