El liberalismo igualitario de Macron

El programa de Macron no es, ni mucho menos, un amasijo de ideas de derechas e izquierdas, sino que procede de una corriente de pensamiento coherente, denominada “liberalismo igualitario”.

Se suele olvidar que Emmanuel Macron fue filósofo antes de ser funcionario público, banquero y ministro. Su labor de editor filosófico le hizo merecer, hace diecisiete años, el agradecimiento de Paul Ricoeur en el prefacio a La memoria, la historia y el olvido, un libro especialmente denso. El programa actual del presidente electo está inspirado por otros dos filósofos, John Rawls (1921-2002) y Amartya Sen (1933). Al primero se le considera el filósofo político más importante del siglo XX, y el segundo obtuvo el Premio Nobel de Economía en 1998.

El liberalismo igualitario es, ante todo, una filosofía de la igualdad de oportunidades. Su idea fundamental es que, en una sociedad justa, todo el mundo debe tener la posibilidad de hacer realidad sus ambiciones, sin que las desigualdades debidas a las circunstancias del nacimiento o a hechos accidentales se lo impidan. Esa pareció ser la inspiración del primer lema de campaña de Macron: “Francia debe ser una oportunidad para todos”, ilustrada por un vídeo en el que aparece Charles Rozoy, que, después de un accidente, llegó a ser campeón paralímpico en 2012.

El liberalismo igualitario es una corriente que aúna la libertad y la igualdad en una teoría coherente de la justicia social, Su representante más conocido, John Rawls, en su libro Teoría de la justicia, dice que una sociedad justa debe hacer realidad estos dos principios:

1. Extender las libertades básicas e iguales para todos.

2. Controlar las desigualdades económicas de tal forma que (a) favorezcan la igualdad de oportunidades y (b) mejoren la situación de los más desfavorecidos.

Cualquiera que haya leído a Rawls se quedaría asombrado al descubrir que esos dos principios configuraron, en ese mismo orden, el discurso pronunciado por Macron el 4 de febrero de 2017 en Lyon. Allí defendió “las libertades básicas”: la laicidad, que calificó como una libertad de conciencia compatible con la libertad de los demás; la libertad de trabajar, emprender e innovar; la libertad de asociación. Después insistió en la igualdad de oportunidades, para la que propuso más inversión en la educación de niños en Zonas Educativas Prioritarias y en la de adultos, además de implantar medidas paritarias y antidiscriminaciónen las empresas.

La prioridad que da el programa de Macron a los más desfavorecidos se traduce en el incremento de las prestaciones sociales mínimas (tanto las ayudas a las personas mayores como a los discapacitados) y las medidas en favor de los sin techo. Otras propuestas igualitarias son la creación de un sistema universal de pensiones y un seguro de desempleo universal.

El liberalismo igualitario es una teoría fecunda y con numerosas aplicaciones. Uno de los debates que ha suscitado se refiere al tipo de igualdad al que aspiramos: ¿hay que igualar los recursos y dar a la gente libertad para usarlos como quieran? ¿O igualar el nivel de bienestar o de satisfacción, aunque eso implique una desigualdad de recursos?

En su intento de dar respuesta a estas preguntas, Amartya Sen elaboró su teoría de las capacidades, que dice que lo que hay que igualar es la capacidad de la gente para escoger y combinar distintas acciones con el fin de hacer realidad sus ambiciones. En esta perspectiva, la redistribución de los recursos no es más que un instrumento más. Lo importante es dictar unas políticas que aumenten las posibilidades de actuar. En otras palabras, la libertad individual.

No es tan fácil entender la idea de que la pobreza es una privación de libertad. Se puede comprender si se compara, como hace Sen, la situación de dos individuos: uno que ayuna y otro que está malnutrido. Desde la óptica de los recursos y el malestar, los dos tienen una situación idéntica. Pero la diferencia es que uno ha decidido no comer y el otro no ha tenido más opción. La idea de Amartya Sen es que comparar las posibilidades de actuación de los individuos, sus “capacidades”, permite entender las desigualdades mejor que si se comparan sus recursos o su satisfacción.

La teoría de las capacidades inspiró el Índice de desarrollo humano, establecido en 1990 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con el fin de medir los progresos de los países en la lucha contra la pobreza. Al dar carácter institucional a la idea, se consagró una filosofía del desarrollo centrada en la persona y su autonomía, en detrimento de la visión marxista que se centraba en las estructuras económicas y la satisfacción de las necesidades primarias. El programa de Macron parece reflejarlo cuando afirma que la lucha contra la pobreza no pretende solo garantizar la subsistencia sino permitir la autonomíay aumentar la capacidad de “actuar”.

La igualdad de capacidades es una constante en sus discursos. El instrumento de análisis estadístico de discursos elaborado por los investigadores de la Universidad de la Costa Azul permite ver que, entre los cinco candidatos de la primera vuelta, Macron fue el que más utilizó la palabra “igualdad”, un dato confirmado por otro motor de búsqueda.

El análisis de la universidad permite ver asimismo los temas asociados a la palabra “igualdad”: el primero era el de las “capacidades”, y el uso que hacía Macron era el de la teoría de Amartya Sen. Por ejemplo, en el discurso de Toulon, el 22 de febrero, Macron criticó el liberalismo sin igualdad de capacidades:

“¿Defendemos verdaderamente la libertad cuando algunos no tienen derecho a ella, cuando algunos, en nuestros barrios y en el campo, no poseen —a pesar de desearlas— las capacidades necesarias para actuar?”

En su libro Liberalismo político, Rawls afirmaba que su liberalismo igualitario podía ser objeto de un “consenso traslapado”. Su opinión era que, en una sociedad que respeta el pluralismo, unas doctrinas opuestas pueden traslaparse a propósito de unos principios esenciales sin dejar de conservar su especificidad.

Es difícil no ver semejanzas con la idea de Macron de que las personas de izquierda, de centro y de derecha pueden adherirse a unos principios fundamentales sin renunciar a sus diferencias. Salvo que Rawls preveía que ese consenso se obtuviera mediante un debate serio y público.

Speranta Dimitru es profesora asociada de Ciencias Políticas en la Universidad París-Descartes. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *