El mercado de trabajo que viene

El acuerdo sobre pensiones y empleo firmado ayer entre el Gobierno y los agentes sociales nos deja un sabor agridulce. De un lado, las bondades de un pacto son siempre bienvenidas. Mejor entenderse que enfrentarse, máxime en estos tiempos de alta tensión económica. De otro, los vaivenes legales que comenzaron en los inicios del verano pasado nos llevan al desconcierto. Los cambios se suceden unos a otros de forma acelerada y no conocemos bien la hoja de ruta o el final de todas estas propuestas. Por ello se requiere un esfuerzo global para lograr un escenario positivo de las reformas que necesitamos. Insisto, una hoja de ruta.

Y es que con independencia del drama del desempleo en la que ya me he detenido en alguna ocasión, las cosas ya no son ni serán como eran. Para afrontar esos nuevos retos se precisa convicción y claridad de ideas. En el pasado, el trabajo permanente era el paradigma en la empresa tradicional y la rotación en la vida profesional no estaba vista positivamente siendo signo de inestabilidad incluso hasta emocional; el lugar de trabajo y su ubicación física se convertía en un derecho intensamente protegido; y, en fin, la organización fordista y jerarquizada del trabajo empresarial prevalecía sobre cualquier otro modelo. Pero todos estos esquemas laborales sobre los que se han basado legislaciones enteras de empleo en numerosos países, están quebrándose por varios frentes. El trabajo comienza a ser un bien escaso, pasando de ser una actividad laboral a desarrollar de una forma constante y uniforme, a una labor centrada en proyectos con vocación claramente temporal; el cambio de una empresa a otra, incluso en sectores de actividad distintos, está bien considerado como signo de madurez y flexibilidad profesional; y las organizaciones y trabajadores con nuevas habilidades profesionales, más autónomos, flexibles, apátridas y horizontales son el ejemplo a imitar.

La tendencia al cambio es una de las características principales del mercado de trabajo. Las relaciones laborales, las tasas de empleo, los índices del bienestar social, la evolución de la negociación colectiva, se desarrollan al compás de la actividad económica, del cambio en un país y, en gran medida, de la cultura laboral imperante en la práctica y su aplicación por los tribunales de Justicia. De ahí que a cualquier observador objetivo del devenir laboral, no debería de extrañarle que estos hechos se sucedan de forma rápida e incontrolable, si no se saben anticipar. Precisamente lo necesario es una ley despierta y adaptable a cada momento histórico y su circunstancia económica, social, política y cultural.

Sólo tratando de predecir las tendencias laborales del futuro se podrán construir y diseñar nuevas políticas, dar formación adecuada a los empleados, anticiparse a los cambios y dirigir de forma correcta las nuevas leyes y su interpretación judicial. Lo acontecido en la primera década del siglo XXI y en las postrimerías del siglo pasado, pueden darnos muchas pistas de los retos y predicciones que veremos próximamente. A mi juicio, estas serán las tendencias que darán forma a las relaciones laborales.

Primero. La digitalización del trabajo. La tecnología, y todo lo relacionado con el llamado mundo digital tendrán un crecimiento exponencial y estarán claramente inmersos en el lugar de trabajo. Las empresas que estén preparadas para aceptar y explotar los beneficios evidentes de la tecnología, al igual que eviten sus errores, tendrán una ventaja competitiva. De hecho, ya existen países donde el acceso a la banda ancha se configura como un verdadero derecho civil de los ciudadanos. Los teletrabajadores serán una realidad habitual, por las necesidades de mayor productividad y ahorro, siendo la norma general la flexibilidad laboral. Los blogs, las redes sociales, las videoconferencias serán herramientas habituales de trabajo. Inevitablemente todo ello llevará a un incremento de la litigiosidad derivado del uso de las nuevas tecnologías con una nueva forma de pleitos, como enseguida veremos.

Segundo. La privacidad y la no discriminación como derechos fundamentales en el ámbito del trabajo. La tecnología ha avanzado tanto invadiendo todos nuestros ámbitos vitales que se puede afirmar que en un futuro el derecho a la privacidad o intimidad está muerto (Froomkin). En los próximos años los empresarios verán un vasto desarrollo legislativo que regule de forma profunda el derecho a la intimidad en relación con las nuevas tecnologías. A la vez, el legislador se verá presionado por un deseo de las empresas de regular la seguridad informática. Finalmente, asistiremos a una auge de nuevas reclamaciones como pudieran ser el derecho de no discriminar en la contratación y en el despido por motivos ajenos al ámbito puramente laboral (rechazar a un candidato por su perfil on line de Facebook u otra red social de acceso público) o el derecho al pago de horas extraordinarias por la conexión permanente (en vacaciones y festivos, incluso) a dispositivos electrónicos.

Tercero. Otras formas de resolver conflictos y el juicio virtual. Desde los años 90, en la mayoría de los países de nuestro entorno se han desarrollado de forma explosiva mecanismos alternativos a la resolución de conflictos laborales, como son la mediación y el arbitraje. Cada vez más, tanto empresarios como empleados prefieren acudir a estos medios alternativos para resolver sus diferencias. Por otra parte, la tecnología impactará también en este ámbito, con juicios y testimonios grabados mediante vídeos y, sobre todo, la presentación de pruebas telemáticas o de contenido tecnológico que deberán ser sometidas a la interpretación judicial con todas las garantías procesales necesarias.

Cuarto. La ética corporativa, los códigos de conducta y el cumplimiento regulatorio como piedras angulares del desarrollo empresarial. Desde que la crisis internacional comenzara, la ética en el trabajo y el cumplimiento de las normas han adoptado un nuevo rol en el mundo de los negocios. De hecho, empieza a ser realmente imperativo para las empresas contar con un programa ético y de compliance robusto. Se requiere disciplina empresarial y un frente común para adaptarse no sólo a las demandas y regulaciones de los mercados, sino para conseguir la confianza de los inversores, accionistas y de los propios empleados. La reputación empresarial puede verse afectada incluso por ajenos a su entorno más directo (blogs y redes sociales) y solamente puede defenderse convenientemente por lo que se denomina sostenibilidad de la actuación empresarial, que estará en continua revisión en los próximos años.

Quinto. Nuevas formas de organizaciones sindicales. El movimiento sindical está claramente en un proceso de transición, sus retos son inmensos, y la forma de reaccionar ante los mismos marcará su continuidad exitosa o no. En parte, la ciberorganización de empleados a través de las nuevas tecnologías puede ser un obstáculo para el desarrollo de los sindicatos tradicionales, pero también puede suponer un instrumento muy útil, si está bien planificado, para alcanzar a nuevos trabajadores (jóvenes). Por otra parte asistiremos a organizaciones laborales, federaciones o sindicatos globales de carácter multinacional, dónde el cometido principal será conseguir acuerdos o códigos de conducta internacionales, que llevarán a una negociación colectiva internacional.

Y Sexto. Reformas necesarias en el Estado del Bienestar occidental. Las continuas tasas de desempleo que pudieran llegar a ser estructurales en muchos países en los próximos años, la fuerza de trabajo escasa y de carácter discontinuo o precario, y otros factores demográficos como el incremento de la esperanza de vida y el descenso de la tasa de natalidad, nos llevará inexorablemente a asistir a cambios en nuestros sistemas de pensiones, normalmente endureciendo sus condiciones de acceso y reduciendo ciertos beneficios, con nuevas fórmulas flexibles de cálculo de prestaciones.

Como se ve, los retos a los que nos enfrentamos son muy importantes y variados, algunos de mayor calado y otros de menor impacto, pero ¿cómo una sociedad como la nuestra que se supone avanzada está reaccionando ante los mismos?

Por Iñigo Sagardoy de Simón, presidente de Sagardoy Abogados y profesor de la Universidad Francisco de Vitoria.

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