El Ling Chi judicial de Donald Trump

El expresidente de Estados Unidos Donald Trump, en una imagen de archivo.BRANDON BELL (AFP)
El expresidente de Estados Unidos Donald Trump, en una imagen de archivo.BRANDON BELL (AFP)

“Death by a thousand cuts” (Muerte por mil cortes) es una expresión en lengua inglesa que tiene su origen en una forma de ejecución de una crueldad refinada que existió en China durante más de 1.000 años, denominada Ling Chi, por la que se iban rebanando pequeños pedazos del cuerpo de un condenado hasta que fallecía. Es una expresión de uso tan común en Estados Unidos que Taylor Swift la usó como título de una de las canciones de su álbum Lover en 2019. Y es también una expresión muy adecuada para las noticias que han empezado a llegar (y que seguirán llegando en las próximas semanas y meses) en los múltiples frentes judiciales que tiene abiertos Donald Trump.

La revelación de que un gran jurado de Nueva York ha recomendado la imputación del expresidente estadounidense en relación con el denominado caso Stormy Daniels marca el inicio oficial de un auténtico viacrucis judicial (otra imagen adecuada, ahora que estamos a punto de entrar en la Semana Santa) para el mandatario.

Los hechos básicos son relativamente sencillos de explicar: Trump mantuvo, como ciudadano privado antes de iniciar su carrera política, una relación extraconyugal con una actriz porno llamada Stormy Daniels, que intentó vender su historia a la prensa durante la campaña de las presidenciales de 2016. El abogado personal de Trump en aquella época, Michael Cohen, acabó pagando a la actriz 130.000 dólares por su silencio, y facturó la misma suma como “servicios legales” a la campaña de Trump, que usó fondos electorales para abonar dicha factura (en este punto, en particular, es donde se podría haber cometido un delito). Cohen pasó tres años en prisión ya por estos hechos.

A pesar del simbolismo que supone el hecho de que por primera vez en la historia un expresidente vaya a ser imputado criminalmente, este es un caso relativamente menor dentro de la panoplia de futuras imputaciones que van a producirse muy probablemente a lo largo del próximo año, por hechos mucho más graves:

La inducción al fraude electoral en las presidenciales de 2020 en Georgia, cuando Trump presionó al político republicano encargado del cómputo, Brad Raffensperger, para que “encontrara 11.000 votos” que le permitieran declarar que había ganado en ese Estado. La posible inducción al asalto al Capitolio de Washington el 6 de enero de 2021 por masas trumpistas que pretendían impedir la proclamación de los resultados electorales por el Congreso y el Senado y que golpearon a (y provocaron la muerte en algún caso de) varios policías, además de destruir diversas dependencias del edificio. La sustracción y retención de docenas de documentos secretos por parte de Trump tras su salida de la Casa Blanca el 20 de enero de 2021, que obligó a que el FBI solicitara y obtuviera una orden de entrada y registro en la residencia del expresidente en Mar-a-Lago, Florida.

A eso hay que añadir otras noticias potencialmente ominosas para el expresidente acaecidas esta misma semana, como la decisión de cambiar de abogado del exjefe financiero de la Organización Trump, Allen Weisselberg, tras entrar en la prisión de Riker’s Island para cumplir condena por evasión fiscal, lo que ha alertado sobre la posibilidad de que esté iniciando una cooperación con la Fiscalía de Nueva York dirigida a imputar a su exjefe por hechos similares.

Los próximos días serán muy llamativos, porque se procederá a la detención de Trump, el cual se entregará voluntariamente o provocará una detención con la intención de generar simpatía mediática entre los suyos, incluyendo la primera foto policial de un expresidente de Estados Unidos. Pero lo importante será la evolución legal de los distintos casos judiciales en los próximos meses, el impacto que tendrán los mismos en las primarias republicanas primero, y en las generales después, si Trump triunfa en las primeras.

Las primeras reacciones de los líderes conservadores, cerrando filas en torno a este, aseguran que la imputación y la detención generen una gran ola de simpatía entre los republicanos, reforzando la ya amplia mayoría con la que contaba Trump antes de las mismas y reduciendo mucho las posibilidades de cualquier otro candidato como DeSantis que, además, ya se ha visto obligado a ponerse de su parte para no ser rechazado por sus votantes.

Pero lo que puede ser bueno en unas primarias no tiene por qué serlo necesariamente en unas generales: esta imputación (y cualesquiera ulteriores que vayan llegando) alienarán todavía más a los demócratas y, lo que es más importante, a los republicanos más tibios que, aunque no estén contentos con Joe Biden, no están dispuestos a apoyar cuatro años más en la Casa Blanca plagados de escándalos como lo estuvieron los cuatro primeros.

Lo que es improbable, como ya he escrito en ocasiones anteriores, es que Trump sea encarcelado “antes” de las presidenciales: la tramitación de la causa, incluyendo la celebración del juicio y particularmente las posibles apelaciones ante el Segundo Circuito Federal y el Tribunal Supremo se extenderán más allá de noviembre de 2024.

Pedro Soriano Mendiara es abogado y colaborador de Agenda Pública.

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