El mal negocio de la independencia

Sin duda, el mayor éxito del soberanismo es que ha conseguido extender la idea de que España es un mal negocio para los catalanes. Lo ha logrado mediante la repetición sistemática de la tesis del expolio fiscal y la instrumentalización de cualquier elemento real, exagerado o imaginario de agravio comparativo con Madrid capital. Si hace solo unos años la desnuda afirmación de que «España nos roba» se circunscribía a sectores políticos minoritarios, ahora incluso los que ocupan, supuestamente, una posición central en el catalanismo han acabado suscribiendo afirmaciones radicales. Meses atrás, Felip Puig nos regalaba esa brillante rima sonora de «independencia o decadencia». Y hace unas semanas Jordi Pujol se sumaba a la disyuntiva «independencia o extinción», afirmando que somos víctimas de un insufrible expolio que durante 23 años él nunca vio. Recordemos que expoliar significa «robar con violencia o maldad». Pues bien, Pujol hizo de esa expresión uno de sus principales argumentos en la conferencia donde, para asombro de Duran Lleida, consumó el paso al independentismo.

La tesis del expolio se acompaña de otra idea en la que también el soberanismo insiste un día y otro: que por culpa del drenaje económico al que nos somete el Estado español la economía catalana está perdiendo peso en España y en el conjunto de Europa. Tanto la primera como la segunda afirmación son empíricamente falsas. Pero desde los medios públicos catalanes de comunicación, así como también desde algunos grupos privados, se difunde este tipo de planteamientos mientras se esconden otras evidencias. Así, por ejemplo, un velado silencio ha caído sobre el último número de la Revista Econòmica de Catalunya donde diversos investigadores, entre ellos el profesor Joan Trullén, demuestran en un interesante artículo que: 1) la economía comercial catalana sigue siendo con mucho la primera en España; 2) el peso industrial de Catalunya dobla al de la segunda comunidad autónoma, que es Madrid; 3) la economía catalana ha ganado peso absoluto y relativo en términos de PIB respecto a la media europea; y 4) la expansión turística de la marca Barcelona es un fenómeno internacional, con más de 16 millones de viajeros, pero de los cuales casi un tercio son españoles.

Con todo, la parte más relevante es la confirmación de lo que hace años ya destacaron los economistas Joan Sardà y Ernest Lluch: la importancia del superávit comercial catalán con el resto de España. Ahora disponemos de un análisis a fondo de datos que se remontan a 1995 gracias a la red C-intereg (www.c-intereg.es), impulsada por los institutos de estadística de ocho comunidades autónomas. De entrada, sobresale el papel de la economía catalana como potencia exportadora internacional, muy por delante de Madrid. Con todo, el gran peso de las importaciones hace que la balanza comercial con el exterior siga siendo deficitaria; concretamente en el 2009 fue de 17.400 millones de euros, lo que representa el 9% del PIB catalán. Pero al lado del intercambio con el exterior, mucho más importantes son los flujos comerciales con el resto de España. Aquí la goleada de Catalunya es espectacular. Vendemos por valor de 51.000 millones y, en el 2009, el saldo neto supuso el 12% de nuestro PIB, siendo las comunidades de Madrid, Valencia, Aragón y Andalucía nuestros principales clientes. El incremento del superávit comercial ha sido del 60% desde 1995. De todo lo cual se constata que la economía catalana sigue estrechamente vinculada con el resto de España. Pese al necesario esfuerzo de internacionalización, España sigue siendo nuestro mercado. Es absurdo, pues, renunciar al histórico papel de ser la puerta de entrada y de conexión con Europa. Contra lo que afirma el president Artur Mas, España no se nos ha quedado pequeña. Qué sentido tiene entonces estar constantemente amenazando con irnos. ¿Por qué Mas da aliento con sus gestos y declaraciones a un escenario de ruptura?

En otro orden de cosas, comparto la crítica a un modelo de inversiones que en infraestructuras ha confundido demasiadas veces Madrid con España o a una gestión del aeropuerto ineficazmente centralizada. Pero me irrita que se convierta todo ello en una verdad absoluta, frente a la cual los creadores de opinión en Catalunya son incapaces de poner en valor otros elementos, como, por ejemplo, que desde el 2004 hasta hoy, o sea, bajo el Gobierno del tan denostado Rodríguez Zapatero, Catalunya ha sido la primera comunidad en inversión ejecutada por el Ministerio de Fomento. O la importancia de la línea ferroviaria de mercancías que une el puerto de Barcelona con Lyón, recién inaugurada. O el compromiso real del Gobierno con el corredor mediterráneo. Frente a esto, la repetición de las tesis del expolio y de la decadencia catalana dentro de España responde a una estrategia orientada a saltar el muro de la doble identidad (catalana y española) de la mayoría de los ciudadanos de Catalunya. Una estrategia política que se propone empujar a los catalanes, aunque sea por un camino ruinoso, hacia la independencia.

Por Joaquim Coll, historiador.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *