El metano es un imperativo global

Uno de los logros más importantes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) celebrada el año pasado en Glasgow fue el  Compromiso Global del Metano, un convenio de más de 100 países dirigido a reducir las emisiones de metano en un 30% hasta el año 2030. La reducción de las emisiones de metano no sólo es una de las formas más rápidas y efectivas de detener el cambio climático, también contribuiría en gran medida a mejorar la salud pública.

El metano, un gas de efecto invernadero muy potente, atrapa por encima de 80 veces más calor en la atmósfera que el dióxido de carbono, y las emisiones de metano representan aproximadamente una cuarta parte del calentamiento global de hoyen día. Por lo tanto, es de considerable importancia la responsabilidad que tienen estas emisiones en cuanto a las amenazas relacionadas con el clima, como por ejemplo eventos climáticos extremos más intensos y frecuentes, mayor inseguridad alimentaria, mayor riesgo de contraer enfermedades infecciosas,  reducción del acceso al agua limpia y deterioro de la calidad del aire.

Las implicaciones para la salud pública son graves, especialmente para las comunidades marginadas y de escasos recursos que ya enfrentan riesgos desproporcionados debido a factores como falta de acceso a la atención médica, mala nutrición, condiciones inseguras de vida o trabajo, discriminación y exposición a otros tipos de contaminación. Más allá de socavar la salud pública al exacerbar el cambio climático, el metano (y los contaminantes coemitidos) dañan la salud pública al contribuir a la contaminación por partículas y ozono troposférico.

La exposición a dicha contaminación daña las vías respiratorias, agrava las enfermedades pulmonares, provoca ataques de asma, aumenta las tasas de morbilidad y mortalidad cardiovascular e incrementa el riesgo de accidentes cerebrovasculares. Las consecuencias incluyen pérdida de productividad, mayores costos médicos y mayor presión sobre los sistemas de salud, debido al aumento de las visitas a las salas de emergencia y hospitalizaciones. Al suprimir el crecimiento de los cultivos, el ozono también puede exacerbar la inseguridad alimentaria.

La buena noticia es que, a diferencia del CO2, el metano no permanece en la atmósfera, por lo que los efectos de la reducción de emisiones se sentirían rápidamente. Y el Compromiso Global del Metano es claramente un paso en la dirección correcta. Sin embargo, para mantener al alcance el objetivo de mejorar la salud pública y limitar el calentamiento a 1,5 ° Celsius, el mundo debe tomar medidas aún más ambiciosas. Reducir las emisiones de metano en un 45% hasta el año 2030 reduciría el calentamiento en 0,3 ° Celsius hasta el año 2040.

Para acelerar los avances, las principales organizaciones filantrópicas se han unido para crear el Global Methane Hub, mismo que se puso en marcha el año pasado con el respaldo de casi 330 millones de dólares en compromisos filantrópicos. El Hub ya ha anunciado que asignará 10 millones de dólares a la Coalición Clima y Aire Limpio con el propósito de ayudar a que 30 países desarrollen planes para reducir sus emisiones de metano. El Hub también se ha unido a la Misión de Innovación Agrícola para el Clima con el propósito de apoyar “saltos de innovación” dirigidos a mitigar las emisiones de metano.

El Hub tendrá como objetivo catalizar avances en todos los principales sectores emisores de metano: ganadería (sector que da cuenta de aproximadamente el 30% del total mundial de emisiones de metano), petróleo y gas (25% de dichas emisiones) y vertederos (15%). Se catalizarán avances incluso mediante el apoyo que se brindará a las ONG y organizaciones de base. Si bien su objetivo es sentar las bases para la transformación a largo plazo en sectores que presentan desafíos, el Hub también hará hincapié en el logro de reducciones profundas de manera rápida.

Pensemos en el sector del petróleo y gas, en el que la Agencia Internacional de Energía (AIE) estima que se pueden reducir las emisiones de metano a la mitad casi inmediatamente mediante la adopción más amplia de prácticas ya exigidas en muchos países, como por ejemplo la sustitución de válvulas y bombas por versiones más eficientes. Según la AIE, si se ponen a disposición medidas adicionales, es técnicamente posible reducir las emisiones de metano provenientes de las operaciones mundiales de petróleo y gas hasta en tres cuartas partes.

Disponemos de las tecnologías necesarias para evitar la fuga y ventilación de emisiones, por lo que nuestra capacidad para identificar las fugas de metano (y, por lo tanto, para comprender la magnitud de las emisiones tóxicas) ha mejorado considerablemente. Si se aprovechan al máximo estas herramientas y si se las concentran en los súper emisores, los formuladores de políticas pueden avanzar en la acción climática a la vez que aportan enormes beneficios para la salud de las comunidades que viven cerca de las operaciones de petróleo y gas.

En lugares tan diferentes entre sí como el sur de Irak, Chiapas, México, y el oeste de Texas,  las comunidades han manifestado su preocupación por los efectos que causan en la salud las actividades de petróleo y gas que se desarrollan en sus cercanías, como por ejemplo el cáncer y los síntomas respiratorios agudos. Cada vez hay más pruebas que documentan tasas elevadas de asma y resultados neonatales más deficientes, como por ejemplo bajo peso al nacer y partos prematuros, en las comunidades que viven en las proximidades de pozos de petróleo y gas, desde los cuales se emite metano junto con peligrosos contaminantes del aire.

Por lo tanto, es crucial reducir las emisiones de metano provenientes de la infraestructura de petróleo y gas, pero este es sólo el primer paso. Estudios recientes también han resaltado la amenaza que representan las estufas de cocina y los calentadores de agua que funcionan con gas, los cuales dejan escapar metano y contribuyen a la contaminación del aire en interiores y exteriores. Para abordar este problema, los responsables de la formulación de políticas deben expandir de manera significativa la capacidad de energía renovable así como la electrificación.

En la agricultura y la gestión de residuos se encuentran otras oportunidades para reducir las emisiones de metano. Proporcionar alimentos de mayor calidad al ganado puede reducir las emisiones de metano entérico. La captura de metano del estiércol y el tratamiento del digestato para minimizar las emisiones de amoníaco (precursores de partículas) proporcionaría una fuente local de energía, reduciría los olores y mitigaría los riesgos para la salud pública. Por otra parte, prácticas como el compostaje pueden evitar el metano producido por los desechos orgánicos y pueden generar recursos valiosos para mejorar la calidad del suelo.

Existen sólidos argumentos a favor de la reducción inmediata de las emisiones de metano, y el Compromiso Global del Metano está haciendo crecer la concienciación mundial sobre la importancia de tales esfuerzos para combatir el cambio climático. Sin embargo, transformar compromisos en avances reales no será tarea fácil.

Es por eso que también es de crucial importancia resaltar los beneficios para la salud que provienen de la reducción de las emisiones de metano. Con la ayuda de investigadores y profesionales de la salud comunitaria que entiendan mejor el problema, nuestro objetivo debe ser generar el apoyo, la colaboración y la inversión que se requieren a fin de reducir las emisiones de metano y mejorar la salud pública en todo el mundo.

Sarah Vogel is Senior Vice President of Health at the Environmental Defense Fund. Marcelo Mena, CEO of Global Methane Hub, is a former Chilean minister of the environment. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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