El mejor PP

En esta semana histórica para el Partido Popular emprendemos un nuevo viaje en un momento difícil. A nadie se le escapa. No hemos elegido el momento, pero sí podemos elegir el resultado. El Partido Popular ha sido desde su fundación protagonista de la historia de nuestro país y aspira a seguir siéndolo en las próximas décadas, ante las encrucijadas, retos y oportunidades de la España del siglo XXI. Todos los compromisarios somos conscientes de la responsabilidad que asumimos ante los militantes, desde luego, pero sobre todo ante España y los españoles que esperan de nosotros una respuesta clara y sin excusas. Nos jugamos demasiado como para no hablar con el corazón, sin miedo a expresar lo que pensamos, lo que creemos, sin temor a la reacción de quienes prefieren pasar el trámite casi sin que se note, apelando a una unidad que no está en juego, pero que parece querer propiciar una suerte de continuismo determinista, para que nada cambie.

Un partido necesita principios, una sólida base doctrinal basada en la esencia del pensamiento político que estructura las soluciones que ofrece a la sociedad para cada desafío. Lo contrario acaba convirtiéndose en un magma tecnocrático y amorfo, en burocracia de despacho, en un pragmatismo postizo por el que ni los propios ni los ajenos acaban por reconocerte, dándote la espalda y condenándote a perder elecciones y gobiernos, eso sí, con fugaces paréntesis de gestión «apolítica» en medio del proyecto transformador, profundamente político y dañino del adversario.

Conozco bien las principales preocupaciones, diagnósticos y tratamientos que forman parte del nítido y sólido discurso de Pablo Casado: la libertad, la seguridad, la familia, la vida, la igualdad de oportunidades, la unidad y el orgullo nacional de España, la libertad educativa, la honestidad, la eficacia, el agradecimiento a las víctimas del terrorismo, su idea de reforma fiscal para reducir los impuestos para reactivar las pymes y el empleo, la visión atlántica hacia Iberoamérica… Todo un proyecto político, renovador y regeneracionista, pero entroncado con la historia y los principios ideológicos y morales del PP, que nos hace reconocibles y un referente único en el proyecto de la España del siglo XXI.

Porque el mundo ha cambiado mucho en los últimos años y lo hará aún más rápido en el futuro, necesitamos debatir, contrastar, escuchar, dialogar con la sociedad civil, con los ciudadanos para encontrar nuevas soluciones a los nuevos desafíos, pero con la garantía de toda una historia de servicio detrás de nuestras siglas. Hace falta un nuevo liderazgo que haga creíble nuestra voluntad de regeneración y renovación, desde la confianza en nuestros principios y la esperanza de que la vocación de cambio y transformación no es utopía imposible, sino la razón de ser de toda política. A mi juicio es Pablo Casado quien mejor encarna ese espíritu. El recorrido de Pablo no es quizás el más largo, pero sí es el más ancho, en cercanía, en empatía, en liderazgo de base, en pasión política, en capacidad de garantizar una unidad y una complementariedad sinceras.

He visto trabajar a Pablo como compañero desde hace años y si tuviera que definirle con dos palabras, elegiría «política» y «valores»; sus irrenunciables valores y sus principios; su compromiso con el Partido y su generosidad en la defensa de todos sus compañeros –siempre a las duras y nunca a las maduras–; su profundo amor por el PP, al que conoce bien desde abajo; su capacidad de reivindicar la política, nunca a la defensiva; su consciencia de que la vida no se reduce a la economía; su convencimiento de la importancia de la comunicación; su determinación para dar batalla a la izquierda en su terreno, sin asumir sus políticas ni su proyecto de ingeniería social de fractura deliberada y adoctrinamiento que invade todas las esferas de la vida personal de los individuos; su determinación para combatir y revertir el nacionalismo excluyente y el populismo; su claridad de pensamiento para no aceptar y desarmar la presunta hegemonía cultural y la falsa superioridad moral de la izquierda. No hay victoria política sin victoria previa ideológica, y esa es la razón principal de que los adversarios del PP no quieran que gane Pablo Casado.

Pablo Casado es mi candidato a la presidencia, sí. Un hombre tradicional y moderno, sí. Un hombre joven, sí. Un hombre que cuida sus firmes raíces, sí. Un Adolfo Suárez para la transición del siglo XXI, sí. Un hombre que bebe en la fuente del mejor liberalismo, sí. Un hombre con principios y valores sólidos, sí. Hoy en día no se puede ser más políticamente incorrecto que reunir tales condiciones en un candidato. Rebelde ante la injusticia e inconformista, un auténtico regeneracionista. Orgulloso de ser todas esas cosas y confiado en que le asisten los mismos derechos y oportunidades que aquellas personas que no son nada de eso. Los mismos. Ni más, ni menos. Y que será el primero en seguir defendiéndolos, los ajenos y los suyos propios, los derechos de cada persona, sea cual sea su condición, ideología, sexo o religión; dando el protagonismo a la singularidad humana por encima de la colectividad. Sin complejos. Estoy convencido, Pablo presidente. El mejor PP.

José Ignacio Echániz, portavoz adjunto del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso de los Diputados.

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