El mal menor

Javier Elzo, catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto (EL PERIODICO, 12/10/04).

Albert Camus, en una entrevista en su concesión del Premio Nobel, dijo que "entre la justicia y mi madre, me quedo con mi madre". Primero los míos, después lo que sea. Es lo que hace, por ejemplo, que no se persiga a las personas que pagan a organizaciones terroristas, ETA sin ir más lejos, aunque sea delito hacerlo. En España nunca se ha condenado a nadie tras haber pagado un rescate. Tampoco a los empresarios que para "vivir en paz" consienten en pagar a ETA el denominado impuesto revolucionario. Algo similar --aunque no exactamente igual, pues Irak no es el País Vasco ni ETA es Al Qaeda-- parece que ha sucedido para la liberación de las cooperantes italianas Simona Pari y Simona Torretta.

Un debate se ha suscitado por ello en Italia. Las autoridades deben decir que no se ha pagado rescate "porque no se negocia con terroristas". Pero la lectura de la prensa italiana, de forma casi unánime, da por bueno y necesario el pago por el rescate. Por razones pragmáticas, porque no había otra solución, o por razones éticas, pues el dinero es siempre menos importante que las vidas humanas. Yo también justifico ese pago para liberar a las dos cooperantes. Pero las cosas son bastante más complicadas.

ESTAS DOS chicas eran cooperantes, pero sus raptores sólo cayeron en la cuenta de ello cuando ya las tenían entre sus manos. Al principio pensaron que eran espías italianas. En cuyo caso es más que probable que las hubieran matado o hubieran pedido un trueque, como la liberación de algún preso iraquí, como hemos visto en el caso del inglés Kenneth Bigley, quien, para su desgracia, ni era chica ni era cooperante. Trabajaba para una empresa inglesa y ha muerto después de que sus captores rentabilizaran mediáticamente el secuestro.

Las chicas italianas tuvieron suerte y todo se solventó con un millón de dólares. Pero ¿qué se solventó más allá de su liberación? Como dicen algunos empresarios vascos, el dinero que les piden como "colaboración a la liberación nacional y social de Euskal Herria" va a servir para continuar matando a otros. Lo he escuchado más de una vez, en primera persona, aunque siempre añaden que no quieren juzgar a los que pagan y que ellos mismos no saben hasta cuándo van a poder aguantar la presión. Es bien sabido que algunos fueron asesinados por no hacerlo y encararse con ETA. El último fue el empresario José María Korta. ¿Piensa alguien que los raptores de las dos Simonas van a dedicar el millón de dólares recibido en escuelas y hospitales?

No soy experto en estos temas, aunque haya convivido con ellos muchos años, bien que en un espacio muy distinto del de Irak, y me resulta difícil presentar un discurso compacto, completo y coherente. Me permito, simplemente, ofrecer a la consideración crítica del lector algunas reflexiones. Hay situaciones similares, pero no iguales. Depende de quien sea el rehén, de las exigencias de los secuestradores --algunas imposibles de cumplir-- , del talante de los propios raptores, del momento y lugar concreto en el que se produce. Si la Guardia Civil no hubiera liberado a José Antonio Ortega Lara, por ejemplo, no quiero ni imaginar cómo hubiera acabado. Nunca hay que dejar de investigar policialmente aunque la decisión de la actuación armada sea difícil de tomar.

Cuando se sabe quiénes son los secuestradores parece claro que hay que negociar al máximo posible para salvar vidas humanas. Pero negociar no quiere decir ceder. Por ejemplo, el trueque de rehenes por terroristas dispuestos a volver a las andadas no veo cómo pueda justificarse. Es salvar unas vidas humanas a sabiendas de que ponemos en la calle a un terrorista que acabará, en cuanto pueda, con otras vidas. Luego el truque no es de rehenes por terroristas, sino rehenes conocidos por rehenes desconocidos. Con el saldo añadido de un terrorista liberado.

EN LA negociación parece claro que el papel de los más próximos al organismo terrorista es muy importante. Como en el caso de las italianas, donde han intervenido religiosos musulmanes moderados. Como con los periodistas franceses, aunque, cuando escribo estas líneas, aún siguen en manos de sus captores. Asimismo, el rechazo de los ciudadanos más o menos próximos a planteamientos de los terroristas es muy importante, aunque no definitivo. ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco a las dos horas de finalizada la gigantesca manifestación de Bilbao pidiendo su liberación con el lendakari Ardanza a la cabeza. Pero es un camino importante y eficaz a la larga. El día que el pueblo iraquí pueda expresarse libremente contra los terroristas islamistas se habrá dado un paso importante.

Claro que para eso hará falta que "las fuerzas liberadoras" lo sean de verdad y no, como indicaba justamente Mary Kaldor en un reciente artículo, cuando "el bombardeo permanente y el maltrato a prisioneros iraquís por parte de la coalición dirigida por EEUU hace más improbable que los iraquís condenen los secuestros. Los propios secuestradores recurren al argumento de que Occidente también tiene rehenes en Guantánamo y Abú Graib".

Otra cuestión es la dimensión mediática del secuestro. La foto del rehén Bigley encerrado en una jaula, vestido como los presos de Guantánamo, difundido por Al Jazira dio la vuelta al mundo. Pero ¿no es eso precisamente lo que buscan sus captores? Sé que la cuestión es difícil, pero me inclino a un uso limitado de informaciones que buscan encontrar los terroristas en los medios de comunicación. Yo no hubiera publicado esa foto. Sobre todo en el Reino Unido.

En fin queda la espinosísima cuestión del mal menor. Richard A. Clarke --coordinador de la Seguridad Nacional con los presidentes Bush, padre e hijo hasta el 2003, y con Clinton-- en su libro Contra todos lo enemigos nos dice que "el presidente Clinton aprobó todas las capturas que le pidieron que considerase". Como "eliminaciones" dirá en otro lugar. Lo justifica en nombre del esperable mal menor. Estoy de acuerdo, pero con dos condiciones. Cuando hay un mandato de una instancia supranacional (hoy incumplible) y con un trato digno al detenido, sin torturas (hoy incumplido). En nombre de ese esperable mal menor aplaudo y me alegro de que las dos Simonas estén hoy, en sus casas, en Italia.