El macropotencial de las microfinanzas

La esencia de las microfinanzas es brindar servicios financieros a quienes no tienen acceso –o no tienen acceso suficiente– al sistema bancario formal. Con servicios financieros adecuados, accesibles y a precios justos, la gente puede ahorrar, cubrir los costos de emergencias inesperadas, e invertir en salud, vivienda y educación para sus familias.

La Corporación Financiera Internacional estima que las microfinanzas han ayudado aproximadamente a 130 millones de personas en todo el mundo en los últimos 15 años. Durante este periodo las microfinanzas han sido alabadas por su potencial para mejorar la inclusión financiera y permitir a las personas un escape de la pobreza. Pero también ha enfrentado duras críticas y algunos de los acreedores han sido acusados de usura.

A pesar de las dificultades ampliamente difundidas que ha experimentado el sector, su capacidad para mejorar las vidas de los pobres no puede ser ignorada. La cuestión es ahora cómo garantizar que las microfinanzas se desarrollen hasta el nivel que el mundo necesita. Para ello, deben darse tres pasos importantes.

El primero es mejorar la regulación. Las instituciones microfinancieras (IMF) asumen diversas formas –bancos tradicionales, bancos con licencias especiales, empresas no financieras, empresas financieras y de leasing, organizaciones no gubernamentales, cooperativas y fondos de inversiones– y siguen distintos modelos de negocios. Todos estos intermediarios deben ser reconocidos y regulados según las necesidades de las economías en las cuales funcionan.

La regulación inadecuada es más perjudicial para quienes más necesitan los servicios microfinancieros. En ningún otro caso esto resulta más patente que en la crisis microfinanciera del estado indio de Andhra Pradesh –un centro de actividad de las IMF– cuando una década de crecimiento explosivo, alimentada por prácticas crediticias agresivas e imprudentes, llegó a un punto crítico.

El sobreendeudamiento, unido a prácticas de recuperación coercitivas, condujo a una serie de suicidios ampliamente difundidos, que estimularon a los funcionarios oficiales a implementar nuevas restricciones a las IMF y a desalentar a los deudores del pago de sus deudas. Cuando las tasas de repago se desplomaron, los microcréditos se detuvieron completamente.

Para evitar este tipo de resultados, los gobiernos deben diseñar regulaciones que promuevan un modelo de inclusión financiera sostenible, una que permita a las IMF ofrecer apoyo a los deudores en el largo plazo. Al mismo tiempo, la regulación debe evitar que las IMF se comporten imprudentemente con un segmento vulnerable de sus clientes. Y la regulación no debe basarse en la experiencia anterior, como ahora, sino en las posibilidades futuras; en otras palabras, el marco regulatorio debe ser lo suficientemente flexible como para adecuarse a las innovaciones.

El segundo paso, que debe implementar el propio sector de las microfinanzas, es crear mecanismos efectivos para evaluar su impacto. Actualmente, algunos gobiernos y académicos se sienten incómodos frente a IMF que, aunque se supone que proporcionan un bien público al mejorar la inclusión financiera, buscan beneficios.

Pero que algunas IMF no diferencien entre la búsqueda de beneficios y la usura no implica que las microfinanzas sostenibles no deban generar rendimientos por encima de los costos. El negocio de brindar servicios financieros a los pobres exige compromiso. Sin beneficios, las IMF son incapaces de invertir en el talento y el desarrollo de productos necesarios para servir a la gente en el largo plazo.

Muchos gobiernos han implementado actualmente topes a las tasas de interés y a los márgenes para evitar que las IMF obtengan ganancias excesivas, al tiempo que ignoran los márgenes de las alternativas no organizadas del mercado, como los prestamistas. Para proporcionar una perspectiva más equilibrada sobre el sector de la microfinanzas respecto de otros tipos de proveedores de servicios financieros, las IMF deben ocuparse más de la medición y la explicación de su valor social y económico.

Las buena noticia es que los organismos del sector, los inversores y los gobiernos ya han implementado indicadores de factores que van desde la fijación de precios hasta la conducta. Si bien esto dio como resultado un conjunto de indicadores bastante dispar, que debe ser estandarizado, esos esfuerzos son una señal alentadora del compromiso del sector de las microfinanzas para garantizar su rol en el ecosistema de los servicios financieros.

El tercer paso está relacionado con la tecnología. La conectividad móvil está transformando el sistema financiero global al permitir que poblaciones remotas y rurales accedan a servicios financieros por primera vez. Los sistemas de pagos móviles, como M-Pesa, están cambiando la forma en que la gente transfiere, recibe y ahorra dinero en muchos países en vías de desarrollo, como Kenia, Pakistán y Filipinas.

Para el sector de las microfinanzas, estos sistemas representan una oportunidad importante, ya que permiten que los deudores soliciten, reciban y cancelen los créditos a través de sus teléfonos celulares, mediante una red de agentes locales para depositar y retirar efectivo. Pero sin una regulación sólida, las IMF no pueden aprovechar estos desarrollos al máximo.

Además, la revolución de los pagos móviles hasta ahora ha sido impulsada en gran medida por los proveedores de servicios de telefonía. Si ha de proporcionar beneficios reales a las personas financieramente excluidas, el sector de los servicios financieros tendrá que desempeñar un papel mucho más activo.

Por supuesto, las microfinanzas por sí solas no pueden eliminar la pobreza, ni siquiera la exclusión financiera, sin importar cuán bien funcionen. Para lograr un efecto realmente transformador, las operaciones de las IMF deben contar con apoyo gubernamental para mejorar el acceso a la educación, la capacitación y el empleo.

Si bien la microfinanzas ya han ayudado a una innumerable cantidad de personas en todo el mundo, el Banco mundial estima que aproximadamente 2,5 mil millones de adultos aún carecen de acceso a servicios financieros. Es responsabilidad de todas las partes involucradas –incluidos los gobiernos, los reguladores, los bancos y la sociedad civil– garantizar que las microfinanzas continúen formando parte de la solución.

Prashant Thakker is Global Business Head of Microfinance at Standard Chartered. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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