El Mayo de la generación del 78

Los que nacimos a partir de 1978 en España representamos casi el 40% de la población. Hace unos años, Francisco Rubio Llorente nos bautizó como los hijos de la Constitución (EL PAÍS, 2-12-2008). Estos días, muchos de estos jóvenes han tomado las calles. Se sienten insatisfechos con los sistemas político y económico.

Una gran parte de analistas, políticos y periodistas están centrando toda su atención en las repercusiones que puede tener esta movilización en los resultados electorales del domingo. La experiencia nos puede ayudar. La última vez que se produjo un acontecimiento inesperado en vísperas electorales fue en 2004. Tras los atentados del 11-M, numerosos ciudadanos tomaron las calles gracias a las nuevas tecnologías.

La encuesta poselectoral del CIS demostró que, a diferencia de lo que sostiene el PP, las movilizaciones de entonces tuvieron efectos limitados. Solo un 3,8% de los ciudadanos cambió su voto y de ellos casi el 40% no apoyó al PSOE. Sí que tuvieron consecuencias más relevantes sobre la participación. Poco más del 6% de los españoles fue a votar cuando inicialmente no tenía pensado hacerlo. No obstante, entre estos, solo la mitad acabó apoyando al PSOE. La inmensa mayoría de los ciudadanos que admitieron que los atentados del 11-M les influyeron en su comportamiento político, acabaron votando lo que inicialmente querían hacer.

Por todo ello, es difícil afirmar que las movilizaciones actuales van a variar los resultados electorales del domingo. La opinión pública no cambia dramáticamente en tres días. Además, analizar de esta manera este movimiento revela una visión cortoplacista.

El éxito de las movilizaciones actuales no puede medirse en términos electorales instantáneos. Para saber si este movimiento cuaja y si realmente persigue cambiar las cosas, deberemos esperar a la semana que viene. Si siguen movilizándose, realmente hay algo más.

Estas últimas conclusiones tampoco deben inducir al error. Sería una inmensa equivocación dar la espalda a sus reivindicaciones. Detrás de sus protestas hay argumentos que deben hacernos reflexionar.

El primero de ellos está relacionado con el dato presentado inicialmente. Contando los que no habíamos nacido en 1978 y los que entonces eran menores de edad, el 70% de los españoles de hoy está sujeto a unas reglas de juego que no ha votado. En El Federalista, Jefferson se preguntaba hasta qué punto una nueva generación puede estar atada por aquello que decidió la anterior. Las deudas o hipotecas son obligaciones individuales, no colectivas. Así, una generación posterior no es responsable de todo lo que hizo la anterior. Esto le lleva a concluir a Jefferson que ninguna sociedad puede realizar constituciones perpetuas o leyes perpetuas.

El segundo de los puntos está relacionado con el funcionamiento de las democracias contemporáneas. En la Fundación Alternativas venimos realizando todos los años el Informe sobre la democracia en España. En él analizamos el funcionamiento de nuestro sistema político. Año tras año, tanto en las encuestas que realizamos a expertos como a ciudadanos, hemos observado que el principal problema radica en la enorme influencia que tiene el poder económico sobre el poder político.

La solución a esto no son tanto reformas en la fórmula electoral, la limitación de mandatos o las listas abiertas como cambios mucho más profundos. Por ejemplo, resulta complicado entender por qué muchas decisiones económicas se toman por instituciones que están muy alejadas del control de los ciudadanos, como si la economía fuese algo meramente técnico y la política no importase.

También sería un error apropiarse del movimiento. Lo que deben hacer los partidos políticos es escuchar. Y en esto los progresistas parten con ventaja. Al igual que los manifestantes, también les mueve el cambio social. Por ello, no deberían tener muchas dificultades para incorporar muchas de sus propuestas.

La derecha, en cambio, no anda muy preocupada con uno de los principales lemas: "Democracia real ya". Para ellos, lo realmente importante es la petición de otros de "no les votes". Saben que si baja la participación, la principal perjudicada será la izquierda. Por ello, la derecha mediática está dedicándoles un espacio muy especial en sus tertulias.

Es prematuro hablar del Mayo de una nueva generación, la del 78. Lo único cierto es que muchos de estos jóvenes acabarán decidiendo nuestro futuro. Esperemos que tengan mucho más éxito que la generación del 68. Pocos años después de aquellas revueltas, acabó llegando una de las olas más conservadoras que se recuerdan, con Reagan y Thatcher.

Por Ignacio Urquizu, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y colaborador de la Fundación Alternativas.

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