El mensaje de esperanza de Belén

Para apreciar la rica historia de Belén hay que caminar por sus calles. Cada año, la ciudad entra a millones de hogares de todo el mundo en la imagen del humilde pesebre donde nació Jesús. Pero esa imagen no se puede comparar con experimentar la Ciudad Vieja en persona. Venir a Belén es una experiencia única que le recomiendo a cualquiera.

Por desgracia, aunque el año pasado creció la cantidad de visitantes a Belén, muchos no pueden explorar la ciudad adecuadamente. Bajo la ocupación israelí, los obstáculos al normal desarrollo del turismo en Palestina han impedido a miles de personas experimentar lo que Belén tiene para ofrecer.

Por ejemplo, a menudo oigo decir a sacerdotes palestinos que “en esta tierra, recibimos muchos turistas, pero muy pocos peregrinos”. Es decir, hay más visitantes interesados en ver los monumentos de piedra que en conocer a los monumentos vivientes. Es una de las consecuencias del monopolio israelí de la industria turística. Israel tiene poco interés en alentar a los visitantes a interactuar con los palestinos o conocer su historia.

Es difícil concebir que visitantes motivados por la fe o por un sentido de la historia no quieran conocer a los custodios de los sitios sagrados que visitan. El papa Juan Pablo II lo expresó muy bien en su peregrinación de 2000, cuando dijo a los palestinos durante una visita al campo de refugiados de Dheisheh: “probablemente los pastores de Belén fueron vuestros antepasados”.

La Basílica de la Natividad es fundamental para todos los cristianos, de cualquier denominación. Y sin embargo tenemos que hacer grandes esfuerzos para atraerle visitantes. No sólo eso: cuando tratamos de que se la nombrara Patrimonio Mundial de la UNESCO, algunos países, bajo presión de Estados Unidos e Israel, se opusieron a la designación.

Pero lo conseguimos, y ahora estamos atareados en la importante misión de preservar este tesoro. Me enorgullece decir que esta será la última Navidad antes de que se complete la restauración de la basílica. Pronto los visitantes podrán ver los últimos mosaicos descubiertos y el piso original de la basílica, todo lo cual se remonta al siglo IV. Después podrán visitar otros sitios destacados de la Ciudad Vieja, entre ellos la Calle de la Estrella, ruta de la peregrinación de José y María, que estamos transformando en un lugar lleno de vida.

De hecho, la herencia cultural de Belén se extiende mucho más allá de los muros de la Basílica de la Natividad. Las riquezas de la ciudad están bien documentadas desde hace mucho, por ejemplo en los relatos de exploradores europeos que la visitaron en el siglo XIX. En la Descripción de Palestina del francés Victor Guérin, publicada en 1875, hallamos una ciudad llena de vida, dividida en al menos ocho barrios. Quienes la visitaban podían apreciar la espléndida arquitectura del barrio de Anatra y conocer la escuela más vieja de Palestina (que todavía funciona): el Colegio de Tierra Santa, fundado en 1598. Pero de la mayoría de los visitantes actuales no puede decirse lo mismo.

La tradición culinaria de Belén también es un tesoro: del pan recién horneado, el falafel y el hummus hasta una mesa de alta cocina llena de productos de los jardines de Battir, la riqueza gastronómica de Belén es inusual para una ciudad tan pequeña. Los jardines de Battir, otro sitio declarado Patrimonio Mundial, a apenas quince minutos del centro de la ciudad, presentan espectaculares terrazas de cultivo, senderos, viñas y olivares, que se contraponen a la fealdad de los asentamientos israelíes y de los muros que rodean la ciudad. Esos asentamientos llevan a que la jurisdicción del gobierno palestino apenas abarque un 13% del área total del distrito.

Belén no es ajena a los desafíos a que se enfrenta toda Palestina. El reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel por parte de la administración Trump alentó al gobierno israelí a incrementar la colonización dentro de Jerusalén oriental y en sus alrededores, lo que afecta seriamente a Belén. Con leyes racistas que dividen cada vez más a nuestras familias, algunos han perdido toda esperanza de una solución política y optaron en cambio por la emigración.

Pero las cicatrices de la ocupación no cuentan toda la historia. Los miles de palestinos que se quedaron en Belén pese a las constantes dificultades forman una sociedad civil pujante y creativa que incluye a artistas, organizaciones por los derechos humanos y empresarios que siguen buscando oportunidades en nombre de la esperanza.

La realidad que viven hoy los palestinos está expresada perfectamente en un pasaje del Libro de Jeremías: “les desean: ‘¡Paz, paz!’, cuando en realidad no hay paz”. Podríamos añadir: “‘Esperanza, esperanza’, cuando en realidad no hay esperanza”; porque evitar que se pierda la esperanza es nuestra responsabilidad. El espíritu de esperanza es lo que mantiene vivo el brillo de Belén incluso en las tinieblas de la ocupación.

Aunque sionistas cristianos como el vicepresidente estadounidense Mike Pence usen cínicamente la Biblia para justificar la opresión de los palestinos, como si negarnos nuestros derechos fuera un mandato divino, estamos decididos a defender el mensaje de justicia, paz y amor de Cristo. No hay nada divino en el sistema de apartheid que está surgiendo a nuestro alrededor. El muro ilegal construido a través del corazón de nuestra ciudad es todo lo contrario a la justicia y la libertad. Su desmantelamiento sería una bendición.

Para el resto del mundo, Belén es y debe seguir siendo un símbolo de esperanza. Con los siglos de arquitectura cosmopolita y decenas de iglesias de varias denominaciones que alberga, la ciudad es un bastión de inclusión. El Campo de los Pastores en Beit Sahour, la Iglesia de San Nicolás y el valle de Cremisán en Beit Jala, el Monasterio de San Jorge en Al Khader y Mar Saba son todos encarnaciones de fe sin fanatismo. Pero no olvidemos que en Belén también hay tres campos de refugiados, un recordatorio de la injusticia que se abatió sobre los palestinos durante la Nakba (catástrofe), cuando en 1948 cientos de miles fueron expulsados de sus hogares y buscaron refugio aquí.

Más de dos mil años después, el mensaje de esperanza de Belén para el mundo sigue igual. Están todos invitados a venir a experimentarlo en persona.

Anton Salman is a lawyer and the mayor of Bethlehem. Traducción: Esteban Flamini.

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