El libro que no trajeron los Reyes

“Regalar un libro es un riesgo. Lo normal para no meterse en líos es buscar alguno de éxito social garantizado, anunciado con bombo y platillo por las grandes editoriales, modo de evitar llamar la atención y atenerse a lo que el lector poco avisado considera una garantía. Mi experiencia me dice que nunca lo terminará pero podrá hablar de él sin que le afecte para nada que sea bueno, malo o espantoso. Es un ­regalo.

Una modesta editorial, como dice propiamente su emblema – Hoja de Lata– ha editado hace unas semanas uno de esos textos que algún día quedarán como clásicos y que ahora apenas aparecen en las esquinas de las librerías. Pocos libros, en los últimos meses, me han producido ese pálpito de estar leyendo una joya y ser consciente de que probablemente no encontrará quien le dedique al menos una reseña.

Estirpe, escrita por el sardo Marcello Fois, publicada hace pocos años en Italia por la prestigiosa Einaudi, acaba de aparecer en nuestro modesto y manipulado mundo editorial y probablemente –los dioses lectores no lo quieran– pasará sin pena y menos aún sin gloria. Y les digo con cono­cimiento de causa que es una novela soberbia, con el ta­lento de contar una historia que parece salida de Tolstói o Turguénev, pero con un ­estilo, un dominio de los ­silencios literarios, de los ­secretos de la escritura, que para sí quisiera cualquier ­furrier de nuestra galería de arrogantes prosistas.

Estirpe, publicada por Hoja de Lata, traducida escrupulosamente por Francisco Álvarez, es una pieza de la mejor literatura que se pueda leer actualmente. Y no porque rompa con esquemas narrativos sino porque Marcello Fois, el autor, sabe, conoce y domina el arte de los tiempos, las pausas, las huidas en una historia compleja, brutal, como sólo podía hacerse desde territorio tan insólito como la isla de Cerdeña y especialmente esa zona que se mueve entre Nuoro, Orgósolo y la costa, entre provinciana y presuntuosa, Cagliari, la capital. Facilita mucho conocer Cerdeña y más aún la personalidad singular de los sardos –el político e intelectual Antonio Gramsci era sardo, y eso marcó de algún modo su vida; bastaría con referirnos a sus relaciones con Palmiro Togliatti, genovés, para adentrarnos en diferentes mundos en la compleja trayectoria del Partido Comunista Italiano–.

Estirpe, de Marcello Fois, nacido en Nuoro, vieja ciudad, modesta y provinciana como lo podía ser cualquier ciudad de provincias española, pero al tiempo el lugar donde nació la hoy olvidada Grazia Delleda, premio Nobel de Literatura en 1926, cuya lectura aún sigue siendo un placer antiguo, por más que su vida no fuera una camino de rosas. No hace falta más que visitar los restos de su casa en Nuoro para detectar que no lo tuvo fácil ser mujer, escritora y con ambiciones liberales. ¡En Nuoro y en el mundo sardo!

Estirpe podría interpretarse perfectamente como una saga, al modo que fue la primera parte de Bellocchio y su Novecento, pero aquí estamos en otro mundo. En primer lugar, no es el Véneto, con sus conflictos de clase sino Cerdeña, la parte última y más desconocida de Italia. Adoro Cerdeña e incluso a los peculiares habitantes de esta isla bárbara, donde aún existen reminiscencias de los siglos anteriores; nada de mafia, estrictamente bandidaje. Si hay algo conmovedor en este libro brutal que es Estirpe es la sencillez con la que se narra la violencia, el crimen espantoso, los personajes que parecen pertenecer a épocas medievales de nuestra historia europea.

Un saga, pero no al estilo de Novecento, de empresarios gozadores de la caza y explicadores de la raza, sino gente que empezó a base de empeño y mucho brazo y demasiadas horas, en hacer una herrería, luego una fragua para todo y terminar siendo una forja, donde se trabajaban gollerías. Y mientras, se va construyendo una burguesía modesta, discreta, como corresponde al mundo sardo, donde llamar la atención es tanto como convocar al crimen, la venganza o el resentimiento.

Y el crimen es siempre tan excesivo, tan cruel, como asesinar a niños, violar doncellas o destrozar cuerpos hasta que los jabalíes los hagan irreconocibles. Podría parecer un sarcasmo: la soberbia novela Estirpe es la historia de una sociedad que trata de superar el peso de una historia que nació en torno a la violencia y que no puede separarse de ella, como si ambas, tranquilidad burguesa y violencia ciega, fueran términos que convivieran entre una paisaje difícil y unos cielos bellísimos.

Un hombre bragado construye una familia a partir de algo que hoy nos parece insólito: forjar el hierro, a mano y con delicadeza, como quien trabaja el mármol o la joyería. Y los avatares de este hombre, condenado por el destino, se va desgajando en derrotas, en hijos muertos, y en esa peste del siglo XX, nunca demasiado relatada, que fue la Primera Guerra Mundial. Mejor sería decir europea porque ahí empezó y terminó algo de lo que no nos ­hemos librado aún: el desprecio hacia la vida de unas clases dominantes que segaron una sociedad en punto de sazón. Es muy fácil explicar las fuerzas en conflicto y los intereses que se movían en la Segunda Guerra Mundial, pero no lo es tanto acercarse a lo que fue la Primera, esa matanza sin precedentes que arrastró lo mejor de una generación que abarcaba media Eu­ropa.

Bajo ese telón de fondo, y como si fuera una historia doméstica, que en el fondo es lo que es, se desarrolla Estirpe. Incomprensible sin la primera gran guerra y difícil de entender sin introducir elementos históricos que, con gran talento narrativo, Marcello Fois va echando fuera de unas historias humanas ligadas a la ambición, la modestia del trabajo bien hecho, el orgullo de ser un artesano, algo que se perdió hace tantos años que hasta citarlo hoy parece una antigualla. Porque hubo obreros y artesanos de oficios tan duros como trabajar la fragua, una forja, una herrería, golpear el hierro para hacerlo moldeable, como una joya o una delicadeza doméstica. Un orgullo.

No hay lector atento que pueda dejar pasar un libro como Estirpe. Ahí está todo, desde la constitución frustrada de una clase que no puede sobrevivir al mundo de barbarie que significa Cerdeña, hasta la sensibilidad de unos personajes similares a cualquier lugar europeo, seguidor de las modas, adaptable a la amistad, a la solidaridad de seres humanos situados en un mundo que parece saltar de la edad media a la modernidad, conviviendo como si se tratara de colegas, o socios, o futuros dirigentes de ese país hermoso y duro, por el que siento una pasión especial, porque no hace mucho nosotros fuimos iguales. Pero con una diferencia capital, quizá nosotros ya no peleamos con el bandidaje pero tampoco somos capaces de escribir un libro tan brillante y sentido como Estirpe de Marcello Fois.

Los bandidos cambian de formas pero la literatura, la buena literatura permanece, aunque tengamos el inconveniente de que nuestra cultura no alcanza a superar la barbarie. Se queda en mediocridad.

Gregorio Morán

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